La realidad siempre supera la ficción pero, lejos de condenarla a perder público, la ayuda. Ayuda a sus escritores a tironear sin culpa de la verosimilitud. A dejar volar su imaginación sin límites, porque es la realidad la que, cada tanto, demuestra que no los tiene. La detención de uno de los hombres más poderosos de la era K intentando esconder valijas con varios kilos de dólares en un convento de General Rodríguez corre todas las fronteras de lo posible. Y, en términos políticos, es una bomba atómica, porque ya no son personajes fronterizos o satelitales del kirchnerismo los que apilan fajos de plata verde delante de cámaras de seguridad: ahora, el que irrumpe embarrado hasta el cuello es un funcionario clave del andamiaje del gobierno anterior, que, además, ocupó su cargo desde el mismísimo ingreso hasta la mismísima retirada de los Kirchner del poder.
Por eso, el gobierno del presidente Mauricio Macri celebra. No es para menos.
La Casa Rosada se encontró este miércoles con este regalo impensado –nadie en su sano juicio podía pensar que un ex funcionario de la importancia del ex secretario de Obras Púbicas José López iba a ser protagonista de tamaña guarangada- cuando la administración del frente Cambiemos transitaba el peor momento de los seis meses que lleva en el poder: secuencia de medidas fallidas y rectificaciones que había instalado la sensación de un gobierno torpe, perdido o descaradamente inescrupuloso; tensión social a punto caramelo por el impacto de un ajuste feroz; imagen presidencial en caída, según empezaban a alertar encuestas que llegaban a los medios; inminencia del choque de la promesa de un segundo semestre de despegue con la realidad que indicaba lo contrario.
En ese escenario, la estrategia comunicacional oficial de apoyarse en los medios aliados para sembrar tapas y pantallas con las causas de corrupción que involucraban a satélites K empezaba a perder efectividad y el conflicto social, por obra y gracia de una política económica expulsiva, había ganado el centro de la agenda.
No sólo por eso: el estallido del escándalo de los Panamá Papers, que reveló la participación del jefe de Estado en sociedades offshore radicadas en paraísos fiscales, además del papelón de su declaración jurada de bienes, que dio cuenta de un incremento interanual de su patrimonio superior al 100 por ciento y de un canuto de 18 millones de pesos depositado en los sótanos del sistema financiero, habían limado la autoridad del Gobierno para plantarse como el salvador moral de la República.
Macri, ahora, puede volver a esa senda discursiva. Y las pantallas y las tapas derramarán sangre K por quién sabe cuánto tiempo.
¿Ya no importan los claroscuros presidenciales? No por ahora. No por un tiempo. El impacto de la detención del hombre que manejaba la segunda caja más importante de la era K queriendo esconder millones de dólares en un convento tiene el efecto de un hongo nuclear.
Hoy, y por un tiempo, no habrá otro tema que las valijas de José. Para que se vuelva hablar de ellos, los golpeados por el ajuste deberán esperar. Y el problema es que son cada vez más los que no tienen un minuto para perder.