Entre su discurso de apertura de sesiones del Congreso del domingo y su aparición del miércoles ante el círculo rojo empresarial en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICYP), el presidente Alberto Fernández puso en el foco el problema de la persistencia de la inflación de los alimentos. El fenómeno resulta doblemente pernicioso: por un lado, afecta a los sectores más vulnerables, a los que el Gobierno pretende rescatar de la indigencia a través de una activa política social que demanda un esfuerzo fiscal considerable, y por el otro influye para que el índice general de precios, un orientador clave de las expectativas, no baje en la medida de lo deseado. Más allá de lo que mencionó como los reflejos de empresarios “picaros” y “ambiciosos”, a quienes les prometió ser “inflexible”, ¿qué causas económicas motivan esa tendencia y, más importante, qué cabe esperar a futuro?
De acuerdo con la consultora Orlando Ferreres & Asociados, la inflación de febrero medida en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense fue de 1,9%, mientras que el rubro alimentos y bebidas sigue evolucionando más arriba: 2,1%.
Federico Furiase, director de la consultora Eco Go y profesor en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), entregó números similares. “La inflación de febrero nos viene dando en torno a 1,7%, pero alimentos sigue por encima del 2%”, señaló.
Fuente: INDEC
Victoria Giarrizo, directora ejecutiva de la consultora Elypsis, enfatizó como una causa estructural que “las empresas de alimentos pertenecen, en general, a sectores muy concentrados que, ante cualquier ruido, remarcan rápidamente. Hay mucho de eso”.
La economista aludió a una segunda razón, menos mencionada, que es la contracara menos virtuosa de una de las políticas estrella del Gobierno, destinada a dar, justamente, referencias a los consumidores. “Las empresas congelan los Precios Cuidados, y te sobresuben las otras canastas de precios”, dijo.
“En Elypsis justamente estamos midiendo esa canasta de productos sustitutos de los Precios Cuidados y vemos claramente cómo unos precios absorben la estabilidad de los otros”, cerró.
Martín Kalos, economista jefe de esa misma consultora, le dijo a este medio que “la suba de los alimentos tiene mucho de inercial. En los meses anteriores hubo dos tipos de comportamiento: un anticipo de incrementos en función de un posible congelamiento (con el cambio de gobierno) y un rebote por la eliminación de la exención del IVA (decidida en el tramo final de la administración de Mauricio Macri)”.
“Todo eso dejó un arrastre grande a lo largo de la cadena que se sigue viendo y que hace que la desaceleración de esos precios sea menor que la del índice general. Sin embargo, esa tendencia debería revertirse”, completó.
Furiase suma elementos. “En primer lugar, la inflación de alimentos de enero dejó fuerte arrastre para febrero. Segundo, el mes pasado se produjo un deslizamiento más rápido del tipo de cambio oficial, que pega en alimentos, cuya producción incluye insumos que se exportan. Tercero, hubo aumento puntual en la carne”, señaló.
A Kalos le preocupa el “día D” del descongelamiento de los precios regulados, amarrados desde el debut del Gobierno.
“Ese es el gran tema pendiente, porque no se trata solo de las tarifas de servicios públicos sino, también, de los combustibles, la telefonía celular, los medicamentos, la medicina prepaga, etcétera. Esto hace que todavía no podamos decir que el descenso de la inflación que se observa en los últimos meses sea sustentable”, dijo.
“Necesitamos conocer cuál va a ser la estrategia de salida del congelamiento, porque no sabemos si va a producirse en tandas o todo junto y, por esa razón, en qué medida va a impactar sobre el índice”, advirtió Kalos, quien explica la demora en la difusión de esas decisiones cruciales en que “el Gobierno está esperando a completar la renegociación de la deuda para tener previsibilidad en sus gastos e ingresos”.
A eso, la renegociación de la deuda pública, apunta Furiase, de Eco Go. “Para que la desaceleración de la inflación continúe una vez que el Gobierno comience a descongelar las tarifas y los combustibles, es condición necesaria tener una negociación exitosa de la deuda en dólares y una reconstrucción de la curva de pesos, lo cual requiere consistencia fiscal y monetaria. Eso va a permitir que la brecha (entre el dólar oficial y los paralelos) se mantenga tranquila y coordinar expectativas mientras se descongelan precios sensibles, con un acuerdo de precios y salarios”, anticipó.
Un gran fondo de inversión estadounidense, XP Investments, les dijo a sus clientes en su último informe que “a nadie parece interesarle, pero la inflación subyacente está colapsando en Argentina”.
¿Y si el problema de la deuda no se resuelve? Para Furiase, eso abriría un escenario en el que “probablemente la emisión monetaria presione sobre la brecha. En tal caso, el acuerdo de precios y salarios se caería debido a expectativas de inflación al alza”.
Lo dicho es solo una advertencia, ya que el mercado no opera con la hipótesis de un default generalizado.
Un gran fondo de inversión estadounidense, XP Investments, les dijo a sus clientes en su último informe que “a nadie parece interesarle, pero la inflación subyacente está colapsando en Argentina”. Esa inflación es un indicador fiable del rumbo de los precios porque excluye los regulados y estacionales.
“Nuestros modelos muestran que el camino de la desinflación en Argentina puede sorprender radicalmente a los mercados, en la asunción de que la administración de Fernández pruebe ser suficientemente hábil como para evitar un colapso de la demanda de dinero”, esto es, una dolarización frenética, dijo XP.
“Según esos modelos, es cada vez más probable que la tasa de la inflación subyacente termine 2020 por debajo del 30%, en 29,5% para ser exactos”, agregó.
¿Quién lo habría dicho? El Gobierno logra un voto de confianza desde una de las usinas más críticas y cuando se acerca la hora clave de negociar con los acreedores.