En el frenesí y la alegría por la Liga Profesional ganada en una final novelesca, los carteles del “Boca está feliz” que aparecieron en barrios porteños fueron leídos como parte de los festejos del campeón. Sin embargo, en el círculo político xeneize, esa intertextualidad para destacar el rol de Juan Román Riquelme se leyó de otra manera: el puntapié inicial de una campaña presidencial 2023 en el club que ya empezó y que todavía nadie asume.
Después del infartante desenlace cruzado de la última fecha y antes de la eliminación por penales contra Patronato en la Copa Argentina, Riquelme vivió sus 48 horas más dulces desde que arribó a la vicepresidencia del club y se hizo cargo del fútbol de Boca. La felicidad de Román no estaba basada solo en la nueva estrella que sumó el equipo de Hugo Ibarra con muchos juveniles, sino en varios resultados favorables que homologan su gestión futbolística.
En 2022, Boca se quedó con los dos torneos de Primera, el de Reserva y el de Cuarta División; mientras que el equipo femenino, además de ganar el torneo local, acaba de alcanzar la final de la Copa Libertadores, lo que motivó un llamado del propio Riquelme. “Me han hecho festejar más que el domingo. Estoy muy agradecido de que defiendan los colores de nuestro club y de que compitan como lo hacen”, les dijo a las jugadoras por teléfono en una escena que se hizo viral en las redes.
Los afiches de “Boca está feliz” no solo son liturgia futbolera. Firmados por la Agrupación La Bombonera y Boca Somos Todos, son también una pista de por dónde vendrá el soporte político –tanto afuera como adentro del club– en este camino electoral hacia 2023 que Riquelme parece querer desandar. En esos espacios campean Pablo Abbatangelo, histórico dirigente xeneize; el sindicalista y empresario de medios Víctor Santa María; y Santiago Carreras, gerente de YPF, mano derecha de Máximo Kirchner en todo lo vinculado al fútbol y quien tiende puentes entre la AFA de Claudio “Chiqui” Tapia y la mayoría de los clubes.
Aunque hoy ya parece historia antigua, hasta hace algunos meses, el Román conductor se lastimaba con el filo de su propia lengua, cuando la relativización de la denuncia por violencia de género a Sebastián Villa le generó un sismo político al interior y al exterior del club. Su pedido de disculpas –"no soy tan inteligente para hablar"– también fue una barrera levantada para que espacios que se referencian en la política nacional avanzaran en pos de consolidar su candidatura para 2023, a sabiendas de que del otro lado el macrismo y angelicismo, al parecer, unen fuerzas.
En esta metamorfosis de ídolo futbolista a conductor político, Riquelme sabe que necesita apoyos que le permitan enfrentar a una oposición que le apunta y le apuntará cada vez que pueda, y que ya empezó a esmerilarlo con el lanzamiento del libro Para qué, de Mauricio Macri. Definido como un “jugador desafiante y reacio a aceptar límites” por el expresidente en ese libro y como “Señor Ego” por el grupo que encabeza Andrés Ibarra, el candidato macrista para Boca 2023, Riquelme recibe y devuelve dardos con la acidez y firmeza que lo caracterizaba en aquellas épocas del Topo Gigio a Macri.
“En la vida hay que ser agradecido y hay que estar siempre agradecido con Bianchi. Seguramente, si yo no hubiese sido dirigido por él, quizás no estaría hoy acá y, si Macri está donde está, es gracias a Bianchi”, lanzó Román. El duelo seguirá porque sus horizontes los enfrentan: Macri quiere recuperar Boca y Riquelme quiere jugar incluso más fuerte que ahora.
Aunque el panorama se aclara, como grafica un directivo influyente en el club, lo que nadie tiene muy claro es la posición del actual presidente, Jorge Amor Ameal. Existe una tensión permanente entre ambos, pero eso no altera el pacto firmado antes de la elección que los llevó a ganar en diciembre de 2019: Riquelme se encarga de todo lo vinculado al fútbol; Ameal de todo lo demás. Muchas veces, el que amalgama esos dos mundos es el gerente general, Ricardo Rosica, un posible nombre para la fórmula 2023.
El puente La Boca - Ezeiza
“El problema es que a Boca institución se la está reduciendo a un club de fútbol”, desliza un hombre que conoce el día a día xeneize. Riquelme conduce el Boca Predio, las 44 hectáreas en Ezeiza donde “Boca empieza a ser Boca”, como aseguran sus propias redes sociales; pero casi ni pisa las oficinas de la calle Brandsen, en la Bombonera. Un plan más integral –que va desde la práctica deportiva amateur hasta el patrimonio– es lo que deberá comunicar en estos meses si avanza en su candidatura.
Dio un paso en ese sentido a fines de julio, cuando presidió una reunión de comisión directiva ante la ausencia de Ameal, de viaje por cuestiones personales. Aquel día, Román se sentó ante la dirigencia del club, hizo un balance de su gestión al frente del fútbol profesional y escuchó a quienes se encargan de las otras áreas. Hubo un diagnóstico compartido al finalizar el encuentro: sorprendió la soltura con la que se desenvolvió. Todavía no había salido campeón de la Liga, pero Riquelme ya estaba feliz.