Precoz funcionario de las dictaduras de Juan Carlos Onganía y Jorge Rafael Videla en el área de Seguridad Social, De Estrada siguió como si nada con la llegada de la democracia: primero como embajador de Raúl Alfonsín ante la Santa Sede, después como secretario de Seguridad Social con Carlos Menem y finalmente desde el PJ como aliado de Domingo Cavallo en su incursión capitalina. Sin embargo, fue Macri el que lo llevó más alto en la Ciudad, como vicepresidente de la Legislatura porteña a partir de 2006 y, después, como miembro de la Auditoría General de la Ciudad. Apodado “El Obispo” por su famosa cercanía con la Iglesia Católica, De Estrada había surfeado con una cintura envidiable -y buena relación con la oposición- los años del macrismo en la Ciudad.
La llegada al poder central, en cambio, no hace más que traerle dolores de cabeza. Desde los encuentros en el Vaticano, con la cara de piedra que inmortalizó el papa en la primera cita con el sucesor de Cristina Kirchner, hasta los cruces del tercer año de Macri presidente, con el aborto legal, seguro y gratuito en primer plano.
La respuesta de Marcos Peña a la legisladora de Evolución Carla Carrizo volvió a poner en agenda la posibilidad de una ruptura y terminó de consagrar el tema: el gobierno destina 130 millones de pesos por año a pagar los sueldos de obispos, seminaristas y parroquias de frontera. Un motivo más para indignar a los que quieren ver separada a la Iglesia del Estado, lo que implicaría reformar la Constitución de 1994 o llegar a un consenso con los obispos argentinos. Sin embargo, los datos que dio Peña están lejos de ser los más escandalosos: la tajada mayor de los fondos estatales que financian al culto católico va destinada a la educación religiosa, a través del Fondo Nacional de Incentivo Docente.
Eso explica la frase del cardenal Bergoglio que circula por estos días entre los sobrevivientes del ex Frente para la Victoria, que lo enfrentaron con Néstor Kirchner en la presidencia. “Por favor, el Estado destina más a contribuir con los bomberos voluntarios que con la Iglesia”, le dijo el Papa a un enviado del santacruceño que fue a visitarlo a la Catedral Metropolitana para abordar el tema.
DOS LEALTADES. Recluido en el piso nueve del Palacio San Martín, quienes frecuentan a De Estrada afirman que prefiere no intervenir en una disputa que lo trasciende. “Cuando pasan cosas así, prefiere encerrarse. Está más allá de las internas”, dicen desde el oficialismo. “El ve un obispo y se pone contento. Se siente al servicio de la Iglesia y siempre lo dice”, cuenta un ex compañero del funcionario.
Omar Al Kaddour quiso abrir el juego a otros cultos más allá del católico. Chocó con El Obispo y tuvo que irse.
A los 82 años, el perfil que De Estrada le dio a la gestión contradice el tono de apertura al debate que envuelve a los altos mandos del macrismo en el arranque del año. Se concentra en su relación con la Iglesia Católica y deja en segundo plano a los demás cultos. Lo atestigua la salida de Omar Al Kaddour, el ex director de Libertad y Diversidad Religiosa que abandonó su cargo en silencio y pasó a refugiarse a principios de 2018 en el silencio el Banco Nación. Católico pero de origen sirio, estimulaba el dialogo interreligioso pero no se llevaba demasiado bien con el secretario de Culto. Se fue por la puerta de atrás.
Santiago, como le llaman los imberbes del PRO, tiene una identificación plena con el “populista” Bergoglio. Hasta nacieron el mismo día de la década del ‘30, 17 de diciembre, con un año de diferencia. Acostumbrados a festejar juntos, ahora De Estrada ve cómo el gobierno que ayudó a construir da rienda suelta a la herejía de despenalizar el aborto. Dificil que no se amargue, amigo como es de la frondosa liga de los peronistas que se oponen a la ley que comienza a debatirse en el Congreso.
