ALBERTO Y SUS INTENDENTES

La logia del asado bonaerense

En dos meses y cuatro parrilladas, el Presidente cocinó un vínculo estrecho con un grupo de dirigentes con peso territorial. Ferraresi al gabinete, otro gesto.

Jorge Ferraresi tiene un pie y medio en el gabinete nacional. Resta definir cuándo y dónde, pero en el Gobierno lo ubican como reemplazante de María Eugenia Bielsa en el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Ese movimiento de piezas oficia de coronación del acercamiento definitivo del presidente Alberto Fernández a los intendentes de la provincia de Buenos Aires, una relación que nació entre desconocimiento y desconfianza y creció al calor del vacío de conducción en territorio bonaerense y de las tensiones interminables entre ese grupo de dirigentes y el gobernador Axel Kicillof.

 

Si la llegada del intendente de Avellaneda al equipo albertista es el último eslabón de una cadena, el primero está en la campaña presidencial del año pasado. Fernández, un operador político que jugó partidos en muchas canchas, tenía sin tildar la del PJ bonaerense. Alguien que caminó esos días junto al entonces candidato a presidente cuenta que a muchos intendentes no los conocía, se los tenían que presentar. “Y no solo a los del interior; a algunos del conurbano, también”, recuerda la fuente.

 

Para encarrilar ese vínculo, fue crucial la decisión de sacar al Presidente del encierro de Olivos, al que lo llevó el plan sanitario para protegerlo del coronavirus, pero, también, que su agenda empezara a alternar con más asiduidad entre palacio y territorio. En cada acto oficial, se lo empezó a rodear de intendentes y, cuando se apagaban las cámaras, se prendía el fuego de un asado de camaradería. Pasó en San Antonio de Areco, pasó en Ezeiza, pasó en Lomas de Zamora y pasó en Avellaneda. Un póker de reuniones en las que la parrilla cocinó algo más que chorizos y carnes.

 

 

En esa última parada, en Avellaneda, se dio el gesto más potente. Fernández dijo en privado, en la sobremesa, lo que luego afirmó públicamente: que está en contra de limitar las reelecciones municipales. Fue una caricia autogestionada. Un intendente del conurbano le sugirió a Ferraresi que habilitara una ronda de discursos antes del café. Habló el anfitrión, habló Kicillof y cerró el Presidente. Así, en ese marco, dejó caer lo que las y los presentes querían escuchar. Hasta invocó la figura de Néstor Kirchner.

 

Cualquier lectura lineal de la entrada de Ferraresi al gabinete como parte de un acuerdo con la liga de intendentes sería errónea. No hay forma de cerrar un pacto con un universo tan disímil en un solo nombre, como tampoco es posible hacerlo con la de gobernadores. Ferraresi, sí, cumple dos ítems importantes: tiene experiencia de gestión y pasa sin dificultades el paladar negro de Cristina Fernández de Kirchner. Es un caso asimilable a la designación de Fernanda Raverta en la ANSES.

 

 

 

Luego de ese asado que lo tuvo como anfitrión, Ferraresi estuvo en la Casa Rosada reunido con Santiago Cafiero. Se desconoce si en esa mesa el jefe de Gabinete le dijo algo del interés por sumarlo al equipo de gobierno. “Está encaminado, pero no cerrado”, sostienen en el primer piso de Balcarce 50 y sugieren que el enroque con Bielsa podría ser parte de algunos otros, tal vez sumando cambios en segundas líneas. Por ahora, solo versiones.

 

En el vínculo que se está forjando entre el Presidente, los intendentes y algunas de las pocas intendentas bonaerenses confluyen dos necesidades. Fernández busca generar músculo confiable en el principal distrito del país y quienes gobiernan los municipios que rodean a la Ciudad de Buenos Aires necesitan una referencia que los guíe y agrupe. Kicillof no fue y, al menos en el corto plazo, parece que no será esa referencia. “El gran elector va a ser Alberto, no Axel”, blanqueó la lectura un barón que administra un municipio de envergadura.

 

“Alberto nunca supo o nunca quiso entrar en la rosca bonaerense, pero ahora lo necesita y encontró en estos asados una mesa informal para esa rosca”, admiten en la Casa Rosada. Tiene dos sherpas en ese camino: el intendente de Hurlingham, Juanchi Zabaleta, y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis. Así y sobre todo en los últimos dos meses, logró construir una relación que Kicillof nunca pudo. “Está ocupando un vacío –según la lectura de un eterno operador del peronismo provincial-: el de referente de los intendentes”.

 

Martín Soria, con respaldo del camporista Martín Doñate, se quedó con el Congreso del PJ Río Negro.
Omar Perotti, el gran apuntado por la debacle del peronismo en Santa Fe.

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