Hace menos de dos años, cuando se creó, en el universo del fútbol había consenso en que la Liga Profesional venía a aportar lo que le faltaba a la Superliga: política. Caracterizada por su profesionalización y su transparencia, la gestión de Mariano Elizondo, el CEO de la Superliga nacida en 2017 junto al retorno del fútbol pago por TV, terminó desacreditada por una dirigencia que hace de la rosca su leitmotiv.
Ahora, ese aspecto de argentinidad que iba a insuflar la nueva gestión es lo que termina sacando a Marcelo Tinelli del último refugio futbolero que le quedaba. Lo dijo este fin de semana Ricardo Carloni, vicepresidente de Rosario Central: “Hay mucha política, pero lo que hace falta es gestión”. A esta altura, ya nadie defiende la conducción del magnate televisivo, a la que algunos definen como “testimonial” y otros, como “fantasmal”. Sin un referente que ordene, la rosca en la que se mueve plácidamente un grupo importante de presidentes de clubes puede derivar en algo ingobernable. Fue lo que le pasó a Tinelli en este paso en falso –otro más– dentro del fútbol.
Por la pandemia, por sus obligaciones laborales en la TV o por su obsesión por aterrizar en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) con el aval del presidente Alberto Fernández, Tinelli no estaba en el día a día, no se mostraba activo ni tampoco resolvía lo que los clubes demandaban. Tendrá hasta el 31 de marzo para guarecerse en la tropa propia y diseñar un control de daños que no habilite a que sus principales detractores se queden con el cargo central de la mesa directiva del torneo más importante de fútbol argentino.
Un lugar en el fútbol
La discusión que transcurre por estos días es quién se hará cargo de esa transición hasta el 31 de marzo. Un grupo asegura que debería ser Cristian Malaspina, presidente de Argentinos Junior, actual vice de la Liga Profesional y en sintonía con Viamonte 1366, el edificio donde gobierna Claudio Tapia. Otro grupo entiende que, de acuerdo al estatuto, le corresponde asumir esa responsabilidad a Sergio Rapisarda, presidente de Vélez y actual secretario de la Liga. Nadie se pone de acuerdo en esa cuestión, que podría ser menor pero también clave para el futuro: para algunos dirigentes, estos dos meses y medio serían una prueba piloto, un examen.
Como fuere, el mojón final es el 31M: ese día, por elección o por decisión consensuada entre los 28 clubes, una nueva persona asumirá la presidencia de la Liga y deberá completar el mandato interrumpido de Tinelli, que expiraba en 2024.
Nada está decidido, pero un sondeo rápido por el WhatsApp de los presidentes ofrece al menos tres nombres: a Rapisarda y Malaspina se le suma Juan Sebastián Verón, vicepresidente de Estudiantes. La Bruja asoma como posibilidad, aunque el exjugador no tiene tanta presencia en las mesas dirigenciales donde se dirimen muchas de estas cuestiones. Alguien que lo venera y postula le reconoce una debilidad: “Se cansa muy rápido”. Cuando se trata de conducir pero, además, lidiar con empleados, dirigentes, periodistas y gobiernos, la paciencia es un factor determinante.
Electores
El sector cada vez más pequeño que todavía le responde a Tinelli quiere que, a partir del 31 de marzo, el presidente sea Rapisarda, dueño de una inmobiliaria en el barrio de Caballito y reelecto en Vélez hace menos de un año. En la AFA admiten que Rapisarda reúne un consenso general, pero, también, que Tapia no tiene la mejor relación con él. “Habrá que esperar unas semanas”, sueltan. Acaso quieran posicionar a otro candidato.
El Gobierno, por su parte, tiene a sus emisarios mirando el escenario con cautela y atención. “Que al próximo presidente lo elija el fútbol. No quieren que se meta la política y después la van a buscar para ordenar”, le dice un funcionario a Letra P, enojado por las desprolijidades recurrentes que exhiben los dirigentes. El Gobierno no intervendrá, porque también entiende que la Liga está por debajo de la AFA, sellada hasta 2025 por Tapia luego de varios meses de turbulencias.
El otro gran elector es un grupo histórico: los cinco grandes. Todos coinciden en que, si Boca, River, Racing, Independiente y San Lorenzo se ponen de acuerdo en un nombre, ese será el próximo presidente de la Liga. Sin embargo, acaso eso nunca suceda: cada club desanda un camino individual. ¿Y si solo acuerdan Boca y River? Jorge Amor Ameal pretende eso desde hace tiempo, aunque no logra una postura común ni con su vice, Juan Román Riquelme.
Una historia pendular
Para quienes conocen los pormenores de estas idas y vueltas, pero ahora ven todo desde el costado, el escenario genera indignación. El péndulo dirigencial en el fútbol argentino no se detiene desde la muerte de Julio Grondona: la Superliga vino a resolver el desgobierno post 38-38 e intervención de la FIFA, luego la Liga Profesional llegó para darle volumen político a la Superliga y ahora la Liga Profesional necesita un cambio porque así no se resuelve nada. En el medio de todo eso, ninguna de las demandas de los clubes tuvo avances significativos: ni mejoras en los ingresos de TV ni anular la derogación del decreto 1212 para garantizar beneficios fiscales ni las apuestas deportivas que podrían aumentar los ingresos ni los operativos de seguridad ni quién paga lo que saldrá el VAR, prometido para 2020.
Lo que dijo Carloni evidenció ese aspecto pendular en el que se mueve la dirigencia futbolera. “Se hablan a ellos mismos. Cambian el discurso de un día para el otro y justifican lo injustificable”, le dice Elizondo a Letra P. A él lo sacaron en 2020 por el motivo inverso del que ahora corren a Tinelli. Los dirigentes tienen principios, pero, si no convencen o no gustan, siempre tienen otros.