Si el año electoral sumergió al Congreso en una paralización de actividades, lo que se espera para 2020 no es mucho más auspicioso, aunque por motivos diferentes. A siete meses del recambio legislativo, tanto en el oficialismo como en el Frente para la Victoria (FpV) hacen cuentas y vislumbran que el mapa del recinto de la Cámara de Diputados después de las elecciones presidenciales mostrará una híper polarización, marcada por la constancia del poder de fuego de Cambiemos y el crecimiento que podría tener el bloque kirchnerista a expensas del ala dialoguista del peronismo y del Frente Renovador, de Sergio Massa.
En concreto, de los 130 diputados que terminan su mandato este año, 38 pertenecen al Frente para la Victoria (FpV), que actualmente tiene un bloque de 64 diputados (sin contar a Julio De Vido, detenido desde 2017). El detalle es que, en 2015, junto con el 37,08% Daniel Scioli como candidato presidencial, el kirchnerismo ganó en realidad 60 bancas, que fue perdiendo con los distintos desprendimientos que sufrió a partir de la derrota.
La primera escisión fue en febrero de 2016, con la salida de los 12 diputados que se fueron del FpV para formar el bloque Justicialista. A esa primera docena se sumaron rápidamente otros cinco legisladores, que pasaron a formar parte de la misma bancada. El éxodo continuó en junio, con la salida de seis diputados del Movimiento Evita y cuatro representantes de Misiones. La bancada K quedó diezmada y llegó a los 70 diputados, que bajaron a 65 tras la renovación de 2017.
En paralelo, el interbloque Cambiemos fue siempre en ascenso en cantidad de integrantes. Cuando Mauricio Macri asumió como presidente, el oficialismo tenía 86 diputados. El espacio creció tras las elecciones 2017 y el interbloque llegó a los 108 integrantes que tiene hoy. Sin mayoría propia, el Presidente contó durante todo su mandato con el ánimo contribuyente del interbloque Argentina Federal, -que creció hasta contar 34 diputados-, del massismo y otros bloques provinciales.
En el oficialismo dan por descontado que, tras las elecciones 2019, el número de diputados de su interbloque se mantendrá, “en el mejor de los casos”. Esto es, si la pésima performance que viene haciendo Cambiemos en los comicios provinciales no se replica en el plano nacional, una vez que la boleta de diputados nacionales vaya atada a la de Macri presidente. El oficialismo renueva este año los 42 diputados que ganó en 2015, con el 34,15% que obtuvo Macri en la primera vuelta presidencial frente a Scioli.
EL TERCER FACTOR. A los números de Cambiemos y el kirchnerismo se suma la variable massista, que pone en juego este año las bancas que obtuvo en 2015, cuando Massa obtuvo el 21,40% de los votos en la elección presidencial. En diciembre de ese año, el Frente Renovador había sumado 15 diputados -aunque luego también sufrió un éxodo, a manos de la construcción de Felipe Solá– y había llegado a conformar un bloque de 37 legisladores.
En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, la elección 2015 repartió las 35 bancas entre el FpV (14), Cambiemos (12), el Frente Renovador-UNA (8) y la izquierda (1). En ese listado del kirchnerismo se anotaban -además de De Vido– el ex titular de la Anses Diego Bossio, que abandonó el bloque para pasarse al bloque Justialista, y Leonardo Grosso, que armó la bancada Peronismo para la Victoria junto al resto de los diputados del Evita. En el massismo estaban Facundo Moyano –que luego se sumó al bloque de Solá– y Alberto Roberti, que falleció en 2018. Su reemplazante, Fernando Asencio, también abandonó el Frente Renovador para encolumnarse detrás de Solá.
Con esos números en la mano, en la mesa legislativa de Cambiemos creen que en caso de que la ex presidenta se presente a la contienda electoral, le bastará con igualar el 37% de Scioli para hacer crecer su bloque puro, a expensas de la avenida del medio que formaron durante estos años peronistas dialoguistas y massistas.
La presencia del kirchnerismo en las listas será tema de negociación entre Cristina y los gobernadores en una segunda etapa de conversaciones, luego de que los mandatarios se hayan alzado con triunfos en sus respectivas provincias. La ex presidenta procuró no poner obstáculos en la marcha de los gobernadores hacia la reelección y tampoco peleó por demasiados lugares en las listas provinciales. Sin embargo, en el kirchnerismo afirman que la pelea por las listas nacionales no será igual: Cristina no solo quiere asegurarse poder en el Congreso para un eventual triunfo sino –y sobre todo- para el caso de que Macri sea reelecto.
El propio presidente del bloque PRO, Nicolás Massot, deslizó la preocupación durante la última presentación que hizo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en el recinto de Diputados. “Si a nosotros nos toca contar con la confianza de un segundo mandato, vamos a tener que volver a reeditar ese clima y a generar expectativas en los próximos meses, no solamente en nuestro electorado, sino también en los representantes de otros electorados a partir del 10 de diciembre”, dijo Massot sobre los acuerdos que deberá volver a hacer el oficialismo.
En el ala política del Gobierno miran con preocupación el hecho de que, gane quien gane la elección, la polarización entre Cambiemos y el kirchnerismo en una primera vuelta electoral diluirá cualquier opción intermedia y, por ende, los canales de diálogo.