Veinticuatro horas después de asumir como ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni designó interinamente a Daniel Alberto García como superintendente general de Policía. Así, el hasta ese momento subcoordinador general llegaba al máximo escalafón al que un efectivo de la fuerza provincial puede aspirar: jefe de la Bonaerense. Berni lo ratificó en el cargo tras el Operativo Sol 2020 debido a la eficacia mostrada por García en la coordinación de aquella misión con epicentro en la costa atlántica, una temporada marcada por el asesinato de Fernando Báez Sosa a manos de un grupo de rugbiers a la salida del boliche Le Brique, en Villa Gesell. Policía de calle y conurbano, no de escritorio, verticalista y orgánico, poco se conoce sobre García por fuera de los márgenes de la fuerza a pesar de conducir un ejército que volvió a estar bajo la lupa por la desaparición de Facundo Astudillo Castro. Adentro, le reconocen su expertiz en el funcionamiento de la policía y su gran poder de adaptación al ministro de turno.
Antes de llegar a ser la cabeza máxima de la Bonaerense, “El Fino”, como lo apodan, fue el segundo de la Policía en el último tramo de la gestión de Juntos por el Cambio. La salida de Cristian Ritondo al frente del ministerio implicó también la renuncia de Fabián Perroni como Superintendente General de Policía. Perroni tenía un perfil alto, encabezó timbreos de Cambiemos, al igual que su antecesor Juan Pablo Bressi. Por decisión de Ritondo, hubo incluso timbreos policiales en los que cada comisario tenía la orden de recorrer comercios de su jurisdicción, hablar con vecinos y conocer las problemáticas. ¿El objetivo? Mostrar cercanía entre la fuerza de seguridad y la población, una medida que también incluyó la app Seguridad Provincia, mediante la cual la población podía conocer a quienes coordinaban las comisarías. A diferencia de sus antecesores, García lleva adelante una gestión lejos de la exposición pública.
Las fuentes consultadas por Letra P coinciden en describirlo como un jefe verticalista, orgánico y conocedor del territorio; características trasladables al ministro; un soldado que está cuando lo convocan, como hizo Berni cuando la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner lo mandó a ser garante de la política de Seguridad de Axel Kicillof, algo que no le agradaba demasiado. García responde: conduce la fuerza de 90 mil integrantes, a la que conoce al detalle, según describe a este medio un exfuncionario.
“Nunca se olvide de que el ámbito de nuestro trabajo es la calle, el barrio: el jefe de la Policía y los oficiales jefes deben estar al lado de cada uno de los hombres que todos los días, por esa vocación de servicio, ponen en riesgo su vida en cumplimiento del deber”, fue la primera instrucción pública de Berni a García.
García inició su recorrido en la fuerza en 1989. Su primer destino fue la comisaría Décima de Tres de Febrero. Estuvo al mando de la siempre caliente Dirección Departamental San Martín y de La Matanza. Con cientos de litros de nafta gastados en las profundidades del conurbano, pasó también por la Dirección de Investigaciones (DDI) del populoso distrito y por la de Morón.
En la carrera ascendente de García –sobre todo durante la gestión Ritondo– también se incluye el control de la Superintendencia de Seguridad AMBA Oeste y la Subcoordinador General de Policía por decisión del entonces ministro de Seguridad, quien también ponderó al actual subcoordinador general pperativo: el comisario general Jorge Oscar Figini. Los jefes policiales de la gestión Ritondo siguen en la era Berni.
En su declaración jurada, según consigna Perfil, García aparece como el sexto efectivo con mayor patrimonio: dos millones novecientos mil pesos. Dijo tener un vehículo y la mitad de otro por más de 800 mil pesos y una casa junto a su pareja en el partido de Tres de Febrero, valuada en 2,5 millones de pesos. Además de ahorros equivalentes a 35.000 pesos, una parte menor en dólares y deudas por 52.000 pesos. El policía con mayor patrimonio es Figini, el actual número 2.
Berni, Carlos Bianco y Daniel García (Foto: AGLP)
EL CASO ASTUDIILLO. Con la desaparición del joven Astudillo Castro, el 30 de abril, y la sospecha que recae sobre efectivos de Villarino, García rompió el silencio: “Soy el primero que quiere que aparezca con vida”, dijo hace un mes tras intervenir la Policía Comunal de Villarino y las comisarías de Mayor Buratovich y de Pedro Luro. “Hay que llegar a la verdad, eso es lo más importante. Tranquilidad a la madre y a toda la comunidad”, dijo a La Brujula,
Kicillof y su mesa chica esperan el avance de la investigación. La aparición de un cadáver en una zona de cangrejales de Villarino Viejo que podría ser del joven, según su madre, aumenta la tensión y eleva las sospechas de un caso de exceso policial. El gobernador ya avisó que no se encubrirá a nadie; el presidente Alberto Fernández le expresó lo mismo a la madre del joven, Cristina Castro, a quien recibió en Olivos.
De confirmarse las sospechas de participación policial en la desaparición de Astudillo Castro, Kicillof ordenará una purga que no incluiría a Berni. Y aunque “el Fino” García quedaría en el centro de la escena, hoy el ministro no tiene argumentos para responsabilizarlo. Es un orgánico de carrera que conoce el pulso de una fuerza de seguridad con mala reputación.