Consenso Federal no existe más. No al menos en las condiciones en las que se presentó el año pasado, como una alianza basada en un pacto de caballeros entre sus dos principales exponentes, Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey, con la expectativa de ser la avenida del medio en el clímax absoluto de la grieta. Hoy, es un universo inorgánico, con fracturas irreconciliables entre sus referentes y un destino electoral inmediato sin figuras de peso para tirar a la cancha.
Tras la aventura electoral de 2019, donde el espacio consiguió un 6% de los votos tras ser fagocitado por la guerra de polarización entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, el armado que se gestó en torno a la figura de Lavagna se fue disolviendo, en forma lenta pero constante. Hoy, no solo no cuenta con funcionamiento orgánico alguno, sino que las relaciones internas volaron por el aire y solo un puente sobrevive, el que tiene de un lado a Urtubey y del otro a la diputada Graciela Camaño, vínculo de mutuo afecto personal que logró dejar al margen las tensiones políticas.
En Salta, hablan del lavagnismo en términos muy alejados de algo ameno. “Hicieron la suya” y “se cortaron solos” son las dos caracterizaciones de allegados a Urtubey sobre la actualidad del vínculo con Lavagna y su entorno. Hablan de los acuerdos políticos alcanzados con el Gobierno, que le permitió meter varios candidatos de Consenso Federal en puestos importantes, tal el caso de Marco Lavagna al frente del INDEC o Matías Tombolini como vicepresidente del Banco Nación. También se acomodaron otros nombres, como Rodolfo Gil –histórico asesor y amigo del exministro de Economía- en la embajada en Lisboa o Zenón Biagosch y Carlos Hourbeigt, ambos con silla en el directorio del Banco Central (BCRA).
Ni Lavagna ni Urtubey serán candidatos el año que viene. El economista se mantendrá fuera del juego y el exgobernador de Salta, que viene en conversaciones con el ala disidente del PRO que encarnan Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, tampoco aparecerá en ninguna boleta en las legislativas 2021. Esas son, al menos, las previsiones que deslizan desde la intimidad de ambos dirigentes.
Mientras en el macrismo agitan fantasmas de un aliento por parte del Gobierno para que Consenso Federal presente listas el año que viene y fracture, así, a parte de la oposición, en el lavagnismo aclaran que no solo las líneas de Lavagna con la Casa Rosada están frías desde hace tiempo sino que el cálculo electoral está mal hecho. Según sus estimaciones, su avenida del medio captura más voluntades filoperonistas que en la oposición más dura al kirchnerismo y al gobierno de Alberto Fernández.
En la Casa Rosada también se cansaron un poco de Lavagna. Algunos funcionarios de envergadura del Gobierno consideran que el economista se vende “caro” y que, mientras su discurso es de pacificación, acompañamiento y diálogo, nunca jamás aceptó el cargo de presidente del Consejo Económico y Social, organismo que Fernández estaba dispuesto a crearle como un traje a medida y que hoy parece destinado al naufragio.
Con Urtubey ya fuera del espacio, Lavagna sin ánimos de encarar otra campaña y los dos candidatos que puso Consenso Federal a jugar en la Ciudad en 2019, Marco Lavagna y Tombolini, con cargos nacionales, las opciones para completar las listas con jugadores competitivos se achican. Por lo pronto, Jorge Sarghini debería renovar su banca en Diputados y también anotan en esa nómina a Eduardo Bucca, que, si bien integra otro bloque, podría jugar con ellos en 2021.
Sí confía el lavagnismo en volver a cerrar un acuerdo con el socialismo santafesino y en extender su alcance a otros territorios a partir de los vínculos generados en la Cámara baja, donde Consenso Federal se integró al Interbloque Federal junto a la bancada que responde al gobierno de Córdoba, el Frente Progresista Cívico y Social de Santa Fe y el bloque Justicialista. Una proyección, igualmente, todavía muy verde.