Mundial mediante y con la Selección mejor encaminada, el país vive un clima anticipado de fin de año. Solo el fantasma de viejos diciembres problemáticos enciende alguna luz amarilla en los despachos oficiales, donde los sondeos que dan cuenta de un humor social negativo se contraponen con otros que generan un aliento apenas perceptible.
Como anticipó el viernes desPertar, el newletter de Letra P, Alberto Fernández ya solo tira un chaski boom cuando habla de reelección; el Presidente sabe que no tiene condiciones para ser de la partida en unas PASO presidenciales del Frente de Todos. Siempre aportando información valiosa, Gabriela Pepe suma en Letra P que "unas primarias competitivas" asoman ahora en el albertismo como una instancia para sumar candidatos propios –¿Daniel Scioli? ¿Juan Manzur?– a fin de darle pelea al cristinismo por la hegemonía en la alianza.
En tanto, Cristina Fernández de Kirchner limita las expectativas con quien fuera su delfín de 2019 a que la ayude a terminar de ordenar la interna componiendo un mantel sobre la tantas veces mentada “mesa política” del Frente de Todos.
Dibujos en el agua
El Círculo Rojo político mira y mira encuestas obsesivamente, para peor, con algunas lecturas equivocadas. Así es, al menos, en el panperonismo, que observó como un hecho alentador una encuesta de Aresco que le dio una intención de voto –medida por espacios– de 35,5% contra 35,1% de Juntos por el Cambio (JxC), revirtiendo una desventaja de cuatro puntos del mes pasado.
Será que la desesperación es mala consejera, pero la lectura es audaz. Con independencia de defectos que se han hecho reiterados aquí y en todo el mundo, cualquier estudio demoscópico tiene un margen de error. Los que presumen de ser más precisos tienen uno de más/menos dos puntos porcentuales. Así, una diferencia de cuatro, como registraba Aresco en octubre, es lo mismo que nada: un empate técnico. Entonces, festejos mediante por el 35,5-35,1, ¿qué hay? Otro empate técnico. La Casa Rosada está festejando humo.
Lo mismo hace el cristinismo cuando, “ante el temor a perderlo todo", se tranquiliza al ver datos –también de Aresco– que le dan a Axel Kicillof una ventaja de cuatro puntos porcentuales sobre eventuales rivales de JxC. Si esa es la esperanza cristinista para retener el supuesto bastión bonaerense aun en caso de derrota nacional, le convendría reparar en que, error estadístico mediante, se ilusiona con la nada misma. Las encuestas aclaran esas cosas, pero hay que querer entender.
En todo caso, los porcentajes anteriores, inconcluyentes como son, valen solo para la provincia de Buenos Aires, donde la elección del año que viene será un mata-mata: no hay allí ballotage. Al revés, a nivel presidencial esos números son todavía menos que lo que ocultan los tecnicismos de los estudios, porque obligan a evaluar imágenes positivas y negativas e intenciones de voto potenciales en función de una probable segunda vuelta. Allí debería terminar, mientras no mejore claramente la situación económica y social, el optimismo oficialista.
El último informe nacional de Zuban, Córdoba y Asociados (17 a 21 de noviembre, 1.300 casos, con cuestionario online estructurado y un error muestral de +/- 2,19 puntos porcentuales) señala varias cosas interesantes. Por lo pronto, que"la imagen de la gestión nacional así como la de sus principales figuras muestran pequeños signos de mejoría", aunque "la palabra clave es ‘pequeños’" por el momento.
Asimismo, en lo que hace al potencial de voto de diversas figuras nacionales, se comprueba que el panperonismo no tiene hoy ningún nombre que le brinde garantías. Sumando "voto seguro" y "probable", Cristina no llega al 40%, mientras que 56,4% afirma que "nunca la votaría". Sergio Massa tiene el mismo activo electoral –con mayor componente aleatorio–, aunque con un rechazo menor –48,6%–. Mientras, el Presidente –prácticamente sin esperanzas– suma 24,3% y un "jamás" de casi el 70%.
Una ventana de oportunidad
Letra P no pretende que el futuro esté jugado; el porvenir es, justamente, terreno de lo contingente y lo maleable… sin exagerar, claro.
Si se observan los números mencionados más arriba, Massa tiene el mismo potencial de votos que CFK y menor rechazo, pero genera menos convicción, ya que lo suyo es más voto probable que militante. Como dijo desPertar hace justo una semana, un aval de la vicepresidenta sería crucial para que el electorado cristinista dejara de lado cierta desconfianza que le genera el centrista ministro de Economía.
Para eso el tigrense se alinea con la vice cuando habla de Martín Guzmán y cuando sale en defensa de su "amigo" Máximo Kirchner. Para eso también justifica las medidas de ajuste fiscal moderado que está tomando por la "herencia recibida" del propio gobierno del Frente de Todos. Para eso, además, trata con cierto rigor a sectores del empresariado que siente que patean en contra de su plan.
Con el programa Precios Justos en marcha, más la limitación a un 4% de las subas de precios de otra amplia gama de ítems hasta fin de febrero y la graciosa concesión de las petroleras, que aceptaron acotar a ese mismo porcentaje sus ajustes mensuales hasta marzo, Massa apuesta por empezar a cambiarle el rostro a la inflación. Congelamiento parcial mediante, el Gobierno se ilusiona con que los alimentos aquieten su escalada y con que el IPC de noviembre oscile en torno al 5,5% e inicie –probablemente tras el interregno de un diciembre siempre complejo– la prometida tendencia descendente que lo ponga por debajo de 4% en abril, justo antes de la definición de las candidaturas.
La ventana de oportunidad del Frente de Todos, sin embargo, puede cerrarse de improviso: la actividad se está enfriando, algo que explica el regreso por un mes del dólar soja, una herramienta para generar las divisas que la industria necesita para mantenerse en movimiento. Eso está detrás del nuevo tipo de cambio especial tanto como la necesidad de cumplir con las metas pactadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la de acumulación de reservas y la fiscal a través de un mayor aporte de las retenciones.
La receta, que copia la de septiembre y anticipa una que podría regresar en marzo-abril con el inicio de la temporada de la oleaginosa, tiene efectos secundarios de cuidado: la emisión de pesos que realizará el Banco Central para seducir a las cerealeras y otros actores exportadores podría estimular en el verano la demanda de dólares paralelos, ensanchar la brecha con el oficial y deteriorar más el escenario macro.