SAN PABLO (Enviado especial) Cuando esta ciudad amanece después de un domingo para el infarto, no se sabe quién será el próximo presidente del país más grande de América del Sur. El nombre elegido se conocerá en la noche del 30 de octubre, cuando el actual mandatario, Jair Bolsonaro, y el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, se midan en un ballotage a todo o nada con final incierto que se anticipa como una de las batallas políticas más tensas y atrayentes de este siglo en el continente. A pesar de esto, un escenario ya se conoce: con los números que dejó este domingo la primera vuelta electoral, Brasil será más difícil de gobernar en los próximos cuatro años.
Desde el próximo 1 de enero, cuando asuma la primera magistratura, el hombre que reciba más votos en el segundo turno gobernará un país dividido por una polarización extrema. Este domingo, Bolsonaro y Lula se devoraron el 91% de las adhesiones. Las terceras fuerzas no existen en el Brasil del presente. Por ejemplo, la candidata que conquistó el tercer puesto, Teresa Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), alcanzó el 4,16%, un número insignificante ante los dos gigantes. Además, no es cualquier división. Las diferencias entre el jefe de Estado y el exmandatario son profundas y ambas candidaturas basan parte de sus campañas en los contrastes con el otro: Bolsonaro en la opción “libertad” o “comunismo”; Lula, entre “odio” y “amor”.
Además, como suele ser costumbre, ninguna fuerza tendrá mayoría en el Congreso, lo que obligará a negociaciones y transacciones políticas que limitarán el margen de maniobra del Poder Ejecutivo. A la espera de las confirmaciones oficiales, el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro conquistaba 99 asientos en la Cámara baja, es decir, casi una de cada cinco de las 513 que componen el recinto, y se convertía en la bancada más importante. Por su parte, el PT saltaba de sus actuales 56 sillas a 76. Con este escenario, nuevamente el centrão -la coalición de partidos que trabajan con el oficialismo de turno- volverá a tener la llave de oro a la hora de recolectar los votos.
El Congreso que sale de esta primera vuelta también es de alto perfil, lo que le permitirá tener una mayor influencia sobre el día a día que se avecina. Entre los senadores electos aparecen, por ejemplo, el mediático juez Sergio Moro, el mismo que encarceló a Lula da Silva y este domingo consiguió el 33% de los votos en Paraná. También fue nombrado el hasta ahora vicepresidente, Hamilton Mourão, quien recibió el 44% en Río Grande del Sur. En total, al menos nueve personas que pasaron por el gabinete nacional de Bolsonaro consiguieron entrar al edificio legislativo ubicado en Brasilia.
A estos condimentos heredados de la primera vuelta electoral de este domingo se le suman, como si fuera poco, la crisis económica y el impacto que todavía se siente de la pandemia de covid-19. Durante los últimos meses, la inflación bajó e incluso el país registró desinflación, pero a un costo importante: las tasas de interés del Banco Central están muy altas y amenazan con impactar de forma negativa en el día a día de las calles. Además, en plena campaña, Bolsonaro redujo el precio de los combustibles -un problema a nivel internacional-, pero lo hizo al eliminar los impuestos con los que distribuye fondos públicos y nacionales entre los 27 estados. La pobreza también deberá ser tenida en cuenta: según estudios independientes, el 15% de la población, lo que equivale a 33 millones de personas, pasa hambre.
Las gobernaciones también anticipan un escenario difícil. A la espera de las definiciones de 12 provincias que se conocerán en el ballotage, hasta el momento diez partidos diferentes consiguieron al menos una gobernación, lo que genera una nueva fragmentación política y partidaria a nivel federal. Las tres más importantes fueron favorables al presidente: en Minas Gerais y Río de Janeiro ganó en primera vuelta, mientras que en San Pablo conquistó el primer puesto, pero deberá ir a una segunda vuelta que tiene casi asegurada a raíz del voto opositor al PT que podrá recoger el exministro bolsonarista Tarcísio Freitas. En un país federal como Brasil, el futuro mandatario deberá negociar con el Congreso, con las provincias y con la oposición.
La campaña que comienza este lunes también se pronostica compleja. Ambos candidatos dejarán todo en la cancha política para ganar la elección y, al tener en cuenta los antecedentes de 2018 y de este año, eso anticipa una fuerte batalla que podrá contar con masivas movilizaciones cotidianas, una profundización de la polarización que por momentos se manifiesta a través de hechos de violencia y una difusión masiva de fake news, especialmente generadas por el oficialismo, que las utiliza a gran escala y de manera cotidiana y sistemática. Si el cierre electoral de este año será a muerte, el camino que vuelve a comenzar no será de tranquilidad.
Todavía no se sabe quién se hará cargo de este deber presidencial, pero se sabe que por delante tendrá una tarea titánica, grande como el territorio del gigante sudamericano.