De Estrada con Michetti y Bergoglio. Tan papista como el papa.
Es lógico: el secretario de Culto no tiene autonomía para definir el tono de la relación con el Vaticano. Pero, además, “El Obispo” carga sobre sus espaldas con un hombre de Marcos Peña que lo secunda en la función pública y que, a ojos de los malpensados, tiene intervenida su área: el subsecretario de Culto, Alfredo Abriani. Cuatro décadas menor que De Estrada, Abriani es un abogado de la UBA que fue director general de Cultos en la Ciudad, cursó la escuela primaria en el Instituto Nuestra Señora de Fátima y la secundaria en el Colegio Santo Tomás de Aquino, de la UCA.
“Frechu” Abriani fue el enviado del gobierno a Chile en enero pasado, durante la última gira del papa que sobrevoló la región sin pasar por la Argentina.
Frechu Abriani, el stopper que le puso Peña a De Estrada.
El subsecretario de Culto tiene otros méritos que cuentan en la gestión. Defensor aguerrido, es uno de los miembros distinguidos del equipo que juega al futbol con el Presidente todas las semanas en la residencia de Olivos. Su hermano Arturo, también abogado, revista en el área de la Jefatura de Gabinete como director de Asuntos Jurídicos, a las órdenes de Peña.
Las diferencias de edad, la convicción con que Abriani se aferra al manual amarillo y la posibilidad de que la relación entre el Gobierno y la Iglesia se tense un poco más alimentaron en los últimos días una versión que circula en la Cancillería y desmienten en los despachos de Casa Rosada: que el joven Abriani asuma el cargo del veterano De Estrada.
¿MÁS O MENOS? Pese a los tiras y aflojes públicos, la relación de Cambiemos con la Iglesia mantuvo la partida de fondos. No sólo eso. Lejos de reducir estructuras, como le gusta al Presidente, lo que se hizo fue ampliarlas.
El 13 de marzo último, a cinco años de la conversión de Bergoglio en Francisco, la jefatura de Gabinete publicó en el Boletín Oficial una decisión administrativa que aprueba nuevas estructuras organizativas dentro del ámbito del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Creó dos nuevas direcciones, aún sin funcionario a cargo: la “Dirección Nacional de Culto Católico” y la “Dirección Nacional del Registro Nacional de Cultos”. La primera tiene entre sus ocho funciones al menos tres que se destacan:
-Proponer y ejecutar políticas, planes y programas operativos destinados a la aplicación de los acuerdos suscriptos entre Argentina y la Santa Sede, relacionados con la creación y provisión de diócesis y circunscripciones eclesiásticas equivalentes, territoriales o personales.
-Proponer el proyecto de presupuesto anual para el sostenimiento del culto católico e intervenir en su ejecución.
-Administrar el Registro de Institutos de Vida Consagrada, tramitando las peticiones de los sujetos inscriptos y confeccionando los certificados correspondientes.
-Tramitar el ingreso, prórroga de permanencia y radicación de clérigos y religiosos católicos.
-Intervenir en los trámites y peticiones que realice la Iglesia Católica y las personas jurídicas que la integren ante los poderes públicos.
-Intervenir en el otorgamiento y realizar el pago de los beneficios establecidos por las Leyes Nros. 21.540, 21.950, 22.162, 22.430, 22.950 y normas complementarias.
Son las leyes firmadas por el integrista católico Videla en 1977; Videla, el ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz y el canciller Washington Pastor en 1977; Videla, el ministro del Interior Albano Harguindeguy y Martínez de Hoz en 1980; Videla en 1981 y Reynaldo Bignone, el canciller Ramón Aguirre Lanari y el ministro de Economía Jorge Wehbe, en 1983, a días del regreso de la democracia. Son las leyes de la última dictadura militar, tiempo de enorme promiscuidad e identificación entre la Iglesia y el Estado aborigen, cuando la jerarquía católica bendecía los crímenes de los genocidas argentinos. ¿Cambiemos es capaz de renunciar a semejante herencia?