Ni bien se contaron los votos de las legislativas de 2017, el Gobierno y la oposición coincidían en que el camino a la reelección de Mauricio Macri estaba totalmente allanado. El desquicio cambiario del año siguiente convenció al peronismo de que “había 2019” y hundió a la Casa Rosada en las dudas. Su apuesta excluyente fue ponerle techo a la escalada descontrolada y extensa del dólar, sin lo cual no solo no había horizonte electoral posible sino que hasta peligraba su estabilidad. Aun al costo de tasas elevadísimas y sostenidas, de salarios que perdieron como en la guerra con la inflación y de la consecuente recesión, el tipo de cambio entró en una fase de quietud y hasta mostró una leve tendencia a la baja. Eso le devolvió el alma al cuerpo al Presidente, mientras que a su alrededor ahora se entusiasman con la posibilidad de que la estabilidad llegue a octubre y abra, otra vez, la puerta a la continuidad. ¿Será así?
“Sorprende la estabilidad y hasta con cierta tendencia a la baja que mantiene el tipo de cambio ya desde hace un par de dos meses, lo que es muy positivo. El contexto internacional ayudó mucho para que eso se diera, con el dólar cayendo, sobre todo la semana pasada, pero hay que reconocer que muchas veces eso ocurría en el mundo y acá íbamos por mal camino. Por eso es algo para destacar”, le dijo a Letra P el analista financiero Christian Buteler.
Por un lado, la divisa subió demasiado el año pasado, recortando, naturalmente, su potencial alcista.
Segundo, a fines de marzo comenzó el ciclo de liquidaciones de los dólares provenientes de las exportaciones de soja, el que, más allá de sus limitaciones en al actual temporada, sumó al mercado una oferta no desdeñable que el Tesoro se encargó de ampliar con 60 millones diarios.
Tercero, el permiso que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le dio al Banco Central para que abandonara el esquema suicida de Zona de no Intervención y la convirtiera en una Zona de Referencia le brindó a Guido Sandleris la capacidad de intervenir casi a discreción mediante la venta de dólares en cualquier momento en que detecte una turbulencia peligrosa. El mercado leyó que, con un dólar ya alto y con reservas abultadas por los propios préstamos del Fondo, la pulseada no tenía mucho sentido.
Cuarto, tarde o temprano tenía que empezar a dar resultado la estrategia de extremo rigor monetario del propio Central, con tasas de referencia que llegaron a superar el 75% y secaron la plaza de pesos, restándole combustible a cualquier nueva corrida. El precio que se pagó fue, como se dijo, pírrico en términos de una recesión profunda, pero en el propio Gobierno se señalaba y se sigue señalando que un nivel de actividad deprimido no lo descalifica de por sí en las urnas, algo que sí ocurriría con otra escapada de la divisa.
En quinto lugar, los indicios de ralentización de la economía estadounidense llevaron a la Reserva Federal a anticipar un cambio de política y un posible recorte de sus tasas. Esto hace que los flujos financieros salgan otra vez a buscar mejores rendimientos en el mundo emergente, lo que explica la recuperación general de los activos nacionales reciente.
Así, no sorprende que el dólar mayorista haya cotizado este martes por debajo de los $42,40, lo que implicaba una caída del 5,3% en el mes y recortaba al 12,4% el avance en lo que va del año. Esta suba empalidece con la inflación del 19,2% registrada hasta el mes pasado, por lo que se comienza a producir, aunque modestamente, el sueño de todos los gobiernos: una apreciación del peso en los períodos electorales, lo que alivia el consumo y mejora el humor de los votantes.
Leandro Ziccarelli, coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), señaló, risueño, en diálogo con Letra P que “nunca hay que decirlo en este país, pero al dólar lo veo tranquilo en lo sucesivo”.
