Cuando Cristina Kirchner acababa de ganar las elecciones de 2011 con un impactante 54% de los votos, la creciente fuga de divisas y la relación entre vencimientos de deuda y reservas del Banco Central la obligaron a actuar. La imposición del cepo cambiario, motivo de una lluvia ácida vertida persistentemente por lo que entonces era la oposición, generó una serie de alternativas de dolarización paralelas, lo que no evitó que el propio tipo de cambio oficial debiera ser corregido con dolor en 2014. La historia, se sabe, se repite hoy con aquella oposición como oficialismo menguante. ¿Se repetirá también el sendero ascendente de esas variantes alternativas de dólar, preludio de la megadevaluación con la que Mauricio Macri debutó en diciembre de 2015? ¿Hay peligro, entonces, de que el naciente gobierno de Alberto Fernández se vea confrontado a poco de andar con presiones para volver a dejar caer el peso y, con esto, desatar otra vuelta de tuerca de la inflación que atormenta a la Argentina?
La cuestión pasa por la brecha entre los dólares paralelos y el oficial, la que, si se hace demasiado grande, comienza a operar sobre las expectativas de devaluación y, al impactar sobre la formación de algunos precios clave, también sobre las de inflación.
Justamente, el mantenimiento de la inflación en un nivel exasperantemente alto, de más del 50% interanual, hace que lo que hasta ayer nomás era un superdólar, hoy tal vez ya no lo sea en la misma medida. Por lo pronto, el futuro titular del INDEC, Marco Lavagna, dijo este miércoles que el dólar a $61 ya está “atrasado”. Alerta amarilla.
Si, en un contexto de cepo, la correa de transmisión hacia los estallidos financieros son los mencionados tipos de cambio paralelos, conviene examinar qué pasa hoy con ellos. Estos son básicamente tres. Uno es el llamado “dólar bolsa” o “MEP” (Mercado Electrónico de Pagos), cuya cotización surge de la diferencia entre la compra de una acción o título público en pesos y su reventa en dólares, todo en el mercado local. Otro es el “contado con liquidación” (CCL), de similar operatoria pero que se diferencia del anterior en que el final de la transacción se da en el extranjero, donde queda depositado el dinero. Finalmente está el dólar blue o negro, que surge de su compra informal y supuestamente ilegal en el esquema vigente.
Cerca del cierre de la rueda financiera de este lunes, el dólar oficial minorista cotizaba a $60,25, el mayorista (donde rigen las pautas del cepo para las grandes compras) a $59,88, el “bolsa” a $70,32, el “contado con liqui” a $73,32 y el blue a $68,25. Las brechas con respecto al mayorista eran, respectivamente, de más del 18% en el caso del “MEP”, de más del 22% en el CCL y de casi el 14% en el blue. Se trata de diferencias todavía moderadas. ¿Todo bajo control, entonces?
Christian Buteler, analista financiero, recordó en diálogo con Letra P que “si nos remitimos a lo que pasó con el cepo anterior, dos o tres meses después de haber sido instalado, la brecha era menor que la actual. Lo que pasa que muchos se quedaron con el recuerdo del 50 o el 60% de diciembre de 2015, pero no era eso lo que había pasado en 2011”.
El especialista explicó que, con el cepo macrista, “en el caso del contado con liquidación y del MEP, la brecha pegó un salto al principio y luego se mantuvo. En lo que respecta al blue, la cuestión es diferente. En principio, el bolsillo de la gente está muy destruido y no sobran pesos. Además, la expectativa de que el primer cepo se iba a apretar más para las personas humanas -porque este es el cepo más anunciado de la historia argentina- hizo que mucha gente se dolarizara más de lo necesario, usando no solamente ahorros sino también dinero que necesitaba para vivir en el día a día”. “Después de las elecciones el blue bajó fuerte porque la oferta fue mucha. A eso hay que sumar que no hay tanta demanda”, añadió.
La mirada de inversores, traders y analistas está puesta ahora en lo que será el gabinete económico de Alberto Fernández y qué plan aplicará a partir del 10 de diciembre, lo que no está claro y suma incertidumbre.
“Si se emite mucho dinero y se vuelcan muchos pesos a la calle, las brechas se van a empezar a ampliar, porque la verdad es que la demanda de dinero no aumenta, la gente no quiere más pesos. Lo ocurrido en los últimos dos años con el dólar sigue muy firme en la mente de todos”, dijo Buteler.
La baja de tasas prometida por el presidente electo como una medida favorable a la producción y limitante de la timba financiera tiene, más allá de su buena intención, un efecto secundario. “Con un cepo tan fuerte como este, que impide totalmente a las empresas la compra de dólares para atesorar y a los individuos les habilita solo 200 dólares, no hay dónde colocar pesos excedentes si se los llega a tener. En lo que hace a los plazos fijos, la tasa de interés está bajando a pesar de que la inflación no lo hace, por lo cual es probable que terminemos con una tasa real negativa. Y en lo que respecta a la deuda, las Letras de corto plazo, en la que mucha gente invertía directamente o través de fondos de inversión, el Gobierno la reperfiló”, reseñó el analista. Si esto pasa hoy, una futura baja de tasas incrementaría el atractivo del dólar como único refugio de valor.
“Se habla mucho de arreglar la deuda externa y que eso es una prioridad. Estoy de acuerdo, pero también lo es arreglar localmente el mercado de pesos, que incluso serviría para no tener que emitir tanto y para darles opciones a los inversores para quedarse en moneda local y no volcarse al dólar”, remató Buteler.