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Unidad y un socio de riesgo, el plan de Lula para ganar en primera vuelta

Amasa un movimiento que revitalice al PT e incluya un sector de centroderecha para dejar atrás a Bolsonaro. El reto del consenso interno y el fantasma de Temer.

El próximo 2 de octubre, Brasil comenzará a definir su futuro cuando se lleven a cabo una de las elecciones presidenciales más importantes desde la recuperación de la democracia. En un escenario marcado por la crisis sanitaria y económica, tras cuatro años de un gobierno autoritario y ante una polarización amenazante entre el mandatario Jair Bolsonaro y el expresidente Lula da Silva, el gigante sudamericano empieza a trazar un camino que gravitará en todo el continente y que finalizará el 1 de enero con la asunción del binomio presidencial, la nueva distribución del poderoso Poder Legislativo y las autoridades subnacionales.

 

A pesar de que todavía el escenario no está definido, las encuestas y negociaciones generan una sonrisa en la izquierda local que trasciende fronteras. A la espera de la confirmación de las dos principales candidaturas, tanto de Bolsonaro como de Da Silva, todos los sondeos muestran como claro favorito al líder metalúrgico para vencer en el mano a mano que no se pudo realizar en 2018 por el encarcelamiento del líder del Partido de los Trabajadores (PT). En este contexto, Lula busca generar un gran frente opositor capaz de triunfar. En diálogo con Letra P, uno de los integrantes de la mesa nacional del PT, Alberto Cantalice, ejemplificó: “Lula tiene claro que quiere ser candidato de un gran movimiento, no solo de un partido político”.

 

En este sentido, realiza su jugada maestra junto a su rival de la segunda vuelta de 2006, Geraldo Alckmin, un representante de los sectores del establishment reacios a aceptar la vuelta del PT, con el que busca ganar en primera vuelta. “Si me ayuda a gobernar, no veo ningún problema en que sea mi vicepresidente. Las diferencias se dejarán de lado porque el desafío, más que ganar, es arreglar a Brasil”, tuiteó el metalúrgico hace unos días. Para concretar este objetivo, restan dos definiciones. Por un lado, que Lula confirme que será candidato y, por el otro, que Alckmin se afilie a un nuevo partido luego de abandonar el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Su salida es vista como una aceptación, porque su histórico partido rechaza esta maniobra, por lo cual solo resta saber a qué siglas se unirá.

 

“A pesar de haber sido adversarios, es una alianza entre sectores democráticos. Es una forma de juntar a todos los sectores anti-Bolsonaro y antifascistas”, explicó Cantalice en diálogo con este medio. La jugada evidencia el rechazo generado por el clan Bolsonaro tanto en la izquierda como en la derecha. El primero siempre fue notorio, pero el segundo muestra que se convirtió en un monstruo indomable para el establishment que en un momento lo apoyó al observarlo como el único capaz de vencer al PT. Durante estos años, Bolsonaro cruzó las líneas rojas que intentaron imponerle y convirtió a su país en un exponente internacional de la negación del Covid-19 envuelto en escándalos de corrupción, que solo encuentra aliados internacionales en la ultraderecha mundial.

 

En conversación con Letra P, Ana Tereza Duarte, doctora en Ciencia Política de la Universidad Federal de Pernambuco, aseguró que esta estrategia es "muy inteligente” por parte de los dos partidos, ya que la imagen del PT “está desgastada” y el PSDB “se encuentra con pocas posibilidades de volver a ganar”. “La unión de los dos principales partidos de centro renueva la imagen de izquierda liberal de la candidatura de Lula”, agregó.

 

De la mano. Lula y Alckmin en diciembre pasado.

Según pudo saber Letra P, a la espera de definiciones, Da Silva discute con las principales figuras nacionales del PT los próximos pasos. Entre ellas aparece la presidenta del partido, Gleisi Hoffman; el gobernador de Bahía, Rui Costa; el excandidato a presidente Fernando Haddad, el exgobernador Jacques Wagner y el gobernador de Ceará, Camilo Santana. “Está en proceso de consulta interna y con otros partidos para formar el equipo de campaña”, detalló Cantalice. Distintas fuentes de la centroizquierda brasilera coinciden en destacar que la alianza con Alckmin es posible, pero que deberá someterse a un debate amplio y sin restricciones. Por su parte, Lula es consciente de la dinámica interna y pregona la versión brasilera de un precepto peronista: primero la patria, después el movimiento y, por último, el hombre.

 

Esta alianza también busca generar gobernabilidad en un sistema político donde jugar en soledad es imposible. “Es precisa la unidad para formar mayorías en el Parlamento. La alianza es el inicio de un movimiento para conseguir la gobernabilidad”, detalló Cantalice. En este punto, el Congreso y Alckmin son dos factores que generan temor en algunos sectores del PT ante la posibilidad de sufrir una nueva traición como la de Michel Temer, el entonces vicepresidente de Dilma Rousseff, que promovió la destitución de la exguerrillera. Los puntos que sumaría Alckmin se pueden perder en la discusión interna ante esta amenaza latente. “Lula y parte del PT no tienen la preocupación de una posible traición”, aclaró Cantalice.

 

La apuesta ocupará un gran espacio de poder al tener en cuenta que reunirá al representante más importante de la izquierda y a un delegado de la derecha tradicional reacia a volver a aceptar a Bolsonaro. De esta manera, también busca opacar al resto de las candidaturas que buscan escapar de la fuerte polarización. En ese tercer espectro aparece el juez que encarceló a Lula da Silva y exministro de Bolsonaro, Sergio Moro, quien intenta construir una ancha avenida del medio. Lo mismo pretende, pero más desde la izquierda, Ciro Gomes. Más atrás en las encuestas aparecen el gobernador de San Pablo y candidato del PSDB, Joao Doria, y un puñado de nombres que no supera el 2% de intención de voto.

 

Las próximas semanas marcarán el rumbo de unas elecciones definitivas. Si se confirma su jugada, la decisión de Lula da Silva será una apuesta que obligará a negociar cuotas de poder. Generará temor en algunas de sus fuerzas aliadas y esperanza en otras. El líder del PT sabe que Brasil no se puede recorrer en soledad y Alckmin aparece como una buena compañía.

 

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