NUEVO CICLO | LA ECONOMÍA

Año nuevo, brecha nueva: comienza la prueba ácida para el dólar Guzmán

El cepo protege las reservas y ancla la inflación. Pero los tipos de cambio paralelos amplían su brecha frente al oficial más rápidamente que en ocasiones previas y meten ruido. Un equilibrio frágil.

El desdoblamiento cambiario de hecho impuesto por el ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene como objetivo fundamental la administración de las reservas escasas que el Banco Central recibió de la administración de Mauricio Macri, algo de lo que depende que el país siga funcionando, de modo de seguir importando los insumos y bienes que necesita y, mientras se renegocian los vencimiento de deuda, evitar un default en toda la regla. Sin embargo, los esquemas de control de cambio, por ineludibles que resulten, como es el caso actual, tienen un talón de Aquiles: la brecha que acumulan entre el tipo de cambio oficial y los paralelos, creciente en la medida en que estos últimos pasan a recibir la demanda reprimida en el mercado oficial. ¿Cuál es el peligro de una brecha creciente? Básicamente, la generación de expectativas de suba del dólar oficial, algo que siempre trae aparejado en la Argentina saltos bruscos de la inflación, retracción del consumo y recesión. ¿Cuáles son entonces los niveles críticos, las luces amarillas que surgen de la comparación con experiencias recientes?

 

“La brecha cambiaria es un problema y el mayor de esos problemas es que el dólar libre en cualquiera de sus variables, ya sea el blue, el MEP (N. del R.: Mercado Electrónico de pagos o ‘dólar bolsa’) o el ‘contado con liquidación' (CCL), empieza a ser considerado como el de referencia, por encima del oficial. Ese es el primer inconveniente que genera un desdoblamiento cambiario”, le dijo a Letra P el analista financiero Christian Buteler.

 

Cabe recordar, en este sentido, que el “dólar bolsa” y el “contado con liqui” surgen de la compra en el país de acciones o bonos en pesos y su venta en dólares, operación de la que surge un tipo de cambio. La diferencia entre ambas modalidades es que en el primer caso los dólares resultantes quedan radicados en el país, mientras que en el segundo quedan depositados en el exterior. El blue es, como se sabe, un tipo de cambio ilegal.

 

El cepo recargado de Alberto Fernández y del ministro Guzmán endureció el que había impuesto Macri al aplicarles un impuesto del 30% a la compra de los 200 dólares mensuales permitidos a los ahorristas individuales y a los gastos con tarjeta en el exterior. Eso inflará los paralelos porque, por caso, ¿quién pagará un 30% por encima del dólar oficial por sus gastos en el exterior mientras pueda hacerse, antes de viajar, de dólares blue más baratos? Esa demanda llevará el tipo de cambio informal al mismo nivel del dólar turista.

 

 

“El ‘impuesto solidario’ le pone un piso a la brecha (con los dólares paralelos) equivalente a su alícuota, esto es el 30%. Si bien ni el ‘dólar bolsa’ ni el ‘contado con liqui’ ni el blue todavía tocaron ese valor, hay que considerar que diciembre es un mes de mucha demanda de pesos, dada la necesidad de las empresas de pagar sueldos, aguinaldos y vacaciones y las de los particulares de hacer lo propio con festejos, regalos y otros ítems. Cuando esa demanda comience a caer, algo que normalmente ocurre a fin de enero y en febrero, el sobrante de pesos seguramente va a presionar sobre los tipos de cambio libres y va a crecer la brecha”, anticipó Buteler.

 

“En ese punto comienza el problema, porque todo crecimiento de la brecha es una expectativa de devaluación futura”, añadió.

 

¿Qué brecha se considera preocupante? “Una del 30% ya es importante, pero cuanto más crece, más problemática es. Con una del 50% ya se empieza a decir que el dólar (oficial) está atrasado”, añadió.

 

En tanto, un nivel del 50 o del 60% es considerado crítico por el consenso de los economistas y presagio de una devaluación muy probable del peso.

 

Cabe señalar, entonces, cuál es la evolución que ha mostrado la brecha cambiaria desde la imposición del primer cepo macrista, el 1 de septiembre último, cuando el límite de compra para los individuos era uno (electoralista) de 10.000 dólares, el que se redujo a apenas 200 ni bien se consumó la derrota del entonces presidente el 27 de octubre. Eso va a permitir comparar cuán rápida o lentamente ha crecido la brecha en relación a experiencias pasadas y, con ello, el nivel de peligro que enfrenta la economía de 2020.

