Macri no puede decirlo, pero sabe que se garantiza una interlocución amable -como la que tuvo durante la mayor parte de su mandato- y una tranquilidad que no siempre ofrecen los socios radicales. Por eso, lo que parece parte de la impericia política del macrismo puede ser, al final del día, pura conveniencia.
Aunque los involucrados lo niegan de plano, las evidencias se acumulan en los tres años largos de sacrificio que lleva Cambiemos en el poder. Junto con Miguel Ángel Pichetto en el Senado, Schiaretti fue el principal sostén para la gobernabilidad durante la gestión Macri. Fue pilar de acuerdos fundamentales, mandó a votar todas las leyes ingratas que escribió el Presidente y se mantuvo siempre irreductible a cualquier entendimiento con el kirchnerismo. El ex secretario de Industria de Domingo Cavallo es el peronista fundamental, con el poder territorial más grande, con posibilidad de reelección y con rechazo permanente a un eventual regreso de Cristina Kirchner.
SOBREVIVIR ES MUCHO. Más allá de las críticas intermitentes del gobernador al Presidente por un gobierno que se ata al Fondo y reparte el ajuste con las provincias, ni a Schiaretti ni a Macri les genera problemas prolongar, cuatro años más, su amable convivencia. En la Casa Rosada, no niegan la relación histórica que los une, desde el tiempo en que Schiaretti se exilió en Brasil y fue después secretario de Industria, con Franco Macri como socio de proyectos estratégicos. Pero aseguran que no hay ningún pacto y que ni siquiera hablaron durante los días en los que se consumó la fractura de la alianza oficialista en Córdoba. Mitad excusas, mitad resignación, los fusibles de Macri lo justifican con una palabra: supervivencia, lo único a lo que -dicen- pueden aspirar en el año electoral.
El mismo día en que se escenificó la ruptura de Cambiemos, el ex socio de Juan Manuel De la Sota lanzó su candidatura con la presentación de una coalición más amplia que incluye al socialismo y a Margarita Stolbizer, en el mismo sendero de lo que intenta Roberto Lavagna a nivel nacional. En un discurso en el que convocó a todos, más allá de cualquier identidad partidaria, Schiaretti no sólo les habló a sus flamantes socios: además, pareció aludir a los votantes de Macri presidente. Para todos hay lugar dentro del cordobesismo de una sola pata.
Cerca del gobernador, niegan, por supuesto, cualquier acuerdo, aunque explican que Schiaretti no se enfrentará con Macri directamente, por lo menos hasta tener garantizada su reelección. Necesita los votos amarillos para consagrarse por cuatro años más. El peronismo de Córdoba cumple este año dos décadas exactas desde que comenzó a gobernar la provincia, con el primer triunfo de De la Sota. Desde entonces, se mantuvo siempre lejos del kirchnerismo y en una apuesta -hasta hoy inviable- por ver nacer otro rostro del PJ para competir por la Presidencia.
BASTIÓN ANTI K. Por historia, por el peso del campo y por los fondos que el matrimonio Kirchner le negaba a la provincia desde la Nación, Córdoba se consolidó como base de la resistencia sojera y urbana contra el proyecto del ex Frente para la Victoria. El distrito más antikirchnerista del país, con un peso importante a nivel nacional -representa entre el 8% y el 9% del padrón-, que fue decisivo para alumbrar la era de Cambiemos.
Ya en 2003, Carlos Menem le ganó a Néstor Kirchner y, en 2007, Lavagna obtuvo ahí su mejor resultado como candidato a Presidente: llegó al 35% de los votos y superó por casi 12 puntos a Cristina. El ex Frente para la Victoria sólo obtuvo el triunfo en 2011, cuando se quedó con el 37,3% de los votos. Visto como una esperanza nueva y con el supuesto de que era capaz de llevar al país hacia una modernización exitosa, Macri arrasó en 2015 y en 2017. En el ballotage contra Daniel Scioli, el líder de Cambiemos obtuvo nada menos que el 71,5% de los votos en Córdoba (1.546.831) y le sacó 930.829 de diferencia, más que en la ciudad de Buenos Aires, la cuna del PRO.
