Son dos los desvelos que subyacen a cada una de las definiciones del hombre de la Universidad de Columbia: por un lado, las cuentas públicas, de cuyo excedente deberán salir los recursos que, tras el período de gracia que se negocia con los acreedores, permitan hacer frente a los compromisos reperfilados; por el otro, la inflación. En uno y otro aparecen elementos al parecer contradictorios, pero que mirados más de cerca guardan cierta lógica.
En lo que respecta a lo fiscal, Guzmán no se cansa de hablar de “consistencia” y explica que una expansión no financiada de un empujón a la economía por el lado del gasto sería “desestabilizadora” en tanto no cuente con fuentes de financiación. De inmediato señala que dichas fuentes no existen, porque no hay acceso al mercado de deuda y porque habrá responsabilidad en lo que respecta a emisión monetaria, la que existirá pero que, según dice, no se realizará de manera descontrolada.
Así las cosas, anunció medidas que incrementan el gasto público, como los bonos de $5.000 en diciembre y en enero para los jubilados y los $2.000 para los receptores de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Sin embargo, con la otra mano presenta un ajuste a los niveles pre-Macri del impuesto a los Bienes Personales y un nuevo cuadro de retenciones, que no se limita a lo decretado por Fernández el lunes sino que puede elevar los topes a 33% para la soja y a 15% para el maíz y el trigo. Ahora sí, tranquilizó, en diálogo con los implicados.
¿El ajuste, que Macri llevó hasta la orilla de su propia derrota electoral, terminó o continúa? Ni lo uno ni lo otro; queda en pausa, a la espera de que la economía comience de entregar signos vitales. A falta de datos y metas concretos, puede decirse que el Gobierno busca minimizar cualquier posible incremento del rojo fiscal en lo inmediato, aunque en el mediano plazo, lo que para el ministro tiene como hito un acuerdo por la deuda antes de abril, la búsqueda del superávit primario será un objetivo a recuperar. Hay, por así decirlo, un freno transitorio del ajuste y una reorientación que tenderá a recaer menos sobre los sectores más postergados para centrarse en los que tienen mayor capacidad contributiva.
El alivio para los jubilados viene con letra chica, tan chica que por ahora resulta ininteligible. Después de la suspensión por 180 días, se prometió, alumbrará una nueva fórmula de movilidad. ¿Cómo será? ¿Qué pasará en el futuro con los bonos que hoy se otorgan a quienes perciben la mínima? ¿Se incorporarán alguna vez al haber? ¿Cómo seguirán los aumentos por decreto durante la transición? Además, ¿por qué se suspende la vigencia de una norma que genera incrementos reales de las prestaciones cuando la inflación baja, pero las pulveriza cuando sube? ¿Será porque no se imagina aún un sendero bajista del nivel de precios? ¿O porque la fórmula nueva será prenda de negociación con un FMI que, si en algo insiste, es en la necesidad de desindexar ese ítem pesado del gasto público, lo que, en buen romance, implica otra vez la aplicación del bisturí? El propio Guzmán habló en su conferencia, cabe destacar, de un desacople entre jubilaciones e inflación.
El Gobierno busca generar una serie de anclas para los precios que deberían traer alivio en los próximos meses.
El otro desvelo de Guzmán, la inflación, claro que vinculado con lo anterior, también presenta elementos mixtos. Por un lado, como se dijo, aparecen los bonos para jubilados y receptores de AUH, que tenderán a recuperar parte del consumo perdido en los pliegues de la macrinomics, lo que podría presionar algo sobre los precios.
Frente a eso, el Gobierno busca generar una serie de anclas para los precios que deberían traer alivio en los próximos meses. Las tarifas de servicios públicos, se confirmó, quedarán congeladas por seis meses a la espera de una nueva política que, para empezar, las desdolarice. Además, los medicamentos bajarán un 8% en lo inmediato y no registrarán ajustes por dos meses. Otros precios sensibles, se supone, correrán la misma suerte en el marco del Consejo Económico y Social para el Desarrollo, la niña de los ojos del Presidente, en el que los salarios también resultarán contenidos en aras a la necesidad de ir desacelerando la carrera nominal.
Se suma a esa lista de anclas el que, acaso, haya sido este martes el anuncio más resonante de Guzmán: un virtual desdoblamiento del tipo de cambio, que no surge de la creación de un dólar comercial y uno libre, como ha sido tradicional en la historia económica nacional, sino de la aplicación de diferentes gravámenes de acuerdo con el uso que los compradores y vendedores den a las divisas.
“Lo acaban de hacer es desdoblar el tipo de cambio, solo que, en vez de determinar uno oficial y uno financiero, lo hicieron a través de un impuesto”, le dijo a Letra P el analista financiero Christian Buteler. La idea: cuidar al extremo dólares escasos para que la economía funciones y, en algún momento, empezar a pagar la deda.