 

 

El control de cambio acompañó a Cristina Kirchner durante todo su segundo mandato, pero eso no evitó la devaluación de enero de 2014. 

 

 

Pasado el mediodía de la rueda cambiaria de este jueves, la primera del año, el dólar bolsa cotizaba a $73,42, el CCL a $ 74,31 y el blue a $78,50. Así las brechas respecto al tipo de cambio oficial minorista de Banco Nación ($63), eran, respectivamente de 16,5%, 17,95% y 24,6%. En relación con el dólar mayorista, las mismas se estiraban a 22,7%, 24,2% y 31,22%. Como se dijo, se descuenta que, debido al impuesto al dólar ahorro y turismo, las brechas irán convergiendo al 30%.

 

¿Son preocupantes esos niveles de brecha, que se registran a cuatro meses de la imposición del cepo macrista? Responder esa pregunta obliga a ir al pasado.

 

Confrontada con una acelerada pérdida de reservas, Cristina Kirchner estableció su cepo cambiario a poco de haber sido reelecta con el 54% de los votos: fue el 28 de octubre de 2011, cuando el dólar cotizaba a $4,26 en el Banco Nación. Justo cuatro meses después de ese día, el dólar Banco Nación operó a $ 4,37, mientras que el blue lo hizo a $4,73, esto es, con una brecha de apenas el 8,23%. La del cepo actual viene evolucionando mucho más rápidamente.

 

Los controles acompañaron a la entonces presidenta durante todo su segundo mandato, sin que eso evitara que en enero de 2014 el tipo de cambio oficial minorista pasara de $6,545 a $8,02, esto es, una devaluación de casi el 23%, algo que repercutió negativamente sobre los precios, el nivel de actividad e indicadores sociales sensibles como el nivel de pobreza.

 

El 23 de enero de 2014, cuando el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, acepta la devaluación del tipo de cambio oficial, el blue toca un máximo de $13,06, lo que marcaba una brecha del 67,65% con respecto al que el Banco Nación vendía a $7,79. Se trababa, como se dijo más arriba, de un nivel crítico.

 

Cuando asumió Macri, el dólar encadenado cotizaba a $9,75. La salida del cepo era una promesa de campaña, acaso la principal por ser la que más lo diferenciaría del pasado kirchnerista que él venía a clausurar. La medida se consumó el 17 de diciembre, a apenas una semana de la jura, cuando el blue valía $14,36; la brecha, otra vez cercana a un punto crítico, era del 47,28%.

 

La brecha entre los tipos de cambio paralelos y el oficial viene evolucionando en el actual cepo mucho más rápidamente que en los anteriores.

¿Qué es lo que hace que el dólar informal impacte sobre el oficial? Básicamente, las expectativas de devaluación. Esto es así porque, ante la percepción de que el tipo de cambio controlado está atrasado con respecto al libre, muchos formadores de precios comienzan a remarcar mirando al segundo. Además, los exportadores demoran sus operaciones y los importadores se apuran a cerrar las suyas, todo lo cual pone presión sobre el saldo comercial y sobre las reservas del Banco Central, lo que en un extremo vuelve insostenible la paridad controlada.

 

Si bien la comparación con el cepo cristinista indica que la brecha, en el caso actual, se ha ampliado más rápidamente, también señala que por el momento no alcanza un nivel crítico.

 

“Este año el dólar oficial va a perder contra la inflación, porque esa va a ser una de las maneras de contenerla, lo que va a contribuir a la ampliación de la brecha. ¿Hasta qué punto? Eso es difícil de determinar, porque dependerá del manejo que el Gobierno haga de la política monetaria”, dijo Buteler. Por lo pronto, el 30% es el mojón que todos los especialistas esperan que alcance en el mediano plazo.

 

El control de cambio es clave en el plan Guzmán para sostener un nivel de reservas mínimo. Asimismo, establece al dólar oficial como un ancla para frenar la inercia inflacionaria, una política que conlleva el riesgo de un atraso del mismo y una ampliación de la brecha.

 

Los escenarios más optimistas para 2020, a los que no les sobra brillo precisamente, se basan en que el esquema cambiario no se salga de control y en que, de la mano de eso y de los congelamientos de tarifas, la inflación se modere rápidamente. Un nuevo “evento cambiario” parece poco probable en el actual escenario de controles tan rígidos, pero la brecha es la variable a seguir.

 

De ese frágil equilibrio depende que la economía encuentre, por fin, algo de calma.

 

Martín Menem y Karina Milei.
El dato del INDEC y los despidos en la era Javier Milei

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