Sin embargo, la crisis económica, la recesión, el ajuste, la caída del consumo, las suspensiones en las automotrices y la ruptura de la alianza oficialista pueden estar impactando también en el territorio blindado del PRO. Un sondeo de enero de la consultora Delfos, en base a 1800 casos, presenta un panorama tan inédito como preocupante para Cambiemos.
Según una consultora cordobesa, Macri alcanza en la provincia una intención de voto del 25% y Cristina, del 28%.
De acuerdo con ese estudio, confeccionado por una encuestadora con base en Córdoba, hoy Macri cuenta en la provincia con una intención de voto del 25% y Cristina lo supera con el 28%. De ser así y mantenerse la tendencia, sería una catástrofe para el oficialismo.
La consultora JWC difunde cifras similares: le da a MM una intención de voto de 28,5% de cara a la primera vuelta contra casi el 25% de CFK y proyecta -con indecisos- un Macri que se impone con 33,3% frente a un 29% de Cristina. La diferencia de 4,3 puntos roza el empate técnico y deja muy atrás la escena de un macrismo arrollador.
En la Casa Rosada, suponen o dicen que Lavagna no será candidato. Pero, afirman, lo mejor que podría pasarle a Macri es que creciera el espacio del peronismo moderado. Sin embargo, en el PJ de Córdoba, piensan todo lo contrario y aseguran que Schiaretti quedó sorprendido por el rápido crecimiento de Lavagna, que duplicó en el verano su intención de voto en la provincia.
Según un sondeo de la consultora Managment & Fit, el ex ministro aparece ya con una imagen positiva de 43,4% y un diferencial positivo de 25%. Se ubica, así, 15 puntos por encima del Presidente y a años luz de CFK, que aparece con un diferencial negativo de 54%. De acuerdo con ese mapa, a la senadora la ve bien apenas un 21% de los cordobeses. Son números a los que el gobernador le presta especial atención y explican no sólo su antikirchnerismo, sino, sobre todo -como novedad-, su viraje hacia Lavagna: los proporciona su consultor histórico, Guillermo Seita, el dueño de la encuestadora que dirige Mariel Fornoni.
Hasta hace algunas semanas, Schiaretti repetía la consigna de Juan Manuel Urtubey y mandaba a Lavagna a competir a una PASO. Ya no. El clamor del Círculo Rojo, donde el Grupo Clarín hace valer su poderío, pide por el ex ministro y no tiene sentido seguir tratando de engordar al salteño en un feedlot de candidatos inviables. Un caso similar es el de Sergio Massa, al que le presentan dos opciones antagónicas: bajarse en este turno electoral o ir al acuerdo con Cristina Kirchner.
ESCALA OBLIGADA. Esta semana, el giro sumó elementos que entusiasman en el PJ del medio. Pichetto hizo escala en Córdoba para reunirse con el gobernador y convencerlo de que Alternativa Federal sólo tiene destino detrás de Lavagna. De la mano del ex delasotista Carlos Caserio, el senador llenó de elogios a Schiaretti y promocionó su rol como armador nacional del PJ Federal.
Según pudo saber Letra P, el operativo terminará de completarse la semana próxima, cuando el fundador de Ecolatina viaje a la provincia para brindar una charla en la Fundación Mediterránea y encontrarse con el gobernador. Es parte del intento por plantar una variante electoral que capture votos del peronismo y le arrebate, además, una tajada de sus votantes a Cambiemos. Los votos de Córdoba pueden ser, una vez más, decisivos.
En el kirchnerismo y también entre las viudas del PJ que dejó De la Sota, la interpretación es otra: Schiaretti y Pichetto saben que no tienen chances de romper la polarización y juegan para quebrar al peronismo y beneficiar a Macri. El acuerdo entre el Presidente y el gobernador es tácito y no está escrito. Falta poco para saber si termina por beneficiarlos a los dos, como hasta ahora, o termina con un perdedor imprevisto.