LA RELACIÓN CON EL FONDO

El FMI baja todas las banderas para salvar la reelección de Macri

Del primer Stand-by al segundo. De la libre flotación del dólar a la intervención desesperada. En esta nota de abril, una muestra clara de la apuesta de Lagarde por el gobierno de Cambiemos.

El anuncio de que el Banco Central dejará de lado las limitaciones para intervenir en el mercado cambiario para tratar de evitar una nueva corrida contra el peso marca un punto de inflexión en la estrategia del Fondo Monetario Internacional (FMI), que acepta una modificación radical y de facto de lo dispuesto en el acuerdo de Stand-by vigente y cede al extremo en su visión sobre el manejo de la economía nacional para favorecer las chances de Cambiemos en la elección de octubre.

 

El comunicado a través del cual el Comité de Política Monetaria (COPOM) del Banco Central (BCRA) dispuso salir a enfrentar “la volatilidad cambiaria observada en los últimos días” mediante ventas de divisas “tanto dentro de lo que se había definido hasta ahora como Zona de No Intervención (ZNI), como fuera de la misma” implica en la práctica la virtual finalización de ese sistema.

 

 

La ZNI había surgido al momento de la firma del segundo Stand-by en octubre de 2018 como un compromiso entre la postura del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el jefe del Central, Guido Sandleris, y la de los técnicos del Fondo. Mientras los funcionarios argentinos insistían en la necesidad de disponer de herramientas directas de intervención cambiaria ante un año electoral en el que, preveían, la constante iba a ser la volatilidad y la dolarización de carteras de inversión, el organismo planteaba la conveniencia de que la divisa flotara libremente y que subiera hasta el punto en que el propio mercado lo decidiera. Así, la ZNI, con un piso y un techo separados por una brecha amplia del 30% y con un esquema de actualización, implicó una “flotación libre” dentro de una banda que debía evitar una apreciación o una depreciación excesiva del tipo de cambio. Por lo que se ve hoy, los funcionarios argentinos tenían razón sobre los peligros del sistema.

 

Nada queda de eso prácticamente. Si el martes de la semana pasada Sandleris había anunciado la suspensión por seis meses de la vigencia del piso que el Central podía defender (una forma de estimular, por falta de garantías, la oferta en el mercado), ahora fenece el techo de la banda y la decisión sobre cómo, cuándo y con qué montos intervenir queda a discreción de la autoridad monetaria.

 

Además, todo quedó sancionado con la aceptación del FMI.

 

 

 

El analista financiero Christian Buteler le dijo a Letra P que “el Banco Central vuelve a tener más peso en las decisiones sobre el tipo de cambio, lo que hace menos predecible lo que puede suceder. Entonces volvemos a la dinámica de las etapas de (Luis) Caputo o de (Federico) Sturzenegger, por lo que vamos a volver a contabilizar cuántos dólares se venden o se dejan de vender” en el mercado.

 

En su opinión, “lo que va a ser determinante es que el Banco Central se ponga firme en un precio, el que decida. Entonces, si el mercado ve eso y que para defender esa paridad hay una decisión de vender, vender y vender, puede recuperar credibilidad. Lo que hay que ver es si le van a alcanzar los dólares para hacerlo, lo que no es menor. Pero si van a empezar, como se hizo el año pasado, a vender un día y a no vender al siguiente, va a ser como mandar a los soldados de a uno a la guerra y el dinero se va a desperdiciar”.

 

 

 

¿A qué juega el Fondo en todo esto? “Es muy claro el apoyo político del FMI a esta gestión. Realmente está jugando mucho más que los dólares que puso, sumándose a una pulseada muy fuerte y desarmando sus propias definiciones sobre lo que permite y no permite hacer generalmente, todo en pos del logro de una estabilidad para este gobierno”, dijo el analista.

 

En efecto, la de la flotación cambiaria y la no intervención no es la primera bandera que el organismo conducido por Christine Lagarde quema en el altar de la continuidad de Cambiemos en el poder.

 

Vale recordar que el Stand-by de octubre fue producto de la renegociación del primero, rápidamente superado por la corrida cambiaria de esos meses. Así, como se dijo, se pasó de la pretensión de una no intervención a la ZNI.

 

“Es muy claro el apoyo político del FMI a esta gestión. Realmente está jugando mucho más que los dólares que puso, desarmando sus propias definiciones sobre lo que permite y no permite hacer generalmente en pos del logro de una estabilidad para este gobierno”, dijo Christian Buteler.

Gustavo Neffa, socio y director de Research for Traders, señaló que “el Fondo concede todo porque la Argentina no le debe 1.000 millones, le debe más de 57.000 millones. Entonces, el problema no lo tiene Argentina sino el FMI y por eso acepta tantos cambios en política monetaria, en política cambiaria y en política económica en general”.

