El establishment argentino es un huérfano político. Luego de haber abonado, prometido avales económicos y militado a favor de una tercera opción que superara la grieta, el Círculo Rojo se quedó sin nada, según entiende, por las veleidades del ex ministro de Economía Roberto Lavagna.
El pre candidato por Consenso 19 había iniciado una ronda de reuniones personales con CEOs en busca de fondos, lo que, en un principio, consiguió. Pero en sólo quince días no devolvió la pared e implosionó el espacio de Alternativa Federal. Fue el propio Paolo Rocca, jefe de Techint, quien le suplicó que compitiera en una interna. Se negó no sólo ante él, sino ante el segundo grande del poder económico nacional, el cordobés Luis Pagani, de Arcor. Clarín, la tercera pata de la tríada de grandes jugadores, ya se había dado cuenta de que “no caminaba” y lo fue soltando.
Uno de los empresarios de medios más poderosos del país se sentó a comer con Lavagna en su oficina y captó bastante antes la frustración que hoy los invade. Vio que el ex ministro de Néstor Kirchner no tenía claro un proyecto de país y que el ego lo había llevado a leerse en encuestas con una intención de voto superior al 10%. “Mido más que Sergio”, le dijo en aquella comida, en referencia a Massa. “Entonces presentate y competí”, le respondieron, sin eco alguno. El tigrense hizo el resto, pero el establishment esperaba poco de él y mucho de Lavagna.
Los CEOs esperaban más de Lavagna y menos de Massa. Los defraudó el ex ministro.
En este escenario, con Juan Manuel Urtubey y Miguel Pichetto como únicos candidateables, la ancha avenida dejó de ser una opción potable y con chances para los empresarios. Ante la disyuntiva de la grieta, el rearmado vuelve a decolorar al Círculo Rojo, que volverá a apoyar mayoritariamente a Macri en una renovación de aquel Círculo Amarillo que duró casi todo el 2016.
El giro fue un big bang. Rápido y sin vuelta atrás. Luego de que la ex presidenta Cristina Fernández decidiera correrse de la candidatura a presidente y bendijera a Alberto Fernández, el ajedrez político se descontroló casi tanto como las intenciones y tendencias de voto en los sectores corporativos.
La movida, que por ahora no cumple con el objetivo de aglutinar al peronismo, apuró los tiempos de todos los armados, oficialistas y opositores, y ese apuro encontró a medio cocinar el proyecto de Alternativa Federal. Desazón total y bronca para aquellos hombres de negocios que pusieron fichas, confiados en que el modelo de Cambiemos había llegado a un nivel de agotamiento tal que cualquier opción peronista blanda podía barrerlo en los comicios de octubre. Nada de eso ocurrió. El interlocutor favorito de los CEOs entre las cenizas de Alternativa Federal era y es Pichetto. Le preguntaron qué pasaba con Lavagna y les dijo que se olvidaran, que no iba a estar. Unos días después, llegó al estrado del Rotary Club porteño y lo sacrificó en plaza pública: lo culpó de la destrucción del espacio.
El ex Círculo Rojo se decolora por olfato. No va con quien no tiene votos. Ante la opción post kirchnerismo o macrismo, se queda con lo conocido. “Nos taparemos la nariz, pero otra no nos queda”, le dijo a Letra P un CEO que caminó esta semana los pasillos del Hotel Alvear, donde el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (Cycip) organizó un almuerzo con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
Allí, el intendente bajó línea: dijo que hay que apoyar a Macri y recibió adhesiones de banqueros, constructores, comerciantes y algunos grandes industriales. Lo escucharon y asintieron los que se sentaron en su mesa: el ítalo argentino de la FIAT, Cristiano Rattazzi; el jefe de Corporación América, Eduardo Eurnekian; el titular de la Bolsa, Adelmo Gabbi; los industriales Miguel Acevedo y Daniel Funes de Rioja y el petrolero Alejandro Bulgheroni. Un apoyo similar cosecharon los funcionarios de Cambiemos que compartieron mesa con los CEOs en la cena de Conciencia.
Hoy, visto en perspectiva y sin el peronismo blando, sólo los pymes y algunas industrias de la UIA no elegirían macrismo.
La polarización se devoró al medio. Entre CFK y Macri, el Círculo Amarillo van con el oficialismo.
En el Gobierno celebran el caos, contexto impensado hace un mes, porque consideran que la dispersión es beneficiosa. Los impulsó anímicamente para mostrarse confiados y volver a seducir al Círculo para mantenerlo amarillo. Cuentan en la Casa Rosada que, si Massa se plegase a Unidad Ciudadana, dos de cada tres votos de él irían a Cambiemos y que, si Lavagna jugase solo, en un hipotético ballotage, el oficialismo devoraría la totalidad del capital político del ex ministro.
Así, con dos o tres interlocutores, entre ellos Larreta y la gobernadora María Eugenia Vidal, prometen mejores tiempos a los CEOs, que piden hablar con ellos y evitar, sí, al jefe de Gabinete, Marcos Peña, el hombre más odiado por el Círculo Amarillo.
El Gobierno se entusiasma y cree que es el mejor momento de Macri en mucho tiempo y observa que, si en la PASO el resultado no los desfavoreciera demasiado, trendría todo para ser reelectos. Para el Círculo Amarillo, el escenario no está tan claro, pero la resignación obliga a esperanzas sin sustento y a pensar en un país complicado por la ruptura social.