A pesar de la declinación registrada a partir de septiembre, que en diciembre se transformó en déficit, el saldo comercial argentino cerró el año pasado en terreno positivo por 12.528 millones de dólares, informó el INDEC. Lo que ocurra en esa materia en el año en curso será fundamental para que la economía nacional cuente con las divisas suficientes para hacer frente a las necesidades de importación de los consumidores y las industrias dependientes de insumos extranjeros, así como para que el Banco Central recupere reservas y reduzca las expectativas de devaluación del tipo de cambio oficial. Nadie espera un resultado rutilante, pero sí uno suficiente para darle una chance de éxito a la política económica en el año electoral.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el saldo del año pasado fue inferior al de 2019, cuando llegó a 15.990 millones de dólares. Asimismo, resulta claro que se vinculó con una dinámica económica anómala, como lo fue la de una pandemia que deterioró severamente la actividad y el comercio internacional. En efecto, mientras que las ventas externas totalizaron 54.884 millones de dólares (-15,7% interanual), las compras fueron de 42.356 millones (-13,8%).
Asimismo, 2020 dejó prendidas las luces amarillas de la erosión de los números positivos, que se desplomaron desde los 1.446 millones de dólares de agosto a apenas 598 millones en septiembre y 386 millones en noviembre. En diciembre, hubo un déficit de 364 millones.
Esto último, que interrumpió una racha virtuosa de 27 meses, se explica por el paro de casi tres semanas de los trabajadores portuarios y recibidores de granos, lo que se tradujo en un retroceso interanual de las exportaciones del 34,1%. Para peor, la comparación se establece con diciembre de 2019, cuando los exportadores de soja hacían fila para liquidar stocks en previsión del incremento de las retenciones que, suponían bien, aplicaría el nuevo gobierno de Alberto Fernández.
Más allá de eso, la tendencia del superávit comercial es a la baja, lo que se explica en la normalización de la actividad económica en paralelo a los ciclos de la pandemia y al rebote de una actividad industrial muy dependiente de partes e insumos importados. Así las cosas, ¿qué se debe esperar este año? ¿Hay algún factor extraordinario que venga al rescate?
De acuerdo con un trabajo de la consultora Ecolatina, "el déficit de diciembre fue algo coyuntural y puntual, explicado esencialmente por problemas logísticos. Por este motivo, proyectamos que el saldo comercial de este año superaría al de 2020, ubicándose cerca de 13.000 millones de dólares".
La consultora introdujo el factor electoral en su análisis, al señalar que es dable desear que "la tentación de atrasar al tipo de cambio real no juegue en contra (…), reduciendo la competitividad precio de nuestra economía y alimentando la brecha (cambiaria): los perjuicios serían muy importantes".
Por el momento y más allá del camino de cornisa que transita el ministro Martín Guzmán, cercado por la necesidad de estabilizar la macro, la torsión del mercado, la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la lógica electoral y el condicionamiento del cristinismo, no hay señales en ese sentido. Mientras las consultoras privadas manejan proyecciones de inflación del 3,5% para enero, el tipo de cambio oficial, que rige el comercio exterior, ya se corrigió al alza en más de 3%… a falta de tres ruedas para finalizar el mes.
La buena noticia para el ministro y para el titular del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, el mencionado factor extraordinario, es el precio internacional de la soja, que el martes volvió a cerrar, tras una transitoria corrección a la baja, por encima de los 500 dólares por tonelada.
Fuente: Ámbito Financiero.
Si bien ese precio se vincula con un dólar barato en el mundo y con una sequía que afecta a Argentina y Brasil, el violento empinamiento de los precios de los últimos meses (más del 50% desde agosto) más que compensaría la caída esperada de la producción, del orden del 5% con respecto a la campaña anterior, de acuerdo con la Bolsa de Cereales. La existencia de mejores términos de intercambio (sin precedentes desde 2014) en el producto que, junto a sus derivados, da cuenta de casi un tercio de las exportaciones nacionales resulta un dato clave.
Al respecto, la consultora Analytica señaló en un trabajo reciente que, "con las estimaciones actuales de producción y a precios de diciembre, este año el complejo sojero podría aportar 4.000 millones de dólares adicionales al Mercado Único y Libre de Cambios y 302.800 millones de pesos (0,8% del PBI) más a la recaudación por derechos de exportación".
"En un escenario más optimista, tomando los precios de los futuros de soja a mayo de 2021 (504 dólares), esos valores pueden llegar a 5.600 millones de dólares y a 357.000 millones de pesos", respectivamente, añadió.
Ese es el factor que permitiría compensar el incremento de las importaciones, que continuará en la medida en que la economía marche hacia un rebote estimado entre el 5 y el 6% en el año.
Sin embargo, el escenario positivo para el Banco Central y sus reservas tiene factores condicionantes. "A partir de marzo-abril, la soja generará mayores excedentes en el mercado de cambios, que fortalecerán las reservas internacionales. Sin embargo, no hay condiciones para garantizar que ese flujo sea permanente y el pasado así lo demuestra. La inteligencia del Gobierno estará en aprovechar el mayor ingreso previsto de dólares para acomodar su política monetaria, con tasas de interés reales positivas, y reducir la brecha cambiaria y la inflación", dijo Analytica. No es seguro, sin embargo, que encarecer el crédito forme parte de las políticas oficiales en un año electoral. Así, el futuro del dólar se mantiene como una incógnita.
El partido es crucial. Las reservas brutas del Central se van acercando poco a poco a los 40.000 millones de dólares gracias a la paulatina recuperación de los últimos meses, cepo recargado mediante. En tanto, las netas o realmente disponibles están en el orden de los 5.000 millones, según fuentes privadas. Una posición más robusta resultaría crucial para terminar de desalentar las expectativas de devaluación del tipo de cambio oficial y, con ello, la tendencia de los exportadores a esperar mejores condiciones y de los importadores a anticipar operaciones.