 

“Ir al FMI significó un tropezón muy fuerte con el primer acuerdo y rápidamente firmar un segundo de características bastante diferentes y mucho más exigente”, recordó en diálogo con  Letra P y  desde otro punto de vista Arnaldo Bocco, director del Departamento de Economía y del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).

 

Más tarde, durante la última revisión técnica que habilitó el desembolso de un nuevo tramo del mega paquete de ayuda por 10.800 millones de dólares, hubo un waiver (dispensa) por la falta de información sobre la marcha de la meta fiscal. Y, como el mercado se seguía rebelando, la aceptación de que el Tesoro vendiera con 60 millones de dólares por día hasta un máximo de 9.600 millones. Y la mencionada eliminación del piso de la banda por seis meses. Ahora llegó el turno del virtual fin de la “zona de no intervención” y el momento de vender reservas (prestadas por el propio organismo) y hacer lo que se pueda, incluso elevando de 150 a 250 millones de dólares (o a lo que haga falta) el tope a vender por encima del techo de $51,448 de la banda moribunda. ¿Será esa la paridad a defender?

 

No es solo Mauricio Macri quien se juega el futuro político en esta coyuntura crítica. También la propia Lagarde defiende su cabeza y su rol en la política francesa después de haber embarcado al Fondo en la aventura de atar el mayor paquete de asistencia de su historia al proyecto de un gobierno en la Argentina, fuente tantas veces de sinsabores y que otra vez se convierte en el principal deudor del organismo.

 

La cuestión política resulta central en el análisis de Bocco sobre el rol del FMI en la crisis nacional.

 

“Tener un acuerdo con el Fondo pone a la economía en una situación de mucha debilidad. Países intermedios como México, Portugal o Filipinas, entre otros, no los tienen a pesar de haber pasado también situaciones de zozobra. Cuando la Argentina acudió a él, fue porque tenía un acuerdo con Donald Trump: los departamentos de Estado y del Tesoro jugaron una carta muy fuerte de apoyo”, dijo.

 

“Quien diseñó los acuerdos es el número dos del Fondo y quien maneja la botonera del organismo, David Lipton, un demócrata de centro-derecha, cuyo mandato termina en un plazo relativamente corto [ndr: en 2021] y debe querer irse con algunos problemas cerrados y que no le compliquen su futuro”, agregó.

 

La coyuntura enciende una luz de alerta para todos los involucrados: del éxito del nuevo esquema intervencionista dependerá que en el futuro se los señale o no como responsables de que “el dinero de los plomeros y los carpinteros estadounidenses”, como decía el secretario del Tesoro Paul O’Neill allá por 2001, termine financiando un proceso de fuga de capitales sin beneficios ni para el Fondo ni para una Argentina que, se supone, preservaba esos recursos para hacer frente a los vencimientos de deuda futuros.

 

Las concesiones del FMI son también la admisión tácita de un nuevo fracaso de sus recetas para la economía de un país que se deleita al quemar bibliotecas enteras de macroeconomía.

 

 

La coyuntura enciende una luz de alerta para todos los involucrados: del éxito del nuevo esquema intervencionista dependerá que en el futuro se los señale o no como responsables de que el dinero prestado por el FMI  termine financiando un proceso de fuga de capitales.

 

 

Leandro Ziccarelli, coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), le dijo a Letra P que “desde el principio digo lo mismo: el FMI es corresponsable de todo lo que vaya a pasar con la deuda, básicamente porque decidió financiar a un gobierno y no al país y a pesar de que la mayoría de las reformas que pide son de carácter estructural”.

 

“No nos olvidemos que a los 90 días del primer desembolso vinieron a revisar el cumplimiento del acuerdo y no se había cumplido nada. Se habían gastado los 15 mil millones y el presidente del BCRA (Sturzenegger) acababa de renunciar. En ese contexto, decidieron aumentar la línea en 7 mil millones y adelantar todos los desembolsos, destinando el 90% de ellos a la actual gestión. Y, como si fuese poco, le flexibilizaron gran parte de las exigencias, dejando pasar los desembolsos como apoyo presupuestario y sumarlos así a las reservas internacionales netas. Un delirio”, continuó.

 

Para Neffa, “lo que necesita ahora es que haya estabilidad, primero en el frente cambiario. En ese sentido, el frente monetario ha sufrido tantos cambios porque los fue necesitando a corto plazo. En lo que respecta a liquidez y expectativas, todo va en dirección a esa búsqueda de estabilidad, que es el objetivo número uno de corto plazo. Segundo, hay que trabajar en lo fiscal, algo que sí se está haciendo y que se está sobrecumpliendo, más allá de las cifras de recaudación. Tercero, en cuanto se pueda, dar con un plan de política económica en serio que lleve al crecimiento del país, algo que obviamente no se está priorizando por ahora y sigue en el debe”.

 

Todo, especialmente lo importante, se consume en el altar de lo urgente.

 

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