Gabriel Caamaño, economista de Consultora Ledesma, dijo, por su parte, a este medio que “es bueno lo que dijo porque ayuda a despejar los peores miedos. Pero aún no alcanza y hay que concretar esas definiciones en medidas”.
En tanto, Luciano Cohan, socio de la consultora Seido, se definió como “expectante” y señaló que “si bien la conferencia de prensa no tuvo muchas definiciones relevantes, puso énfasis en la consistencia macroeconómica y en que se tiene conciencia del riesgo desestabilizador de financiarse en exceso con emisión”. “Resta esperar que se anuncien las políticas, que intuyo, por el tono del mensaje, tendrán que ver con medidas impositivas”, avanzó.
El analista financiero Christian Buteler estimó que “Guzmán fue claro en marcar el punto de partida, que es bastante grave. Como positivo se puede rescatar que financiar una política expansiva del gasto con emisión sería irresponsable, pero no hubo mucho más sobre el rumbo que va a tomar en una exposición que fue bastante general”.
Gustavo Reija, director de Mecronomic, indicó que “el reconocimiento de los límites a la expansión monetaria en un contexto de caída de la demanda de dinero y la necesidad de tener un programa macroeconómico integral y consistente que tienda al superávit fiscal son conceptos fundamentales. Asimismo, la enunciación de las limitaciones para avanzar en un ajuste en 2020 resulta realista y a tono con la necesidad de reactivar la economía para recuperar ingresos fiscales”.
DECODIFICANDO A GUZMÁN. Guzmán es un keynesiano, esto es, en términos ATP, un convencido de que la respuesta a una economía recesiva no puede ser un ajuste fiscal perpetuo que, al final, no hace que morderse la cola al reducir la actividad y la recaudación e incrementar el rojo de las cuentas públicas y la necesidad de introducir dosis más masivas de austeridad. Sin embargo, habló de la imposibilidad de aplicarle un shock a la actividad económica por el lado del gasto porque no hay “recursos extraordinarios” para financiarlo, ni a través de nueva deuda ni por las limitaciones que impone el déficit fiscal actual. De hecho, definió explícitamente como “desestabilizador” un incremento fuerte de la base monetaria, es decir de la emisión de pesos sin respaldo.
“Está claro que venimos a resolver una muy profunda crisis económica y social. La situación hoy es de extrema fragilidad. Lo que hemos hecho es preparar un programa macroeconómico, que es un programa para frenar la caída, dadas las restricciones que hoy enfrentamos”, señaló el miércoles a la tarde en su discurso inicial, pronunciado con lentitud y con la falta de gimnasia esperable para lidiar con una audiencia de periodistas.
La aclaración de que no le dará vía libre al CTRL+P fue un punto fuerte de la presentación de Guzmán, que estuvo en línea también con los dichos del martes de Fernández, minutos antes de su asunción, cuando dio una entrevista radial y aseguró que habrá un aumento de las jubilaciones mínimas y los planes sociales, pero después de detectar en qué partidas se pueden hacer ahorros.
El monetarismo a ultranza, desde las tasas de interés XL de Federico Sturzenegger hasta las XXXL de Guido Sandleris y el Fondo Monetario Internacional (FMI), como se sabe, fracasó estrepitosamente y la inflación argentina, que Mauricio Macri había recibido en un preocupante 25%, cerrará este año en alrededor del 55% y con pronóstico reservado. Sin embargo, como el académico que es, Guzmán no cae en el error de considerar que por ello la emisión sin respaldo resulte inocua en términos de precios. La inflación, en efecto, es un fenómeno multicausal, algo que la Argentina probó como ningún otro país, para el que conspiran tanto el financiamiento vía “maquinita” del déficit fiscal como la existencia de mercados clave con competencia de oferta demasiado acotada, la puja distributiva y, de modo preeminente entre otros factores, la evolución del dólar.
De ese modo, desafió el absurdo estereotipo que algunos fans de la Escuela Austríaca hacen, a los gritos y en televisión, de la doctrina del premio Nobel John Maynard Keynes y de quienes la continuaron en la segunda mitad del siglo pasado y en el actual. Por eso no habla aún de expansión económica sino, más realista, de “frenar la caída” de la economía, lo que se vincula con la limitada inyección de recursos que puede hacer el Estado, la que, justamente por ese carácter, privilegiará inicialmente a quienes menos tienen.
