ECONOMÍA 2021

La apuesta de riesgo de Pesce para calmar al dólar

Factores estacionales y de fondo auguran presiones sobre el tipo de cambio, pero la autoridad monetaria reduce el ritmo de devaluación. La inflación, la clave.

La historia y quienes analizan la economía auguran para este mes la posibilidad de que las presiones sobre el dólar recobren violencia, pero la respuesta del Banco Central (BCRA) apunta en un sentido contrario. De hecho, la autoridad monetaria decidió reducir el ritmo de minidevaluaciones del tipo de cambio –crawling peg–, que pasarán de 3,7% a un 3% mensual, y corregir a la baja las posiciones de dólar futuro. El mensaje es claro: la tregua debe seguir.

 

La entidad avaló el lunes un deslizamiento del dólar oficial del 0,3%, que coincidió exactamente con el de las otras modalidades: el mayorista y los arbitrados en bolsa, el “MEP” –Mercado Electrónico de Pagos– y el “contado con liquidación”. El ilegal blue, en tanto, siguió pinchado.

 

 

En primer lugar, el incremento de la demanda de pesos de ese mes y de enero –motivada por la necesidad de las empresas y los particulares a hacer frente al pago de aguinaldos, gastos para las fiestas y previsiones para las vacaciones– suele cambiar de sentido en febrero. “Típicamente, febrero es el peor mes en términos de demanda de dinero: el apetito por los pesos suele caer hasta 6% mensual solo por factores estacionales. Lo preocupante es que la economía no llega en buena forma y la resaca monetaria de 2020 se hace sentir”, dijo en un reciente informe la consultora Consultatio Plus. La consecuencia es conocida: si el peso no es deseado, el refugio es el billete verde.

 

Segundo, continúa ese trabajo, este mes “todavía es demasiado temprano para la oferta de dólares de la cosecha gruesa. De hecho, en promedio, es el peor en términos de liquidación. El nivel de reservas netas agrava la preocupación: se llega con el nivel más bajo en mucho tiempo”.

 

En tercer lugar, el Gobierno y empresas deben hacer frente a pagos de intereses de deuda, lo que presiona más sobre las menguadas reservas del país. En efecto, el Tesoro procedió a pagarle 315 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantener las negociaciones en un cauce positivo.

 

Pese a todo eso, el Central decidió reducir al 3% la pauta mensual de devaluación del peso. La clave de eso es la proyección de inflación que realizan las autoridades, terreno en el que se dirimirá la disputa con un mercado que hace cálculos muy diferentes.

 

La política oficial apunta a que el dólar no se atrase a fin de que el superávit comercial sea lo más robusto posible este año, acercando al Central divisas necesarias para hacer frente al funcionamiento de la economía y a la desconfianza de algunos agentes. “Si el saldo comercial termina en niveles similares a los de 2020, entonces vamos hacia un año similar a 2020 en términos cambiarios”, le dijo a Letra P una fuente del Banco Central. “Para pensar en liberar controles, las exportaciones argentinas deberían llegar a 90.000 millones de dólares anuales”, añadió. Parece que para eso falta bastante: las de 2019, sin el condicionamiento de la pandemia, apenas superaron los 65.000 millones.

 

“No solo nos guiamos por los números del Presupuesto, sino que los ponemos en práctica”, explicó esa fuente al justificar la decisión de Miguel Ángel Pesce de reducir el crawling peg justo cuando el mercado espera turbulencias. Esa ley prevé una inflación del 29%, con una posible dispersión de hasta cuatro puntos porcentuales, en cualquier caso inferior al 36,1% del año pasado. Ahí radica la principal duda que genera la estrategia oficial.

 

Si antes de la calamidad sanitaria la inflación evolucionaba a un ritmo superior al 50% –la de 2019 fue de 53,8%–, ¿qué razón justificaría que su caída, provocada por el freno de la actividad de las restricciones sanitarias, se consolide una vez que estas sean historia? Por eso, los analistas privados consultados en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que elabora cada mes el BCRA esperan una inflación del 49,8% para el año en curso.

 

El Gobierno, que sostiene contra viento y marea la idea de un 29% incluso en las negociaciones con el Fondo, cree que no existe una evolución pareja de los precios a esos niveles elevados. Al contrario, entiende que algunos ítems –los alimentos en general y la carne en particular– se sobrecalentaron y pronto deberían moderar su suba, haciendo lugar a que otros productos se adecúen sin provocar una aceleración del índice general.

 

Por esa razón, el Banco Central espera con expectativa el número que arrojará el INDEC respecto de enero último. Si este pasara del 4%, la opinión del mercado sería observada con mayor atención y el retruco de la revisión a la baja de la pauta de devaluación, pensada de nuevo.

 

Para hacer más compleja la cuestión, no solo la inflación esperada impacta sobre la evolución que las autoridades le darán al dólar oficial; al revés, lo que ocurra con los tipos de cambio paralelos también influye sobre el nivel de precios.

 

“Para este Banco Central, tres factores contribuyen a la inflación: tipo de cambio, paritarias y tarifas. Por ahora, nos apegamos a lo que indica el Presupuesto y suponemos incluso que las tarifas van a tener cierta actualización”, dejaron allí la puerta abierta a un futuro que se intenta domar, pero que resulta inevitablemente incierto.

 

Marco Lavagna sigue al frente del INDEC
El desempleo de Javier Milei, fase dos del Caputazo.

También te puede interesar