“Entonces habrá un tipo de cambio oficial” que regirá la adquisición de divisas para realizar importaciones y la liquidación de exportaciones, “pero todo aquel que quiera gastar con tarjeta en el exterior o, ahora, incluso comprar los 200 dólares mensuales permitidos dentro del cepo deberá pagar un 30% más. Es, entonces, un desdoblamiento literal del tipo de cambio en la Argentina”, añadió.
De acuerdo con Gustavo Reija, director de la consultora Mecronomic, “la estrategia global está clara: incrementar recursos fiscales para generar un escenario apto para sentarse a renegociar deuda. En este marco se inscribe la suspensión en la aplicación de la fórmula de ajuste jubilatorio, con la clara intención de desindexar este componente del gasto social, y, junto al congelamiento de tarifas por 180 días, contribuir a la desaceleración de la dinámica inflacionaria del primer semestre 2020”.
“A este objetivo contribuirá, seguramente, un tipo de cambio oficial con ajustes mínimos en el primer semestre del año entrante”, añadió en diálogo con Letra P.
Así las cosas, desde ahora existirá un dólar oficial, el que en su tramo minorista está sujeto al cepo y al límite de compra de 200 dólares mensuales para personas físicas. En su tramo mayorista, este cotiza este martes por debajo de los $60 y a entre $63 y $64 según se trate del Banco Nación o de entidades privadas. Este tipo de cambio regirá solamente el comercio exterior, ya que será al que los importadores se hagan de las divisas necesarias para sus operaciones y los exportadores, retenciones aparte, liquiden las suyas. Cabe esperar que se mantenga relativamente estable por un tiempo o que evoluciones solo lentamente, de modo de convertirse en otra ancla para la inflación.
Un segundo dólar, anunciado por el ministro, será el “ahorro”, que surgirá de la aplicación de un impuesto del 30% sobre el oficial, siempre dentro de los límites del cepo. Así, a la cotización actual de este último, si se considera lo que marcan las pantallas de Banco Nación, su valor trepará a casi $82.
Un tercer dólar será el “turista” o “tarjeta”, que regirá las compras en el exterior con tarjeta de crédito. Como el gravamen que se aplica será el mismo que en el caso del dólar ahorro, su valor será idéntico.
El tercer dólar es el llamado “bolsa” o “MEP” (Mercado Electrónico de Pagos), de operatoria legal y que surge de la compra en pesos de activos financieros que se venden luego en dólares en el mercado local, donde queda depositado el dinero resultante. Tras las palabras del ministro, este tipo de cambio cotizaba con leve alza a $73,77.
El cuarto es el “dólar contado con liquidación” (CCL), cuya operatoria, también legal, solo se diferencia del MEP en que la venta del activo financiero se realiza fuera del país y que allí queda depositado el dinero. Es el también conocido como “dólar fuga”, que se conseguía a alrededor de $75,75.
El quinto tipo de cambio es el blue, negro, paralelo o ilegal. Este experimentó el lunes una suba del 7% debido a que el dólar turismo le puso un nuevo piso, ya que es natural que quien viaje busque hacerse de aquellos antes de salir del país para gastar menos que al usar el plástico. Los dólares blue y turista, lentamente, deberían converger.
En medio de tantas anclas, en este punto se encuentra el riesgo que corre Guzmán con la inflación: una brecha creciente entre los tipos de cambio mencionados y el oficial puede alimentar expectativas de incremento de este último. Es la historia de 2014 y 2015, para no ir más lejos. Una brecha del orden del 50% debería encender las luces amarillas y las rojas también. Aún se está lejos de eso, pero la diferencia se está ensanchando a una velocidad mayor que durante el cepo cristinista de 2011.
"Da la impresión de que el verdadero plan económico consistente e integral que Guzmán prometió en su primera conferencia de prensa solo aparecerá luego de renegociar la deuda", dijo Gustavo Reija.
“La gran mayoría del mercado (financiero), por no decir su totalidad, va a tomar el dólar blue como referencia porque cada vez que se normalizan las situaciones cambiarias, el dólar se termina estabilizando a un precio más cercano a él que al del oficial. Entonces, con este impuesto del 30%, el Gobierno le pone, en la práctica, un piso a ese dólar, lo que tarde o temprano va a tener un impacto”, explicó Buteler.
“El dólar MEP y el contado con liquidación tenderán a converger con el mercado libre”, pronosticó Reija.
“Da la impresión de que el verdadero plan económico consistente e integral que Guzmán prometió en su primera conferencia de prensa solo aparecerá luego de renegociar la deuda. Por ahora solo hay anuncios puntuales para ordenar el escenario en el que se librará la verdadera batalla”, explicó el hombre de Mecronomic.
Las medidas anunciadas apuntan a corazón de la grieta nacional: la puja distributiva, con un contingente cada vez más amplio de argentinos postergados y una clase media-alta y alta más y más reducidas pero muy militantes. El ajuste, más allá de su puesta en pausa, se reorienta. Del éxito o el fracaso de Fernández en pedir solidaridad a quienes pueden darse el lujo de prestarla dependerá de que esa grieta se achique o continúe partiendo en dos a la Nación.