Minutos antes de las 23.30 del domingo 22 de octubre, Cristina Fernández de Kirchner enfrentó a sus militantes reunidos en el búnker que había montado en el estadio de Arsenal y, casi en una recreación de las cadenas nacionales que tanto había disfrutado en su paso por la Casa Rosada, advirtió que los votos que había recibido ese día eran "fundacionales" de Unidad Ciudadana, el frente que había inventado para esquivar la interna con Florencio Randazzo y que, a partir de ese respaldo popular –insuficiente para ganar las elecciones-, había “llegado para quedarse".
Esa noche, la ex presidenta dejaría otras frases fuertes tributarias de esa misma idea:
"Unidad Ciudadana será la base, no la totalidad, de la construcción de una alternativa a este gobierno".
"Hemos sido capaces de crecer a pesar de habernos enfrentado a la más enorme concentración de poder de la que se tenga memoria".
"Sólo Unidad Ciudadana ha crecido y emerge como la oposición más firme a este gobierno".
Cuatro días después, el 26 del mismo mes, CFK salía de los tribunales federales, donde había sido citada por el juez Claudio Bonadio en carácter de imputada –hoy procesada, con pedido de desafuero para ser detenida- en el marco de la causa por presunta traición a la patria por el acuerdo con Irán, y descargaba un discurso desbordante de épica: “Quieren un Parlamento sumiso, donde los legisladores voten lo que ellos quieren. Conmigo no lo van a lograr. Yo estoy dispuesta a representar a los tres millones y medio de bonaerenses que se manifestaron en contra del ajuste”.
De aquellos dichos a los primeros hechos, registrados este miércoles, 54 días después de pintarse la cara en la puerta de Comodoro Py, la flamante senadora arrancó defraudando: los tres millones y medio de bonaerenses a los que prometió representar se quedaron sin la fiesta que esperaban desde que fueron a votarla. Cristina faltó a su primera cita con esa historia nueva que prometió construir. La esperaban para que le diera batalla al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en la comisión de Presupuesto y Hacienda. La esperaban para que empezara a ser la voz que, denunció ella, el Gobierno quiere callar. No fue al Senado en su primer día en serio como senadora.
Si hubiese ido, Cristina habría debutado, además, en un marco muy distinto al que les había prometido a los tres millones y medio de bonaerenses que el 22 de octubre la votaron. "Unidad Ciudadana será la base, no la totalidad, de la construcción de una alternativa a este gobierno", había dicho aquel domingo a la noche. Hasta ahora, ha ido para atrás en ese camino: el bloque del Frente para la Victoria-PJ, que tuvo 38 miembros –era mayoría- hasta el 10 de diciembre y fue un dolor de cabeza para el Gobierno en las contadas ocasiones en las que, durante dos primeros años de Macri en la Rosada, el peronismo decidió jugar a la oposición, ahora, desde su ingreso al Parlamento, tiene apenas un poquito más del 20% de la tropa original. Son sólo ocho los cristinistas. De la mano del rionegrino Michel Pichetto, el resto hizo rancho aparte en el Bloque Justicialista.
Sus conducidos no ayudan. O, mejor dicho, ella no los estaría conduciendo a la altura de la promesa de representar a los tres millones y medio de bonaerenses que “se manifestaron en contra del ajuste” en las urnas. Daniel Scioli, el más ilustre, se había presentado ante los argentinos como la alternativa, justamente, al ajuste que, según advirtió en el debate previo al ballotage de 2015, representaba Mauricio Macri. El martes a la madrugada, el ex candidato a la presidencia de la República faltó a la votación más importante de lo que va de la era Cambiemos. Justamente, la que consagró, a través de la reforma previsional, el ajuste sobre los más débiles: los jubilados, la infancia vulnerable que recibe la AUH, los veteranos de Malvinas y otros grupos beneficiarios de asignaciones sociales. Tampoco estuvo, en esa instancia crucial, la diputada kirchnerista bonaerense Laura Russo, otra integrante de la lista armada por la ex presidenta para las legislativas.
De los dichos a los hechos, dice el dicho, hay un largo trecho. Por ahora, en el tránsito por esa ruta, CFK viene a contramano.