Dos eventos capaces de modificar el futuro aparecen en el largo acontecer de la crisis venezolana. El ansiado diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y las distintas oposiciones, pronto a anunciarse en México, y las elecciones subnacionales y regionales del 21 de noviembre, cuando también se renovarán los cargos ejecutivos y legislativos de los 23 estados y los 335 municipios del país, tienen el poder de catalizar soluciones pacíficas y negociadas o de potenciar los problemas. Ante una comunidad internacional más activa que se muestra dispuesta a jugar sus cartas, la Argentina por ahora observa de lejos, a la espera de una invitación para sentarse en la mesa de los grandes.
“En el diálogo político de paz con la oposición guaidocista vamos bien”, aseguró Maduro en relación a las conversaciones que existen con el líder opositor reconocido como presidente encargado por más de 50 países, Juan Guaidó. Según el líder chavista, el diálogo “ya tiene un documento” y todavía “se está debatiendo la agenda”, que incluiría “siete títulos”. A la espera de los detalles finales, una fuente diplomática venezolana le confirmó a Letra P que las tratativas “se están realizando al más alto nivel” y que son “coordinadas directamente” por el propio Maduro junto a los gobiernos de Noruega y México.
En este nuevo escenario, la administración de Alberto Fernández observa con distancia, pero atenta. Fuentes de la Cancillería le aseguraron a Letra P que hasta el momento no llegó una invitación formal para ser parte, asunto que le corresponde al Reino de Noruega, país coordinador de los contactos. En el Palacio San Martín explicaron que existe predisposición y que, ante un eventual llamado se podría generar una colaboración, pero que, hasta el momento, los teléfonos no sonaron. Así se lo hizo saber el canciller Felipe Solá al asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Jake Sullivan, en su visita por el país de la semana pasada. “Todavía no recibimos ninguna invitación. Si la hubiera, la evaluaríamos. Estamos para colaborar”, aseguraron a este medio.
En diálogo con Letra P, María Isabel Puerta Riera, doctora en Ciencia Política y profesora en la universidad Valencia College de Orlando, aseguró que la mesa de diálogo es necesaria porque “el país necesita respuestas” que “contribuyan a mitigar el impacto de la crisis política y de la pandemia”. De todas maneras, aseguró que será “muy difícil” alcanzar acuerdos porque “los dos sectores tienen objetivos que no necesariamente coinciden”.
Las expectativas son muy altas, porque, por primera vez desde la irrupción de Guaidó en el escenario, en enero de 2019 –hasta entonces, una figura de poca relevancia–, hay un canal público abierto entre las partes que, además, incluye a los sectores más dialoguistas de la oposición, desde hace tiempo distanciados de aquel. Por un momento parecen quedar atrás las amenazas mutuas, la inflexibilidad partidista y la ceguera política en un país que se hunde en su propio petróleo. El temor que existe y existirá hasta que se pongan las eventuales firmas finales –nada estará acordado hasta que todo esté acordado– es que una cima tan alta de expectativas provoque una caída muy dolorosa. La cautela, el compromiso mutuo y la precisión de metas alcanzables serán fundamentales para que la crisis encuentre un diálogo fructífero y no languidezca en el mar Caribe.
Todas las partes llegan a este diálogo necesitadas, lo que aumenta la presión para buscar soluciones conjuntas. Por un lado, un chavismo acorralado por tres frentes: las sanciones económicas internacionales; las causas que pesan sobre Maduro en la Corte Penal Internacional (CPI), que se presta a anunciar si abre una investigación en su contra, y las disputas internas entre sus distintas corrientes, que dirimieron fuerzas el último fin de semana en las elecciones primarias de cara a noviembre. Por el otro, una oposición que responde a Guaidó obligada a recuperar sus herramientas políticas para cumplir alguno de sus prometidos objetivos luego de haber rechazado participar en las legislativas de 2020, en la que sí jugaron otros sectores opositores que dejaron al líder de Voluntad Popular pedaleando en el aire. Por lo tanto, las negociaciones pueden ser una solución nacional y, a la vez, un revitalizador político interno.
En un contexto en el que ningún sector logra imponerse sobre el otro, tanto por vías legales como ilegales, el diálogo es la última oportunidad y, dicen, más vale tarde que nunca.
En este contexto, para Puerta Riera será difícil alcanzar un acuerdo, porque tanto el oficialismo como la oposición irán a buscar objetivos distintos. Maduro anticipó que viajará con cuatro demandas principales: el levantamiento de las sanciones, el reconocimiento de su gobierno, el compromiso de la oposición a renunciar a la violencia y la participación de toda la oposición. Esto será un primer obstáculo porque, afirmó la analista, para la oposición “no es fundamental el levantamiento de las sanciones” y porque, en definitiva, eso “va a depender de las condiciones internas de Estados Unidos” y de lo que decida su presidente, Joe Biden. Por su parte, “la oposición acudirá buscando oportunidades que le permitan elevar su perfil político, pero eso va a depender de Maduro, que no dará esas concesiones”, agregó. “Los dos van en condiciones de desventaja”, completó.
Después de mucho tiempo, el escenario venezolano promete cambiar. De la capacidad política de las partes involucradas en la crisis para alcanzar acuerdos y de la coordinación de los actores internacionales dependerá que esos cambios sean positivos. Un desenlace adverso, en cambio, podría apretar más un nudo muy difícil de desatar.