CONFLICTO EE.UU.-IRÁN

Deuda, inflación, seguridad y diplomacia: ¿cómo afecta la guerra a la Argentina?

Trump buscó reducir el temor a una escalada, pero la tensión persiste y las señales persas son confusas. Un escenario extremo pondría al país en severos problemas en varios frentes.

El mundo contiene el aliento ante las hostilidades entre Estados Unidos e Irán. Limitadas por ahora al territorio iraquí, estas tienen, sin embargo, potencial para escalar peligrosamente, involucrar a más fuerzas y países y derramarse en la región.

 

El discurso que pronunció pasado el mediodía de este miércoles el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, buscó tranquilizar, al afirmar que el reciente ataque misilístico de Irán contra dos bases norteamericanas en Bagdad no provocó víctimas y al no sugerir una intención de responderlo. Sin embargo, su planteo de que ya no hay espacio para que la República Islámica mantenga su plan nuclear, su pedido de que la OTAN se involucre más en Medio Oriente y la posibilidad de que Teherán insista con nuevos golpes -acaso indirectos, asestados a través de fuerzas aliadas en la península Arábiga, en las aguas circundantes e Israel- mantienen la tensión. La Argentina está, obviamente, lejos de los choques, aunque el escenario más extremo, todavía imposible de descartar, la expone a esquirlas de cuidado en materia económica, de seguridad y de relaciones exteriores.

 

Las bases estadounidenses atacadas por Irán en territorio iraquí (Fuente: Al Jazeera).

 

 

Un choque armado abierto impactaría, de concretarse, con fuerza en los mercados internacionales, desencadenando el vuelo de los capitales hacia refugios seguros como el oro y los bonos del Tesoro estadounidense -en consecuencia, el dólar.

 

En paralelo, el riesgo de que los choques interrumpan el flujo de petróleo a través del estrecho de Ormuz, por donde circula un tercio del crudo que se transporta por mar en todo el mundo, y, acaso, alcancen a pozos y depósitos de la península Arábiga, encarecería ese insumo en una magnitud imposible de ponderar. Como consecuencia, la economía internacional perdería aún más dinamismo y el comercio se trastocaría severamente, afectando especialmente a países emergentes como la Argentina.

 

Algunas de estas tendencias se hicieron evidentes en las bolsas asiáticas y en los futuros del mercado neoyorquino ni bien se produjo el ataque, aunque el tuit en el que Donald Trump afirmó que “all is well! (“todo está bien”) fue un ansiolítico eficaz para el corto plazo.

 

 

 

Una fuga de los inversores al dólar encarecería esa divisa a nivel global y dificultaría el objetivo del gobierno argentino de que no se dispare la brecha entre las cotizaciones paralelas y la oficial, algo que estimularía especulaciones sobre un incremento de esta última. Eso es lo último que querrían el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, que pretenden usar por un tiempo el tipo de cambio oficial como un ancla para frenar la inercia inflacionaria.

 

Adicionalmente, un contexto financiero volátil y de eventual desarme de posiciones riesgosas como los títulos públicos de países emergentes complicaría la renegociación de la deuda con los tenedores privados, una tarea que Guzmán pretende tener al menos muy encaminada hacia el final del primer cuatrimestre, plazo máximo para las posibilidades del país de seguir pagando en las actuales condiciones y evitar un default. Para cerrar un acuerdo, si el momento bélico-financiero se prolongara, el país podría verse obligado a reducir sus expectativas de quita de capital e intereses e incluso de períodos de gracia, dado el menor interés que despertarían los bonos nuevos ofrecidos en canje.

 

Si la deuda es un frente prioritario para el Gobierno, el otro es el control de la inflación. El presidente Alberto Fernández frenó in extremis, poco antes de fin de año, un aumento de las naftas y dejó pendiente de resolución el reclamo de las petroleras por un supuesto atraso. Un alza significativa del precio internacional del crudo complicaría, adicionalmente al manejo cambiario, el esfuerzo por anclar otros precios clave de la economía, como los energéticos.

 

El bolsillo es una víscera sensible, se dijo alguna vez, pero la seguridad puede ser incluso más acuciante para un país que en 1992 y 1994 sufrió sendos atentados terroristas contra la embajada de Israel y la AMIA, como recordó en un cauteloso comunicado la Cancillería tras el ataque del último viernes contra el general iraní Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds (“Jerusalén”) de la Guardia Revolucionaria, jefe de la inteligencia militar y número dos de facto de su país. La Argentina alberga la mayor comunidad judía de América Latina, así como importantes intereses estadounidenses, lo que, más allá de las mejoras en materia de inteligencia y seguridad de las últimas décadas, no impiden que el país sea aún un “objetivo blando” para el terrorismo internacional.

 

 

 

Asimismo, de la mano de todo lo anterior (la necesidad de contar con apoyo en la negociación de la deuda y hasta una cooperación necesaria en inteligencia y seguridad), la relación con Trump podría hacerse más compleja si este reclamara alineamientos más firmes ante el conflicto en el golfo Pérsico.

 

Todos los peligros mencionados, graves para un país debilitado como la Argentina actual, se aplicaría en un escenario extremo. ¿Pero cuán probable es que este se concrete?

 

Como se sabe, Irán disparó a última hora del martes (hora argentina) 22 misiles contra dos bases militares estadounidenses en Irak, respuesta al asesinato, mediante un golpe con drones, de Soleimani. Pasado el mediodía de este miércoles, los medios oficiales de la República Islámica daban cuenta de 80 estadounidenses muertos, idea que un Trump al parecer calmo desmintió. La República Islámica, en tanto, emitía señales ambiguas. Su canciller, Javad Zarif, señaló vía Twitter que la andanada de misiles fue una medida de represalia “proporcionada” que “concluyó” y que su país “no busca una escalada o una guerra”.

 

Sin embargo, para el líder supremo del régimen, ayatolá Alí Jameneí, aquella fue una “bofetada en el rostro” de Estados Unidos que todavía “no resulta suficiente” para vengar la muerte de Soleimani.

 

 

 

El mundo está en un momento peligroso. A la complicada Argentina de estos días le convendría contar con certezas alentadoras.

 

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