LA QUINTA PATA

La era Javier Milei y la rutina de lo inaudito

Un país, entre la necesidad de entender y el fetichismo del diálogo. Lo marginal deviene sentido común. ¿Qué une a Nicolás Márquez, Diana Mondino, Francisco Paoltroni y el Gordo Dan?

La entrevista que le realizó el viernes Ernesto Tenenbaum al divulgador de extrema derecha Nicolás Márquez, hombre cercano y ahora biógrafo del presidente Javier Milei, tuvo el mérito de exponer uno de los grandes dilemas de la Argentina actual: ¿cómo debe reaccionar una parte amplia de la sociedad a la normalización de una narrativa de crueldad, discriminación y reivindicación del terrorismo de Estado?

¿Es lo que corresponde conversar, entender a quien está enfrente y, si se puede, tratar de zanjar diferencias, o hacerlo implica amplificar discursos de odio y normalizarlos en los medios de comunicación mainstream? En este caso, ¿conviene consagrar la fractura social y evitar cualquier vaso comunicante? Como sea, mientras se hace preguntas y se da respuestas inevitablemente provisorias, la sociedad asiste a la rutina de lo inaudito.

El periodista hizo una buena entrevista durante una hora y cuarto en su programa de Radio Con Vos –uno de los mejores de la actualidad–, con la que fue coherente con su visión liberal de la política: hay que escuchar todas las voces. Sin embargo, en el pase que hizo a continuación con Reynaldo Sietecase confesó que le costó dominar el impulso de "cagar a trompadas" a Márquez y entendió tanto que la charla haya atraído a parte de la audiencia como indignado a otra.

Embed - Fuerte cruce entre Tenembaum y Nicolás Márquez, biógrafo de Milei: "Los homosexuales son invertidos"

Javier Milei y la era de la provocación

Lo escuchado de boca de Márquez, quien presenta en estos días el libro que escribió junto a Marcelo Duclos, Milei: la revolución que no vieron venir, justifica preguntarse si lo que el propio Tenenbaum definió de entrada como "el encuentro de dos mundos opuestos" no supone una suerte de fetichismo del diálogo. Un diálogo sin sentido.

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La biografía de Javier Milei escrita por Nicolás Márquez y Marcelo Duclos parece destinada a convertirse en un boom de ventas.

La biografía de Javier Milei escrita por Nicolás Márquez y Marcelo Duclos parece destinada a convertirse en un boom de ventas.

Márquez, dijo el conductor, lo trató tiempo atrás de "progre emputecido" en Twitter y dijo en discursos que los adversarios políticos no son tales, sino "enemigos" a los que hay que "aplastar", categoría que extendió a prácticamente todo el periodismo. En la conversación, hubo que escuchar, por ejemplo, una extensa discusión acerca de si las personas gays son "desviadas" o "enfermas".

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Asimismo, se debió debatir si la apropiación de bebés nacidos en cautiverio durante la última dictadura –"gobierno militar", dijo el entrevistado– es verdad o mito.

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También, entre otros argumentos que Márquez dice fundar en hechos, si en los años 70 hubo una "guerra", si el juicio a las juntas militares fue legal, si Madres y Abuelas son "organizaciones terroristas" y si las violaciones de mujeres desaparecidas en los centros clandestinos de detención fueron realidades o simples habladurías.

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Un "fascismo" fuera de contexto

En el fondo, para rescatar la idea de fetichismo o mímica del diálogo basta con registrar que el ultraderechista disparó fake news a la velocidad de la luz y que la capacidad de refutación resulta en esos casos limitada. El mensaje, propio de una suerte de fascismo que no llega a ser tal sólo por falta de contexto histórico, se filtró.

Puede argumentarse, no sin razones, que la audiencia adulta o la que va camino de serlo tiene el criterio suficiente para discernir lo que es cierto y lo que es falso, lo que es admisible y lo que es ultrajante. El detalle es que asumir eso como una verdad incontrastable impediría explicar el propio fenómeno Milei, eso que, según Márquez, no se vio venir. Otra falacia, desde ya.

Asimismo, cabría preguntarse por los límites de lo tolerable en medios de comunicación que, sin dudas, tienen una trayectoria y una responsabilidad con la convivencia social. El propio Tenenbaum comenzó su programa del viernes cuestionando la contratación en el canal A24 de Santiago Cúneo, generador masivo de clicks en las redes por sus dichos insultantes que años atrás fue despedido de Crónica por haber emitido mensajes considerados judeofóbicos.

