El intendente Frente Progresista de la ciudad de Santa Fe, Emilio Jatón, está a punto de quitarse una astilla que le dejó su antecesor, el radical macrista José Corral: en los próximos días, le pondrá la firma al acuerdo final de consolidación y refinanciación de deuda con las empresas de recolección de residuos, que le reclamaban una cifra millonaria, y que fue uno de los temas más picantes durante el periodo de transición, a fines del año pasado. Funcionarios de su mesa chica afirman que gestionar en pandemia se lleva toda su atención y siente que tiene margen para levantar el pie del acelerador de la rosca partidaria. Confía que el apoyo que recibió en las urnas le garantiza sostener su lugar en el Frente Cívico y Social y pega espalda con espalda con el exgobernador Miguel Lifschitz, en quien delega la rosca.
Pero, volvamos al principio. En la radiografía del sistema de residuos santafesino aparecen las UTE Cliba, Urbafé y Milicic. Las dos primeras son las encargadas de la recolección de residuos y la última opera el relleno sanitario. Entre las tres exigían el saldo de unos 700 millones de pesos, cifra que se acumuló luego de la cesación de pagos de los últimos siete meses de la gestión Corral y ocho de la gestión Jatón durante los cuales se abonó la mitad del servicio.
Así, la basura, siempre un foco candente de municipalismo básico, marca una especie de primer mojón en la era Jatón a cargo de la capital provincial. La oposición, la enrolada en Juntos por el Cambio, fustiga al dirigente y lo acusa de tener ritmo lento de gestión y escasas apariciones públicas en medio de la crisis por coronavirus. En tanto, en el Palacio Municipal cierran filas: “Resolvimos una deuda enorme, en un momento de máxima caída de recaudación, y lo hicimos sin conflictos con las empresas”, defendió un funcionario ante Letra P.
Y es que esa métrica, de andar sin sobresaltos y sin contrapuntos marcados con la oposición, que sostuvo aún en épocas de campaña, le permite al experiodista comodidad para sostener relaciones institucionales y acordes a libreto con los núcleos de poder. El vínculo con el gobernador peronista Omar Perotti no trasciende lo institucional, pero en el gobierno local reconocen que la Casa Gris nunca dejó de atender el teléfono.
El diálogo con el ministro de Gestión Pública, Rubén Michlig, es aceitado pero no sale del cerco covid-19, y Jatón sabe que si bien no le sueltan la mano y le envían recursos específicos para atender la pandemia tampoco van a aflojar la soga. Las posturas quedaron claras en medio de las tensiones por la Ley de Necesidad Pública: cuando Jatón tuvo una postura mucho más tibia que su par Pablo Javkin y se despegó de las duras críticas que hizo el rosarino a los diputados frentistas.
El detrás de escena de ese porte más moderado es la pertenencia que siente Jatón al Frente Progresista Cívico y Social, un proyecto político que lo tiene como figura fuerte al exgobernador socialista Miguel Lifschitz y donde él -por el momento y a diferencia de Javkin- no tiene intenciones de disputar liderazgo. El periodista devenido en dirigente descansa sobre su amplio caudal de votos, que le permite seguir teniendo su lugar sin la exigencia de participar permanentemente de la rosca interpartidaria más fina. El socialismo, por ejemplo, está en pleno proceso de renovación de autoridades nacionales y provinciales y tiene que definir si va a internas y Jatón está sorteando el desgaste de esas discusiones.
Sin embargo, no saca del todo los pies del plato. Hace un mes se mostró con el exintendente radical de Santa Fe Mario Barletta, que fue embajador en Uruguay durante el gobierno de Mauricio Macri. El encuentro, que tuvo como celestino al también radical y exdiputado nacional Hugo Marcucci, fue un guiño al Frente pero también un mensaje de ambos al exintendente Corral, y una devolución a la oposición intransigente de los alfiles corralistas en el Concejo, que aunque con los votos no llegan a frenarle proyectos generan ruido fuerte.