ELECCIONES 2022

Una campaña sucia domina el camino al ballotage en Brasil

Sin programas, crecen los golpes bajos. Lula acusó a Bolsonaro de "caníbal" y el presidente llamó "borracho" al opositor. El establishment pide planes.

El próximo 30 de octubre, 156 millones de personas estarán habilitadas en Brasil para volver a las urnas para elegir en ballotage entre el actual presidente, Jair Bolsonaro,  y el principal candidato opositor, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, en la contienda electoral más importante desde la recuperación de la democracia en ese país. Con la ventaja que le brindó la primera vuelta y que le pronostican las otra vez fallidas encuestas, la oposición no duda en bajar al barro que propone el mandatario en la recta final y jugar de igual a igual en una campaña sucia que deja de lado las propuestas.

 

Durante su primera campaña presidencial, en 2018, y en sus cuatro años de gobierno, Bolsonaro se caracterizó por una fuerte campaña de fake news  que, con el tiempo, desencadenó una investigación judicial sobre la llamada “oficina del odio”, por la cual enfrenta, junto a miembros su familia, cargos penales. El ballotage que se avecina es tan importante que, en la primera semana de la segunda campaña, el PT decidió salir a la cancha embarrada que propone el oficialismo –algo que hasta ahora rechazaba– y acusó al jefe de Estado de ser capaz de comer carne humana. 

 

La disputa surgió después de que la campaña del PT difundiera un video de una entrevista de 2016 en la cual Bolsonaro relataba su participación en un ritual de la comunidad indígena yanomami, donde se habrían comido restos humanos. “Ahí me dicen: 'si lo ve, lo tiene que comer'. ¡Lo como!", le manifestó el entonces diputado a The New York Times. Si bien técnicamente no implica la difusión de una noticia falsa porque los dichos existieron, el Tribunal Superior Electoral (TSE) consideró que la declaración de Bolsonaro fue sacada de “contexto” y que “se cambió el sentido original del mensaje”. “No es malicia de nuestra parte, estamos dando información sobre nuestro adversario”, aseguró Lula para defender el polémico juego que su campaña empieza a mostrar que está dispuesta a jugar.

 

Esta nueva fase proselitista, que durante los últimos años el PT supo criticar pero que, ante la necesidad, acepta, posterga e invisibiliza las propuestas concretas de cada uno de los partidos. La polarización hace que la campaña se base en el rechazo al otro más que en la aceptación a uno mismo. Poco se sabe del país que promete el PT más allá de la exclusión de las esferas del poder del presidente y del deseo del retorno a la época dorada del crecimiento y la distribución del primer gobierno de Lula (2003-2007). Lo mismo ocurre con el oficialismo, con la salvedad de que, en el imaginario social, lo que hizo el presidente es más reciente y permite imaginar que, sin pandemia, podrá hacer todavía más. 

 

En un ballotage, la posibilidad de escapar a la publicación o el adelanto del programa de gobierno es más grande porque es un mano a mano y la polarización es más clara, pero Lula comenzó a sufrir presiones para anticipar su juego. Hasta el momento se negó a decir quién ocuparía el Ministerio de Economía –el puesto más importante que deberá llenar en caso de ganar– y una de las pocas promesas que hizo fue la de llevar el mínimo imponible del impuesto a las ganancias de los actuales 1.900 reales a 5.000. El empuje para hacerlo parte desde los sectores que hace unos años apoyaron la destitución de su sucesora, Dilma Rousseff, y que hoy lo acompañan ante el rechazo que genera Bolsonaro, pero que exigen, como mínimo, un compromiso público para saber qué esperar de un posible tercer mandato el petista.

 

Durante el último fin de semana, los dos diarios más importantes del país publicaron editoriales en este sentido. El liberal Folha do São Paulo la tituló “Es la economía, Lula” y escribió que es “fundamental” que el expresidente muestre sus cartas. “La relativa calma financiera no exime a Lula de presentar sus planes y las personas que se encargarían de llevarlos adelante. Es el candidato de la oposición quien está obligado a decir lo que pretender cambiar o preservar”, manifestó. El poderoso O Globo hizo lo propio en un artículo donde manifestó que el líder del PT debe explicar “a qué se refiere” cuando habla de “reindustrialización” y detallar cuál es su plan para el sector industrial, el mismo que hace unos años le dio la espalda y con el que hoy busca volver al Palacio de Planalto.

 

Mientras hace fuerza para ocultar sus cartas, Lula forma nuevas alianzas que buscan ampliar su base electoral y el respaldo del establishment y acelerar la conformación de acuerdos parlamentarios debido a la posición minoritaria que tendrá su partido en las dos cámaras. A los apoyos que recibió de Simone Tebet y Ciro Gomes, que se ubicaron en el tercero y cuarto puestos en la primera vuelta, en los últimos días recibió el respaldo de históricas figuras del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), como los exsenadores Zé Anibal y Aloysio Nunes Ferreira. Por su parte, Bolsonaro no logró ampliar su base de apoyo, pero endureció su discurso: volvió a calificar a su contrincante de “borracho” y anticipó que planea bajar la edad de imputabilidad, ideas que se encuadran dentro de los gustos de su base más dura. 

 

En la recta final hacia el ballotage, dos motivos generan sonrisas en la campaña del PT: los casi seis millones de votos que le sacó a Bolsonaro en la primera vuelta y las encuestas, que coinciden en predecir su victoria arañando el 55% de los votos válidos. A la vez, dos motivos impiden hablar de un triunfo ya asegurado: el fracaso de esta clase de estudios y, además, que el último sondeo de Datafolha mostró que el rechazo de Lula creció seis puntos porcentuales, lo que anticiparía que el campo de batalla se inclinaría hacia algún lado de forma muy tenue y que, para saber hacia qué costado será, todavía falta mucho.

 

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