En ese sentido, ¿sería también aceptable que se entrevistara largamente a divulgadores que sostuvieran, por dar un ejemplo, que los judíos son "desviados" o "enfermos"? ¿Por qué, si eso es impensable, se tolera que se trate de ese modo a personas gays o de ideologías progresistas o de izquierda?

El huevo de la serpiente de la ultraderecha

La inefable Argentina paleolibertaria se incubó durante años en una parte del sistema de medios que dio amplia difusión a reivindicaciones del terrorismo de Estado, al "meter bala" y a la discriminación contra inmigrantes de países vecinos. En la última campaña electoral, como Milei "medía" y, de fondo, era una apuesta de ciertos sectores empresariales y políticos interesados en dividir a la derecha, se naturalizó el macartismo más crudo, el insulto, el grito y los "debates" sobre la licitud de comprar y vender órganos o niños.

Personajes como Lilia Lemoine y Bertie Benegas Lynch llevaron la "batalla cultural" a orillas más risueñas, como el cosplay y las propuestas para privatizar las ballenas, respectivamente.

Hoy se sufren los acosos de la trolera oficialista en las redes sociales y personajes como Daniel Parisini –alias "Gordo Dan"– reciben más aliento que limitaciones para propagar provocaciones.

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Ya que todo puede decirse en aras del diálogo con quien piensa diferente, el senador Francisco Paoltroni salió el mismo viernes a refutar la especificidad del femicidio como figura penal y hasta se permitió ironizar sobre la existencia de "masculinicidios". Paoltroni no quiere entender y nadie debería arrogarse el derecho de explicarle.

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Diana Mondino y un siglo de decadencia

La rutina de lo inaudito fue abrumadora en los últimos días. De Luis María Drago y Carlos Saavedra Lamas, la Argentina pasó a darse una canciller como Diana Mondino: hay que reconocerle razón al Presidente cuando habla de más de un siglo de decadencia.

Sus dichos a Clarín –"los que fueron de investigación (a la base espacial en Neuquén) no identificaron que hubiera personal militar. Son chinos, son todos iguales"– no sólo fueron groseros, discriminatorios y perjudiciales para la pretensión del propio Gobierno de refinanciar el pago, desde el mes que viene, de 4.900 millones de dólaresusados en el marco del swap en vigor; también dan cuenta, una vez más, de una paupérrima lectura del interés nacional.

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Diana Mondino esterilizó cualquier acercamiento que pudo haber logrado con su homólogo Wang Yi con una declaración lamentable.

Diana Mondino esterilizó cualquier acercamiento que pudo haber logrado con su homólogo Wang Yi con una declaración lamentable.

La gaffe fue tan gigantesca que hasta periodistas férreamente enrolados en la ultraderecha gobernante le hicieron reproches a la funcionaria, cuya aclaración fue útil para oscurecer más el panorama.

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Si el terraplanismo diplomático en vigor le permite a la ministra, que es una economista formada, afirmar que los BRICS –en el bloque se encuentran los dos principales socios comerciales de la Argentina, China y Brasil– no tienen gran cosa para ofrecer, hay que registrar también el modo en que decepciona una y otra vez a los Estados Unidos.

En el reciente intercambio de fuego entre Israel e Irán, el Gobierno se alineó más con el guerrerismo de otro ultraderechista, Benjamín Netanyahu, que con la necesidad de Joe Biden de sujetarle las manos que podían desatar una guerra internacional con un componente nuclear.

En el Chinagate, Mondino "dijo" algo más: si Washington reclama medidas contra la base china porque cree que tiene, en el fondo, fines militares, no ayuda precisamente al alineamiento nacional que la canciller admita que el país no tiene herramientas para saber quién es quién entre las personas que trabajan allí porque todas tienen los ojos rasgados.

Mientras se ridiculiza a sí misma ante el mundo y discute sobre el carácter y las facultades de su jefe de Estado, la Argentina ensaya una mímica del diálogo plural que, acaso, sólo sirva para normalizar discursos que no son normales y que pisan de lleno figuras penales como la discriminación y la apología del delito.

¿Quién asegura que la extravagancia no haya hecho más que comenzar con Milei y que, tal como van las cosas, este presente no le augure al país nuevos y electrizantes episodios?

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urge construir un amplio acuerdo democratico
Horacio Rosatti junto a Patricia Bullrich y Mariano Cúneo Libarona en Rosario.

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