El Gobierno de Alberto Fernández ha decidido encarar el problema de la inflación en momentos en que se incinera aquella promesa de precios estables de los alimentos en la mesa de los argentinos. Dejó de lado el gradualismo y recetas aparentemente más estériles, para aplicar músculo intervencionista con el cierre de exportaciones de carne. Al margen del efecto que obtenga, queda claro que los funcionarios del Gobierno y el propio Fernández sostienen que los precios altos de los commodities y bienes exportables son parte esencial de la causa inflacionaria que sortea el 4% mensual con frecuencia. Paradoja económica: el grifo que alimenta de dólares y es fuente de toda fe y esperanza es el que presiona en el costo de los alimentos.
Con solo evaluar que el kilo de asado aumentó interanualmente en abril un 95,8%, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), basta para atender el calificativo de “desmadre” que le puso el propio Fernández a la corrida de la carne. Por eso dijo que debió "poner orden en quienes exportan y en el Mercado de Liniers" ya que "no es posible que los exportadores que venden a China" compren ahí, porque, entonces, "prevalece el precio de la exportación y eso solo ya tergiversa el precio del mercado interno".
Fernández apela a la siguiente teoría: con el precio internacional en alza de un bien, el productor del mismo decide si lo vende al exterior o en el mercado interno, pero en este último caso busca cobrarlo al mismo precio que el internacional. Es decir, ningún exportador venderá más barato internamente teniendo más caro el commoditie afuera.
Si bien el Gobierno habla de efectos multicausales que desatan la inflación, le da crédito a la teoría de que los precios internacionales altos y récords de la soja y maíz, como también en carne y trigo, impactan en el rubro alimentos al ser componentes directos o indirectos en los procesos productivos. Es más, esa dinámica puede implicar otros aumentos si es que se traslada la demanda a productos sustitutos. En la ganadería queda evidenciado el uso del alimento a base de subproductos de soja en feedlots o invernadas.
“Es un hecho objetivo y venimos trabajando para reducir esas tensiones”, sostuvo días atrás el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Allí aparecen mecanismos intervencionistas. Por un lado, el cupo que obliga que una parte se venda en el mercado local generando una oferta interna; el cierre de exportaciones; o el aumento de retenciones para influir en la oferta del productor, dado que recibe menos al exportar.
Inflación importada
La llamada inflación importada es una discusión económica desde hace décadas. Ahora bien, ¿cuál es la incidencia real en la mesa de los argentinos de la suba de esos commodities o bienes exportables que en la mirada más simple son divisas que engordan al fisco?
Según Julia Segoviano, economista de la consultora LCG, tiene cierto efecto, pero “definitivamente no es el principal problema respecto a los registros mensuales de 4,8% de marzo o 4,1 de abril”. “La inercia inflacionaria pone un piso del 3% cuando antes era de 1,5%, pero después de tres años por arriba del 30% anual, el problema es mucho más estructural”, explicó la economista a Letra P.
Incluso apunta que los registros están altos igual por más que los principales precios relativos como el tipo de cambio, tarifas y hasta algunos alimentos están sostenidos; por lo tanto, “hay algo más operando, no sólo los precios de los commodities”.
Pablo Olivares, consultor económico y ex secretario de Finanzas de Santa Fe durante el gobierno del Frente Progresista también cree que el alza de los commodities es solo un factor más y que el problema es multicausal. Entiende que el core inflacionario se debe a la política monetaria y fiscal expansiva del segundo semestre de 2020 para contener los efectos de la pandemia en consumo y puestos de trabajo. Esa expansión encontró una oferta productiva rígida debido a las restricciones dispuestas y una inversión casi inexistente.
“Están haciendo impacto las medidas monetarias y fiscales, porque siempre demoran su impacto macro, las cuales chocaron contra una oferta rígida porque no hay un incremento en la producción que haya permitido absorber esa mayor demanda y evitar que se traslade a precios”, afirmó a Letra P. También observa como clave un cambio en la composición de la demanda para consumo. Por un lado ha habido una caída en el poder adquisitivo de los salarios ya que aumentaron debajo de la inflación y, por otro lado, un incremento en los subsidios a una importante parte de la población.