Guardado, refugiado en su oficina de La Usina, en la Cámara de Diputados o en su casa, el socialista Miguel Lifschitz no se pone ansioso. Deja que pase el tiempo, juega al pragmatismo que más le gusta y hace oídos sordos a las voces no peronistas que lo apuran, que le piden señales para la competencia de 2021. No larga prendas sobre el año que viene, solo se permite criticar duro al gobierno de Alberto Fernández y confiar que todavía hay margen para construir una opción nacional por fuera de la grieta.
El pico de la pandemia comió en Santa Fe a toda la política; o a casi toda. La agenda es sanitaria, de inseguridad y ambiental, temas que –a entender del exmandatario socialista– desgastan la gestión del gobernador Omar Perotti. El rafaelino convive al mismo tiempo con pandemia, homicidios e incendios en las islas frente a Rosario. Ante ese combo, el silenzio stampa es la receta del socialista.
Pero su silencio es solo parte de su estrategia, que incluye además recorrer vía telefónica el espinel de dirigentes, el mundo empresarial y referentes de organizaciones con los que tiende puentes, afianza vínculos, refresca el diálogo. Detuvo la recorrida por los departamentos del interior santafesino y delegó el fogueo político del PS en el diputado provincial Joaquín Blanco, el diputado nacional Enrique Estévez y la concejala de Rosario Verónica Irizar.
Extenderá ese silencio todo lo que considere necesario. Ya dijo que no descarta ser candidato a senador nacional y que le hace ruido un frente de frentes, con el PRO y la UCR. Los radicales, sobre todo, lo presionan a favor de la construcción de ese armado y quieren llevarle un banquete bien nutrido al que no pueda negarse. Tiempo al tiempo, repite Lifschitz.
PALO A FERNÁNDEZ. Una de sus más recientes apariciones públicas fue este lunes, en una actividad junto a la exintendenta de Rosario Mónica Fein, la líder del GEN Margarita Stolbizer y el referentes de Libres del Sur Humberto Tumini. Luego de elogiarlo cuatro meses atrás, de destacar varios atributos, Lifschitz cuestionó duramente al Presidente; dijo que la Casa Rosada recrea herramientas “del pasado” con el ánimo de “reinstalar paradigmas”.
En ese sentido, hizo hincapié en las “políticas cambiarias y sociales del gobierno”, y agregó: “No vemos propuestas de desarrollo que salgan de viejas herramientas tan propias del peronismo”.
Para el socialista, Fernández daba en mayo los primeros pasos para un rompimiento de la condición binaria que impera en la política doméstica. Sin embargo, en la charla que organizó el Cemupro remarcó que ahora se “profundiza la grieta y confrontación”, cuando en realidad “se necesita un gobierno de concertación”. “Nada de eso está ocurriendo”, afirmó.
“Han creído que podían solos, prescindiendo de la oposición”, consideró el socialista, en referencia al Frente de Todos, y deslizó que por ese motivo Argentina se encamina “rápidamente” a un proceso de “ingobernabilidad”.
Acto seguido, se calzó el traje de dirigente nacional y bregó por la construcción de “un gobierno de coalición, progresista”. “Hemos probado radicalismo, el peronismo en todas sus versiones, la centroderecha moderna con el PRO, lo único que falta ensayar es una propuesta progresista de centro izquierda”, se envalentonó.