SEGUNDO TIEMPO

Balance 2021: pax romana en el FdT y un liderazgo en construcción

Fernández cerró el año con una evaluación positiva, confía en el crecimiento de la economía y piensa en 2023. Las correcciones internas y la relación con CFK.

“Néstor decía que la crisis de la 125 había parido a una Cristina presidenta. Tal vez las PASO hayan parido a Alberto presidente”. El Frente de Todos quiere creer. La dura derrota electoral de septiembre, la tormenta política interna y las diferencias expuestas con la vicepresidenta le dieron un baño de realidad al presidente Alberto Fernández, que terminó el año con un balance positivo, pero con preguntas abiertas sobre la construcción de su liderazgo, la conducción de un espacio que todavía analiza como tramitar las discusiones y sus chances de reelección, en 2023.

 

Un funcionario que trabaja cada día al lado de Fernández afirma que “la película empezó en mayo de 2019 y se está desarrollando”. El Presidente todavía padece las consecuencias de su cambio de rol, de operador estrella al líder que la dirigencia y espacios políticos que no se sienten conducidos por Cristina Fernández de Kirchner le piden que sea.

 

El clima político que se construyó sobre la hora, en el último mes y medio de 2021, después de la remontada de noviembre, empuja. “El año terminó bastante bien. Desde el punto de vista de la actividad económica, mucho mejor de lo esperado y proyectado. En lo social, sin conflictos. Con una situación compleja, pero con una red de contención muy fuerte. En lo político, con cierta armonía interna. Superamos una crisis y estamos todos pensando en 2023”, apunta un hombre de máxima confianza del jefe de Estado.

 

Cómo se edifica el horizonte 2023 es un tema en debate. Las organizaciones que se cobijan bajo su ala le piden a Fernández que tome vuelo propio. “Hay que empezar a armar en el territorio, a pesar de Alberto”, definen en uno de los espacios que convocó a la militancia el 17 de noviembre a la Plaza de Mayo. El Presidente, dicen, ya no será quien tome el rol que tuvo en 2019, “punteando nombres distrito por distrito”, pero alguien deberá hacerlo por él.

 

Fernández no alienta. La mesa política que armó después de las elecciones, integrada por el canciller Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y los ministros Gabriel Katopodis, Juan Zabaleta y Jorge Ferraresi, se reunió durante varios lunes, pero se enfrió una vez que tomó trascendencia mediática. El primer mandatario prefiere no hacer movimientos que alteren la calma conseguida.

 

En su entorno pulsean, como siempre, quienes alientan las gestas independentistas y quienes piden pie de plomo. “La reelección va a depender de una sola cosa: la gestión. Si Alberto puede concretar en estos dos años lo que prometió en la campaña 2019, entonces habrá 2023. Solo hay chances de reelección si hacemos un buen gobierno”, apunta un albertista de pura cepa que reniega del armado de mesas políticas. “Tu mejor mesa política es gestionar. Lo que diferenció siempre al peronismo es la gestión. Por más mesa política que haya, si la gestión no anda, no sirve”, dice el mismo funcionario. Fernández tiende a suscribir esa línea de pensamiento.

 

La decisión de poner la política en un segundo plano altera a la dirigencia territorial. Algo de eso, en un tono cordial, escuchó Fernández en la Quinta de Olivos el lunes 20, cuando recibió a los diputados y a las diputadas que forman parte del bloque del FdT que conduce Máximo Kirchner. “Alberto está convencido de que la derrota electoral tiene explicación en la pandemia. No ve errores políticos o de comunicación. Está viendo otra película”, dice un diputado que habita en el ala cristinista, estuvo en el brindis de fin de año y advierte, con cierta perplejidad, que al albertismo “no le importa mucho la política”.

 

La reunión de Fernández con el bloque de la Cámara baja en Olivos se concretó pocos días después del revés que el Gobierno sufrió en ese recinto con el debate del Presupuesto 2022. Sergio Massa planteó esa noche que la Casa Rosada tiene que empezar a ajustar las clavijas en la relación con las provincias que no colaboraron con los votos. “Dijo que hay que plantarse, es el que tiene más conciencia del tiempo político que se vive”, agrega el mismo diputado.

 

En un punto coinciden todas las tribus: la importancia de la unidad. Ya casi no hay, dentro del FdT, dirigentes que se animen a proponer rupturas, más allá de las incomodidades. Afuera, no hay sobrevida para nadie. “Hay sectores minoritarios dentro de los dos espacios que pueden plantearlo, pero son grupúsculos, gente que no entiende la política, que no dimensiona el costo que tendría una ruptura”, dice un funcionario que acompañó a Fernández en los momentos de mayor tensión y de pase de facturas, tras la derrota de las PASO. Fue el momento más duro para el Presidente, que sufrió la interna pero, mucho más, la derrota inesperada, que lo golpeó en lo personal.

