Omar Perotti, el gobernador de Santa Fe, tiene puesta la cabeza más en el lunes que en el domingo. De hecho, todavía no confirmó que vaya a dar el presente en el búnker que el Frente de Todos montará en Rosario y no sería extraño que, tal como hizo en la PASO, no se mueva de la ciudad capital.
Perotti tratará de zafar del tren de una esperable derrota. Jugó a provincializar una elección nacional y a despegarse del olor kirchnerista y el desbande del gobierno nacional. Sin embargo, no alcanza: el gobernador es parte de la coalición de gobierno, es un aliado del presidente Alberto Fernández y así lo percibe el electorado santafesino. De eso, por más esfuerzo que haga, le es imposible escindirse.
Por ese motivo y ante la hecatombe que puede sufrir el gobierno nacional a partir del lunes, Perotti profundizará su relato, volverá a su libreto y mantra. Se concentrará en la provincia y procurará revisar y hasta relanzar su gestión, porque ahí está su futuro político. Sin reelección en el horizonte, al jefe de la Casa Gris le tocará acomodar las piezas del tablero santafesino.
En ese mosaico de retoques, volverá a tener vida la interna del peronismo y la relación del gobernador con las figuras que decidieron plantarle un enfrentamiento. Con Alejandra Rodenas, por ejemplo, no habla desde el momento en que la vicegobernadora decidió enfrentarlo junto a Agustín Rossi. Aunque sobre la chicharra la rosarina llamó a votar a la lista de Perotti, la que encabeza Marcelo Lewandowski, por la cabeza de Perotti no pasa un mínimo atisbo de reconciliación.
También le tocará al rafaelino reorganizar el gabinete que lo rodea. El ministro de Gobierno, Roberto Sukerman, está más afuera que adentro: sería el segundo que la gestión se comería en menos de dos años. Sin un nuevo mandato por delante, no sería extraño que el gobernador se jugara una ficha por alguien más cercano, de su riñón, que al menos pudiera responder efectivamente por él a la hora de las negociaciones con la oposición y otros actores.
Dos años en política es una eternidad, pero Perotti no deja de pensar que el tiempo se le agota sin la chance por delante de otro mandato. Tiene la puerta abierta para encabezar una lista de aspirantes a la Cámara de Diputados y darle al PJ una mayoría en ese recinto, aunque nunca descansará en su proyecto de jugar en la liga nacional, más aun con un peronismo tan revuelto.
En la Legislatura también tiene que revisar sus movimientos. Dispone de un grupo escuálido de siete bancas sobre 50 y en el Senado se enfrenta al eje que encabeza su enemigo Armando Traferri. No la tiene sencilla, pero el salto de un sector de la UCR progre – el de Maximiliano Pullaro – a Juntos por el Cambio lo motivó a iniciar el espinoso camino de un cambio de fichas con el socialismo. A cambio de sostenerse en la presidencia de la Cámara baja, el PS podría convertirse en un bloque que viabilizara los proyectos e intenciones del Ejecutivo. Se verá si madura la fruta.
El camino, como se ve, es espinoso. Por si fuera poco, una victoria de JxC en Santa Fe alentará el cuore radical, que aspira a reunir a toda la oposición. Si lo logra, es casi un golpe de gracia para el peronismo de Santa Fe. También, para Perotti.