“La tarea que me encomienda el Presidente es trabajar para frenar la caída, para tranquilizar a la economía argentina y sentar las bases de un proceso de desarrollo que sea sostenible y por supuesto que sea con inclusión social”, dijo al respecto.
De lo anterior surge que para el nuevo ministro sea un valor el balance presupuestario. “Argentina tiene que converger a una situación de equilibrio fiscal en la cual se alcance superávit primario: eso es necesario para la sostenibilidad de la deuda. El problema es que eso no se puede hacer de golpe. El 2020 no es un año en que se pueda hacer un ajuste fiscal porque profundizaría la recesión y la agravaría. El tema es tener el aire para no tener que hacer esa contracción fiscal”, señaló. Así, prometió, al revés del presidente para el cual abatir la inflación era “lo más fácil del mundo”, iniciar “un proceso paulatino pero persistente de desinflación, que debe ser compatible con los otros desequilibrios que hoy exhibe la economía”. “No se debe atacar solo con política monetaria como se hizo en el pasado reciente; esto debe ser atacado con una estrategia macroeconómica integral, que tiene que tener en el centro la cuestión social”, aseguró Guzmán.
“La pronta renegociación de la deuda es crucial y constituye el principal tema de agenda", dijo Gustavo Reija.
LA VARIABLE CLAVE. Faltaron anuncios concretos, como dijeron los economistas contactados por Letra P, pero la excesiva impaciencia de otros no reparó en los dichos del propio ministro, para quien el plan económico que se aplicará deberá tener consistencia fiscal y monetaria en función del perfil de la deuda que saldrá de la renegociación de los pasivos del país. Por eso no hubo anuncios y solo los habrá, paulatinamente, en la medida en que esas gestiones mínimamente se encaminen. Más llanamente: cuando se sepa cuánto habrá que pagar y, sobre todo, cuándo, podrán fijarse las pautas fiscales necesarias para llegar a tiempo con los recursos sin someter a la economía a una austeridad continua, que, como se ha probado en los últimos años, ha resultado a todas luces lesiva. Ese será el momento de hacer juicios más contundentes.
Como dijo Gustavo Reija, “la pronta renegociación de la deuda es crucial y constituye el principal tema de agenda. El primer cuatrimestre es el período en el cual el tema debiera estar cerrado para permitir, a partir de ese momento, tener un panorama claro de flujos y fuentes de financiamiento presupuestario”.
Por eso, Guzmán reafirmó la voluntad del Gobierno de “tener una relación constructiva con todos los acreedores, con los privados y con el FMI, entendiendo que acá hay un problema y que tenemos que resolverlo para que todos se beneficien y para que los acreedores puedan cobrar”. ¿Y si no existe buena voluntad de la contraparte? Esa respuesta no se dio, pero se la puede suponer en base al resto de la argumentación: la Argentina tiene un problema de solvencia dado por el hiperendeudamiento de la era Macri. Si no se puede pagar, no se pagará, es la persuasiva advertencia.
EN CONCLUSIÓN. A fin de cuentas, Guzmán presentó el keynesianismo posible. O, acaso, el keynesianismo bien entendido. Como dijo en 2014 en un artículo Andrés Velasco, ministro de Economía del primer gobierno de Michelle Bachelet entre 2006 y 2010, lo que entonces no parecían comprender Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner era que el keynesianismo habla a la necesidad de incrementar el gasto público para reflotar economías en caída y con un uso limitado de sus factores productivos. Lo otro, cebar el consumo cuando el crecimiento existe, es, en sus términos, populismo.
“Keynes no habría dado su visto bueno a las políticas macroeconómicas impulsadas tanto por Fernández como por su marido y antecesor, Néstor Kirchner. El enfoque keynesiano busca asegurar que la demanda no sea inferior a la oferta. Los Kirchner han asegurado que la demanda sea muy superior a la oferta. Esto se advierte claramente en la tasa anual de inflación de Argentina, la que se ha mantenido en alrededor del 20% durante más de diez años, sin que el congelamiento de los precios de los servicios públicos ni las repetidas manipulaciones del índice de precios al consumidor puedan ocultarlo”, dijo Velasco.
El keynesianismo posible de Guzmán es, como se dijo, la “serena utopía” de Alberto Fernández. Y es, además, el intento de recorrer un sendero diferente del transitado por el kirchnerismo conocido hasta 2015.