“Hay dos tipos de razones. Por un lado, las internas, que pasan por la lentitud de la recuperación de la economía y por el elevado poder de fuego que logró el Banco Central luego de las reformas del esquema cambiario pactadas con el Fondo. Y entre las externas se destacan el hecho de que el mercado se dio vuelta y que la Reserva Federal de Estados Unidos prepara bajas en las tasas, lo que marca el posible comienzo de un ciclo de dólar débil a nivel global”, añadió.
De acuerdo con Ziccarelli, “si a eso se le suma la política híper laxa de (Mario) Draghi en el Banco Central Europeo (BCE), se configura un escenario externo positivo para las monedas emergentes”. Así, indicó, “si se confirma el cambio de ciclo, creo que la estabilidad del dólar puede mantenerse dentro de márgenes razonables en el mediano plazo”.
Agosto, sin embargo, es un mes de riesgo en el sendero virtuoso del dólar que sueñan los estrategas oficiales. Por un lado, porque para entonces habrá desaparecido uno de los factores que explican la estabilidad actual: la liquidación de los sojadólares. Pero además porque el domingo 11 de ese mes se celebrarán las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), cuyo resultado puede darle al mercado, según cómo le vaya a la fórmula Macri-Miguel Ángel Pichetto, razones para mantener la tónica actual o para forzar una dolarización mayor de carteras de inversión.
En agosto habrá desaparecido uno de los factores que explican la estabilidad actual: la liquidación de los sojadólares. Y además se celebrarán las PASO, cuyo resultado puede darle al mercado razones para mantener la tónica actual o pata forzar una dolarización mayor de carteras de inversión.
Para Buteler, “a partir de ahora es probable que el dólar empiece a recuperar algo de terreno. Además de que se acerca el final de la temporada de ingreso de los dólares del campo, hay que tener en cuenta que ya cayó bastante, lo que va a hacer que muchos aprovechen para pasar sus tenencias de pesos a dólares”.
“De cualquier manera, es de esperar que se mantenga dentro de lo normal, dentro de lo que puede ser la tendencia internacional o tal vez un poquito más. Pero si el contexto externo evoluciona de un modo diferente o si se van conociendo encuestas que le dan mal al Gobierno y eso hace que tome mayor fuerza, el Banco Central puede sacar a relucir el margen de intervención que ahora tiene”, añadió el analista financiero.
En ese escenario, lo que pase con las reservas, específicamente en términos de la velocidad con las que el Banco Central las vaya quemando en pos de mantener controlado al dólar, será la gran variable a seguir.
“No veo un escenario tipo 2018”, afirmó Ziccarelli. “Con la posibilidad de intervención que tiene el Banco Central, a menos que el Gobierno tenga un mal resultado en las PASO, tira hasta diciembre. Y, después de eso, lo que pase va a depender del ciclo financiero global”, sumó.
Gustavo Reija, director de la consultora Mecronomic, le explicó a este portal que “mantener el tipo de cambio con baja volatilidad es la gran apuesta del Gobierno para llegar a las PASO, que es el primer escalón de la competencia electoral de este año”. Pero, según indicó, la cuestión no se agota en lo que pase con el billete verde en sí: “De una baja volatilidad depende que pueda continuar el proceso de desaceleración de la inflación y la parcial recuperación del poder de compra por efecto de las paritarias, el aguinaldo y los programas de fomento al consumo como el Ahora 12, los créditos de la ANSES y los subsidios para la compra de autos y motos”.
“Mientras siga la liquidación de la cosecha y con el nivel de reservas de libre disponibilidad existentes, hay margen para llegar a unas PASO con tranquilidad cambiaria. Después comienza un nuevo escenario en el cual el resultado de las primarias será leído por el mercado para vislumbrar el camino del tipo de cambio y demás variables financieras”, resumió la cuestión.
Para el Gobierno, se trata, antes que nada, de llegar a agosto con una imagen de competitividad. Si lo logra, estará en condiciones de atajar los penales que vendrán y octubre no le resultará una meta tan inalcanzable.