Esperaron más de una década para que el peronismo santafesino vuelva al poder central aunque mal no les iba. Después de doce años sin conflictos con el Frente Progresista, las intendencias del PJ se reagruparon para la unidad en 2019 y, de a poco, se empoderan al calor del oficialismo. Siempre con una prioridad convertida en máxima: juego propio, alambrar sus municipios y no inmolarse por nadie. Un peronismo prolijo. El gobernador Omar Perotti decidió descansar en el peso territorial que despliegan, sobre todo en su segundo año de gobierno para fortalecer su gestión y también sus chances electorales. Mientras que los intendentes se acercaron al fogón de Perotti con la idea de aportar, pero sobre todo de recibir.
El peronismo tiene un tercio del total de jefaturas territoriales, gobierna en 99 de un total de 365 localidades: 21 intendencias y el resto presidencias comunales. Un poder cuantitativo apenas disminuido respecto al radicalismo. En tanto, desde hace 30 años no puede recuperar Rosario, perdió en 2019 Venado Tuerto y en 2007 Santa Fe capital, y gobierna Rafaela y Reconquista, para citar las cinco ciudades más importantes. Tiene una expansión pareja en zonas meramente agrícolas, otras industriales, y urbanas.
Por ejemplo tiene fuerte presencia en el Gran Rosario con la ciudad de Funes encabezada por el intendente Rolvider Santacroce, en Granadero Baigorria con Adrián Maglia, en Pérez con Pablo Corsalini y tuvo durante muchos años la populosa Villa Gobernador Gálvez a manos del fallecido Pedro González, lo más parecido al viejo calificativo de barón del conurbano. En la misma región, sobre el cordón industrial y agroexportador con las intendencias de Capitán Bermúdez, Fray Luis Beltrán y Puerto General San Martín, del histórico Carlos de Grandis.
Al sur mantiene Villa Constitución y Arroyo Seco, y al norte se destacan Tostado, y Reconquista. Desparramados en el centro sur y centro oeste se destacan Rafaela, del perottista Luis Castellano, Cañada de Gómez con Stella Maris Clerici, Las Parejas, Carcaraña, Casilda y El Trébol. Toda una amalgama de personas entre las cuales abundan las que están atornilladas en la gestión, algunas más influyentes en el PJ santafesino que otras, pero también una juventud que puja por hacerse el lugar en las discusiones de fondo. No serán caciques, pero administran sus tribus.
Nexos
Hay un vínculo particular entre el gobernador Perotti y las figuras justicialistas que gobiernas ciudades, porque él fue intendente durante tres períodos de su Rafaela natal. Por lo tanto, explican, tiene a favor que conoce las necesidades, entiende el tenor de las demandas para gestionar, pero también sabe los rincones por dónde escapar.
«Perotti les tiene contadas las costillas, olvidate»
El gobernador es un dirigente cuidadoso y hasta desconfiado en la gestión, algo que lo traslada a su relación con las intendencias. “Les tiene contadas las costillas, olvidate”, grafica un funcionario a Letra P. Tiene trato directo, y, a muchos de los que se mantienen en el poder desde hace más de 15 años, los conoce justamente de su época de intendente. Puso como comisario territorial a José Luis Freyre, exintendente durante tres períodos de Venado Tuerto y expresidente del PJ provincial. En él descansa la distribución de los recursos que, juran, son equitativos sin importar el signo político.
Todo el acercamiento que se hizo explícito con el apoyo al sello del gobernador, Hacemos Santa Fe, tiene un trabajo previo de armonización de recursos. Sin embargo, a esa lógica práctica se le imponen los intereses políticos. Si bien no son los barones bonaerenses con poder de fuego determinante en la gobernación de Buenos Aires y hasta en el Gobierno nacional, las intendencias justicialistas tienen autonomía tanto económica como política.
De hecho el acercamiento a Perotti lo hacen desde ese lugar: no dependen exclusivamente de una asistencia de las arcas del Estado provincial, ni temen una urgencia extrema como para pedirle el matafuegos a la Provincia. Es más, durante la pandemia, hicieron caja: ciudadanos encerrados, sin obras, sin fiestas locales, y con recursos asignados sin cuarentena. Obviamente pelean los fondos que reparte la Provincia, pero sin necesidad de llegar al conflicto.
Esa característica juega en el vínculo. Al pedido de influir más en la dinámica y gestión, se le suma que aspiran a ganar lugares en futuras listas, principalmente en elecciones provinciales. Saben que el actual gobernador no tiene reelección y, si no pisa Buenos Aires en 2023, lo más seguro es que aspire a encabezar la lista de Diputados provinciales. Además, existe un paralelismo con Buenos Aires en la forma de juntar los votos, es decir, arranca por lo municipal y luego va hacia arriba. Eso Perotti lo sabe, por eso dio luz verde a que municipalicen la campaña despegándose del Frente de Todos (FdT) nacional.
El vínculo al que más le prestan atención es al de los senadores departamentales, 19 regiones representadas por legisladores, en muchos casos vitalicios, que tiene una billetera enorme, muchas veces cuestionada por su reparto de recursos. Obras, ayudas económicas, aportes puntuales de todo tipo, crean una relación estrecha sobre todo en pueblos. Rosario es distinta, pide por su autonomía plena y tiene un empuje propio como segunda ciudad del país.
En conclusión, las intendencias hacen su juego más allá del color político en la Casa Gris e incluso de alguna jefatura momentánea en el PJ. El ejemplo es el Nuevo Espacio Santafesino (NES), un grupo de intendentes y dirigentes bajo el ala del senador justicialista Armando Traferri que terminó desmembrado y la mayoría migrando al sello de Perotti, con quien el legislador mencionado está enfrentado. Lo cierto es que con el peronismo en el poder central todo el marco se les da de manera más natural para acomodarse y hacer proyectos personales sin tener que pactar tanto.