A quince minutos de la medianoche del miércoles, el ministro de Economía, Martín Guzmán, recibió la confirmación de que el proyecto de ley de Presupuesto 2022 tenía la venia del presidente Alberto Fernández, la firma del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y viajaba al Congreso de la Nación, justo sobre el deadline constitucional para enviar el texto al parlamento. El ministro estaba en el Palacio de Hacienda con todo su equipo, a un cruce de calle del tembladeral que era la Casa Rosada. El día había comenzado con el acto en el que Guzmán presentó el proyecto de ley para fomentar inversiones en hidrocarburos con deliberados llamados a la unidad de la coalición de gobierno, que quedaron a contramano de lo que sucedió inmediatamente después. Uno de los hombres más cuestionados por un sector del oficialismo y más sostenidos por el Presidente atravesó la balacera de fuego amigo absorbido por la gestión. Un mensaje de texto de la vicepresidenta Cristina Fernández, en la que le desmentía haber pedido su renuncia, ayudó a descomprimir la tensión.
Según reconstruyó Letra P de fuentes de Economía, Guzmán cruzó varios llamados con Cristina durante el miércoles de furia, siempre en tono de gestión. La vicepresidenta terminó de descomprimir con un chat. Ese intercambio no desmiente las críticas que recibe la conducción económica de parte de la vicepresidenta y de su entorno. Las blanqueó, entre otros, el gobernador Axel Kicillof, que pidió "relajar la mirada fiscalista". Pero le sirvió al ministro de sostén hacia afuera: los mercados y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Guzmán dejó trascender que en ningún momento presentó su renuncia. De nuevo, un mensaje hacia el principal acreedor y a sus países accionistas: "En Economía no hay ningún cambio, seguimos gestionando con la misma visión". Para Guzmán, la avalancha de renuncias no debería incidir en el trato con el Fondo porque, dicen, "el resto del Gabinete no negocia con el FMI".
Guzmán se enfocó en su burbuja de gestión a tal punto que otros altos funcionarios lo notaban en un mundo paralelo, ajeno a lo que ocurría dentro del palacio. En medio del tembladeral, el ministro mantenía su foco en la estabilización de la macroeconomía y la reducción de la inflación, un proceso que considera que llevará años. La crisis política se deglutió de la agenda los dos proyectos de ley claves que presentó este miércoles. El ministro parafraseó a Cristina al hablar de "terquedad y adaptabilidad", al introducir el proyecto de ley para inversiones en hidrocarburos. Cualquier similitud con su accionar no es mera coincidencia. "Hemos gobernado 21 meses en este contexto de enorme incertidumbre, donde la adaptabilidad ha sido fundamental. Todo el tiempo hubo que dar respuestas, siempre con convicción de que cada paso lo hacemos con el objetivo de cuidar a nuestra Argentina", dijo.
El mensaje hacia afuera de continuidad de figuras y de rumbo se complementó con otro hacia adentro, que se desprende del proyecto de ley de Presupuesto 2022 que llegó al Congreso. El texto fija la posición de Economía -que Guzmán pretende que sea el plan económico del Gobierno- en tres temas clave. Primero, no contempla pagar los U$S19.000 millones de vencimientos de capital al FMI, que se renegociarán. Segundo, el déficit primario cerrará 2021 en 4% del PBI -lo que supone una fuerte aceleración de la ejecución del Gasto en lo que queda del año- y bajaría a 3,3% del Producto en 2022. Ese rojo se financiaría con la mitad de emisión monetaria que este año (1,8 puntos del PBI, contra 3,6% de 2021) y con más deuda en pesos.
En tercer lugar, los subsidios energéticos caerían de los más de 2 puntos del PBI a 1,5% del producto. Según la proyección de Guzmán, el fin de la Resolución 46, un esquema de subsidios a la producción de gas que creó el gobierno de Mauricio Macri, garantiza que, sin tocar nada más, los subsidios pesen 1,8 puntos del Producto. La segmentación de tarifas agregaría un recorte adicional de 0,3 puntos porcentuales.
A la coalición oficialista, el Presupuesto también le promete una mayor ejecución de la inversión en obra pública (pasará del 2,2 al 2,4 por ciento del PBI), con fuerte hincapié en la construcción de gasoductos y de viviendas. Para Guzmán, la construcción dinamiza la demanda agregada. Contrapone el gasto en infraestructura con los subsidios a los sectores acomodados, lo que lo llevó a enfrentarse a cielo abierto con el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, y con todo el cristinismo. Esa mirada se verá reflejada en breve, como parte de los anuncios que prepara la Casa Rosada. Habrá una mayor aceleración del presupuesto para obra pública, que el ministro considera subejecutado. Serían pequeñas obras para mejorar infraestructura de barrios, que ejecutarán cooperativas vinculadas a movimientos sociales. Una especie de salida por arriba al reclamo de convertir los planes Potenciar Trabajo en empleo. El texto promete una recomposición de los salarios formales de la economía de 3,8% real para este año y de 4% adicional para 2022, con una inflación que cerraría 2021 en 45,1% y descendería con fuerza a 33% el año entrante. El dólar oficial, marcado en $131,1 para diciembre de 2022, volverá a ser usado como ancla.
Economía descuenta que el Presupuesto tendrá modificaciones en el trabajo en comisiones del Congreso, como suele ocurrir. Pero confía en que el quiebre dentro de la coalición gobernante no modificará los lineamientos generales del texto, que Guzmán define como su plan económico. "Aprobamos 15 leyes económicas en estos 21 meses", repite el ministro, para relativizar cualquier impacto de las diferencias internas en su cápsula de gestión.