 

La tormenta interna dejó secuelas, pero albertistas y cristinistas coinciden en que después de “la semana trágica”, como le llaman en algunos despachos oficiales a los días posteriores a las PASO, la relación entre Alberto y Cristina se fue acomodando. Más allá de las desconfianzas, los encuentros entre ambos se hicieron mucho más frecuentes y ya rompieron el promedio de “las 19 reuniones de trabajo” que CFK contó en su carta que tuvo con Fernández desde el 10 diciembre de 2019 hasta la fecha de la publicación, el 17 de septiembre de 2021. “Se hizo más habitual”, dicen en el Instituto Patria. “La relación está muy bien”, apuntan en el entorno presidencial.

 

“Hoy podemos decir que hay cierta armonía. Objetivamente nadie es más que nadie en el frente. Todos somos necesarios. Todas las partes importan. Las PASO fueron un golpe de realidad. La certeza de que ningún espacio se puede superponer sobre otro”, agrega un integrante de primera línea del gabinete.

 

Después de las elecciones, ambos bandos bajaron la intensidad de conflicto. La pax romana encuentra distintas explicaciones, según los interlocutores: el fin del período electoral, las Fiestas de fin de año y una reflexión interna profunda, pero, sobre todo, la decisión del Presidente de pedirles a sus funcionarios y funcionarias de mayor confianza que bajaran el nivel de críticas hacia el cristinismo. Dicho de otra forma, controlar “los off the record” del albertismo. “Pidió que bajaran la confrontación con los pibes”, dice un dirigente territorial. “Lo tenemos presente, hubo un cambio de actitud en ese sentido”, afirman cerca de Kirchner. Uno y otro sector coinciden en que hay que cambiar las formas de tramitar las diferencias. “La carta no le sirvió a nadie, nos hizo daño a todos”, agrega un integrante de la mesa chica presidencial. 

 

El albertismo entiende que los próximos meses deben estar orientados a “fortalecer el liderazgo del Presidente” y pensar en la reelección. Algunos gestos entusiasman a la dirigencia. La decisión de acompañar a Kirchner en su asunción al frente del Partido Justicialista bonaerense, en San Vicente, después de la derrota del Presupuesto, generó celebraciones en la tropa alberista. “Fue un gesto de conducción política”, define un ministro, que también señala que, en los últimos meses, Fernández corrigió otros aspectos, como el encuadre de la comunicación, además de los ajustes del gabinete. La convocatoria a la Plaza de Mayo, el 17 de noviembre, fue otro hito en el camino. “Hoy Alberto se dedica a cuidar tres pilares: el acuerdo con el FMI, el crecimiento económico y la unidad del FdT”. 

 

La gestión sigue bajo la lupa. Fue Cristina la primera en advertir públicamente sobre los “funcionarios que no funcionan”, a fines de 2020. Desde entonces, el gabinete atravesó cambios leves, en la previa de las elecciones, y otros más violentos, después de las PASO. En la intimidad de la Casa Rosada ya nadie vislumbra que en los próximos meses pueda haber grandes modificaciones, aunque sí se habla de “ajustes” en la gestión, en segundas y terceras líneas. Hay un diagnóstico en el que coinciden los distintos sectores que forman el FdT: los ministerios “loteados” tienen dificultades para ejecutar políticas y las guerras internas traban, por ejemplo, la llegada de fondos al territorio. En ese análisis trabaja en estos días la Jefatura de Gabinete, que conduce Manzur, con su brazo ejecutor, Jorge Neme.

 

La agenda de los próximos meses está centrada en el ansiado acuerdo con FMI, la piedra en el zapato del Gobierno que Fernández ansía remover para darle paso a la agenda de la reactivación económica y “la distribución”. Los tiempos impacientan a albertistas y cristinistas, que se quejan por lo bajo por la demora.  

 

El Presidente, en tanto, seguirá con los "encuentros de cercanía" que inauguró tras la derrota electoral y le permiten tener una conexión descarnada con la realidad. En el entorno del primer mandatario dicen que mantendrá la rutina “hasta el último día de su mandato”. Aunque reniegue de los armados políticos, el propio Fernández puso en marcha el plan 2023 el 17 de noviembre en Plaza de Mayo, una idea que no encuentra desafíos internos. Cristina, Kirchner, Massa y el resto de los socios coinciden en que, si el Presidente no llegara a 2023 con chances de reelección, tampoco las tendrá otro integrante del FdT.

 

El Conicet, blanco de la motosierra libertaria.
Javier Milei y la ministra Sandra Pettovello.

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