Agarra la pala y también el rastrillo, el diputado santafesino Joaquín Blanco. Se queda largas horas en las arenas de Mar del Plata junto a su hija de seis y su hijo de tres años para recuperar algo del tiempo perdido durante el largo y duro 2021. También le toca pelotear y barrenar olas, por lo menos hasta que caigan vencidos por el sueño. Junto a su esposa, el socialista eligió La Feliz para veranear. De paso, aprovecha y se encuentra con camaradas que viven en la localidad. “Es una ciudad amigable con los socialistas”, describe.
Seguidor fiel del exgobernador Miguel Lifschitz, Blanco se define como un “hombre de partido”. Milita en el socialismo desde los 15 años y tiene una responsabilidad de jerarquía dentro de la estructura partidaria, por lo que su 2022 asoma complejo. Se prepara con dos lecturas: cuando permanece bajo techo consume Diario de una temporada en el quinto piso, de Juan Carlos Torre, una “lectura obligatoria” en todas las facultades de Ciencias Económicas. Cuando opta por la reposera y la sombrilla, en la playa, se concentra en los cuentos que Jorge Luis Borges reunió en El libro de arena.
En diálogo con Letra P, le baja la espuma al frente de frentes, el armado que la oposición de Santa Fe aspira a alcanzar para enfrentar al peronismo. Por otro lado, castiga al gobernador Omar Perotti y afirma: “El gobierno tiene un enorme problema de política”.
-Murieron Hermes Binner y Lifschitz, ganaron las internas, Clara García surgió como candidata... demasiado para 2021. ¿Ahora, en 2022, qué?
-Para el socialismo fue un año absolutamente bisagra. En Santa Fe, ningún partido político vivió lo que nosotros vivimos. 2022 es el año del salto. Tenemos que presentar el futuro, prepararnos para gobernar y tener una enorme audacia para interpretar la realidad.
-¿Es un año de apertura, también?
-Es un año para fortalecer una idea política. La dicotomía que se viene en Santa Fe no es entre peronismo o antiperonismo, sino si queremos un Estado manejado por administrativistas, de una manera conservadora, o tenemos la decisión de transformar la realidad a partir de un programa de cambio. Si entendemos eso, vamos a dar en la tecla. Caemos si queremos repetir en Santa Fe una estrategia a nivel nacional. Le erramos.
-¿Eso es cerrarle las puertas al bendito frente de frentes?
-Ni nos asusta ni nos convoca. Para nosotros, hoy, es un eslogan vacío.
-¿No entusiasma?
-No tiene contenido. La pregunta es “para qué” y no deja de ser una expectativa o un deseo de un conjunto de dirigentes cuyo objetivo es, imagino, ganar una elección. Tengo 41 años, me gusta ganar elecciones, pero más me gusta transformar la realidad, gobernar. Tenemos que tener un programa muy progresista, muy de cambio, donde se ponga lo humano, lo productivo, lo social arriba de la mesa. Hay que tomar como piso lo que construimos los gobiernos del Frente.
-¿Cuál es su capital?
-El saber hacer. El PS, junto con un montón de aliados, tiene equipos de gestión que no tiene nadie ¿Quién puede exhibir hoy una Andrea Uboldi, un Gonzalo Saglione, una Claudia Balagué, un Pablo Seguezzo? Tenemos todas las condiciones para que 2022 sea un gran año.
-¿Coincide en que el Frente Progresista, como se lo conoció, ya no existe, como le dijo a Letra P el intendente Jatón?
-Es cierto lo que plantea Emilio, porque el Frente que conocimos era uno en el cual estaba el radicalismo y hoy no está más, más allá de algunos grupos que siguen participando. También es cierto que el Frente Progresista hizo una gran elección a nivel local en 2021. No me importa tanto el instrumento si tenemos claro qué es lo que queremos hacer.
-¿Todo va camino a una gran interna opositora en Santa Fe?
-Es superapresurado. Tenemos una identidad y todo lo que hagamos lo vamos a definir de manera colectiva, a través de nuestros cuerpos orgánicos. No hay un único camino para pensar 2023. Todo lo que hagamos tiene que ser mirando las próximas elecciones, pero, también, un partido político que se proyecte hacia el futuro. Nadie nos va a arrastrar a un lugar en el cual no estemos cómodos ni creamos que sea una verdadera herramienta de transformación. No vamos a ser parte de algo que no sea serio para las expectativas de cambio de la provincia. En uno de los momentos más críticos, junto con la compañera Clara García, sacamos 230 mil votos. Eso tiene un valor enorme y se respeta.
-Lifschitz decía que el límite era el PRO. ¿Con el nuevo escenario no hay límites?
-Más que poner límites tiene que ver con compartir un programa y que la gente que forme parte comparta los valores, que lo haga coherente. La discusión sobre los límites es tratar de vetar al otro, que también le puede pasar a uno.
-Para ese objetivo, ¿Maximiliano Pullaro y Julián Galdeano son más confiables que Federico Angelini y José Corral?
-Todos los radicales de esa lista formaron parte del Frente Progresista, algunos desde los 2000 y estuvieron hasta hace pocos días. Con muchos de ellos nos une una situación hasta de afecto personal. Con otros las diferencias son muy obvias, no vamos a hacer política en nombres, vamos a hacerla en ideas, consolidar lo propio, la propuesta. Lo peor que podríamos hacer es creer que los problemas de Santa Fe se resuelven con una foto donde se juntan dirigentes. Se pueden ganar elecciones con una foto, pero no se puede gobernar. Es para tener en cuenta lo que está pasando con Cambiemos a nivel nacional, evidentemente hay un debate interno no saldado en esa coalición.
«Se pueden ganar elecciones con una foto, pero no se puede gobernar»
-¿Cómo evitar que Pullaro vaya por la presidencia de la Cámara?
-¿Por qué evitarlo? No tenemos que impedir nada, hay un mandato electoral, que es la lista que mayoritariamente acompañó a Miguel en 2019 y, en ese marco, hay una primera minoría en la Cámara, que es el bloque del Partido Socialista, nos corresponde la presidencia. En el peor momento nuestro, en el medio de la enfermedad de Miguel, se venció el mandato de la presidencia y todos los bloques tuvieron una actitud humana y esperaron los tiempos políticos. No tengo nada que señalar ni reprochar a ningún otro bloque porque nadie especuló, no sé qué pasará en mayo.
-Tras la derrota, Perotti parece mostrar una apertura de su gabinete y su persona. ¿Cambió el estilo?
-En el marco de la crisis fenomenal de inseguridad, hubo una necesidad política muy grande de que tuviera oxígeno la figura de (el ministro de Seguridad) Jorge Lagna, un hombre de la política, de la Legislatura y, con mucha inteligencia, planteó la apertura y la convocatoria. A los 20 días de eso vino la discusión del Presupuesto, donde la Cámara de Diputados no participó y vino una media sanción (NdR: se refiere a la aprobación) del Senado en la cual no hubo diálogo. El gobierno de Perotti tiene un enorme problema de política, una debilidad a la hora de pensar al rival político como un adversario y necesita que el relato de su gestión sea algo más que un revanchismo o una reivindicación de los gobiernos de (Jorge) Obeid y (Carlos) Reutemann. El 70% de los santafesinos no acompañó la boleta con la cara del gobernador. Es necesario que entienda que 2022 no es un año electoral. Es, tal vez, el último año de gestión pura que tenga Perotti. Si no pone toda la carne al asador, ¿cuándo?