A fines de octubre el radicalismo caminaba el estribo de las legislativas del 11 de noviembre. En medio de esas jornadas calientes, el jujeño Gerardo Morales y el mendocino Ernesto Sanz se animaron a hablar de 2023. Anticiparon una alternativa que sorprendió: ante la multiplicidad de candidatos propios, la UCR podría realizar una elección interna para elegir al aspirante presidencial del partido, que luego se medirá en las PASO frente al PRO y la Coalición Cívica (CC). La táctica sigue en pie. El radicalismo explica que esa jugada dependerá del humor social y del posible desdoblamiento de las elecciones en la provincia de Buenos Aires.
El 10 de diciembre, 40 días después de lanzar "la interna de la interna", el mandatario jujeño asumió la presidencia del Comité Nacional del partido. Ahora, mantiene la misma idea. Su entorno explica que la decisión se tomará en diciembre. "Hay que ver cómo llegamos a ese momento", resumieron en la sede de la calle Alsina ante las incógnitas que tienen sobre la performance de los aspirantes propios, como el flamante diputado nacional Facundo Manes.
El médico encabeza un nuevo raid mediático para mantenerse en carrera. Busca acumular conocimiento e imagen, dos requisitos básicos para todo dirigente que aspire pelear por la presidencia. Morales está en la misma búsqueda y aumenta los tironeos para diferenciarse de sus potenciales rivales del PRO: la exministra Patricia Bullrich, el expresidente Mauricio Macri y el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta.
En el partido amarillo también hay una competencia abierta después de la derrota de 2019 y la posterior recuperación electoral en las legislativas de 2021. La pelea por la propiedad de los votos está más viva que nunca, pero se mantiene solapada ante la vertiginosidad de la crisis económica que horada los ánimos de la población ante la fragilización de sus condiciones de vida.
"Macri no se va a presentar. No es una pregunta que quiera responder porque cualquiera de las respuestas es incómoda. Si digo que sí, no soy candidata y, si digo que no, me peleo con Macri. Estoy convencida de que no va a ser", dijo este viernes Bullrich durante la gira proselitista que realiza en Estados Unidos. Con esa respuesta buscó cinturear, en una entrevista al diario Clarín, la posibilidad de resignar su candidatura para llegar a la Casa Rosada si el expresidente pelea por un segundo tiempo. Dentro de su estrategia de antagonizar con el fundador del PRO, Morales volvió a meterse en la interna amarilla y dijo todo lo contrario: "Macri va a ser candidato a presidente por el PRO", vaticinó.
El mar de fondo de estos tironeos, cada vez más ásperos, tiene que ver con el crecimiento de la ultraderecha y la fuga de votos que padece el PRO desde el año pasado. Rodríguez Larreta pudo obturar una parte con la inclusión del exministro Ricardo López Murphy al armado porteño de JxC.
El radicalismo hizo lo propio. Metió en Diputados al ultraliberal Martín Tetaz. El economista ahora está en la bancada, aunque dejó el bloque de la UCR e integra el cisma de Evolución Radical, motorizado por el senador porteño Martín Lousteau y el empresario Enrique Nosiglia. Más allá de los respaldos y las representaciones que hay detrás de cada uno, ambos candidatos han marcado su techo para esa misión. Después de la última contienda electoral, López Murphy no pierde vigencia en la cacería de ese electorado ultra. Tampoco en la fruición que exuda el larretismo para que cumpla su parte del trato.
Las encuestas ponen en duda esas pretensiones. Demuestran que la fuga de votos continúa y la sigue capitalizando Javier Milei, con una trayectoria meteórica construida con mediciones que fueron realizadas durante un año no electoral. Más allá de ese detalle metodológico (para nada desdeñable), las encuestadoras afirman que el execonomista de Aeropuertos Argentina 2000 tiene casi 20 puntos de intención de voto.
La idea de una interna previa a las PASO también circula en el PRO. “Es muy complejo que el macrismo vaya a una interna sin reglamentos claros y sin definiciones para organizar una elección con 70.000 afiliados”, explicó el partido amarillo. El tema no fue analizado formalmente, pero hay quienes especularon con una interna virtual. La idea de hacerla abierta fue descartada porque podría ser influida por el peronismo. “Para nosotros es muy difícil de hacer”, sostuvo otra fuente del macrismo. Desde su perspectiva, la UCR es la única que está en condiciones de poner en marcha una interna partidaria porque viene de tres experiencias exitosas de ese tipo en Córdoba, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.
“Quieren hacerlo para fogonearse y sumar competitividad, pero si no levantan en las encuestas, corren el riesgo de transformarse en una experiencia minoritaria en las PASO o jugar lo que no quieren: ser segunda fuerza dentro de JxC”, estimó la fuente consultada. El radicalismo deberá aumentar su peso en el último tramo de este año para sumar volumen en la competencia interna y que no suceda lo de 2015: tener un candidato testimonial para enfrentar al PRO.
El humor social puede romper todos los cálculos. Si la situación se mantiene como hasta ahora, no habrá margen para multiplicar el calendario electoral. En la provincia de Buenos Aires, las visitas al cuarto oscuro podrían llegar a cinco si se desdoblan las elecciones. Si el año próximo esa hipótesis se confirma sólo quedará margen para un pacto entre los precandidatos. Sería a partir de las cifras que arrojen "encuestas confiables". Con ese recurso, el radicalismo definiría la fórmula que se medirá en las primarias con el resto de los socios.
El larretismo vaticina una fórmula presidencial de unidad que intercale a un macrista con un radical. La UCR apunta que se trata de "un verso del PRO para instalar que los radicales van segundos. "Nosotros no compartimos eso", advirtieron en la conducción partidaria. Prefieren hablar de una "fórmula abierta" para ofrecerle la candidatura a otro socio de JxC que quiera romper la hegemonía del macrismo en la cabeza de la boleta. "Elisa Carrió dijo que la Coalición Cívica va a tener un candidato", recuerdan cerca de Morales. Deslizan que "hay coincidencias programáticas" entre ambos y le ponen suspenso a un eventual acuerdo.