Como medio, nos corresponde también la introspección: en muchos casos, durante demasiado tiempo, buena parte del sistema comunicacional del país se entregó a la generación de un clima de hastío y hasta de odio, corrosivo para la política sin distinción de merecimientos. He ahí otra causa.
Hoy, ante el riesgo democrático que se alza, aquella misma élite recurre en el abandono, llena como está de presuntos liderazgos que no lideran. Si los mismos entienden que sus voces restan en la arena electoral, entonces no son liderazgos; si creen que sus voces sumarían, pero las retacean, tampoco lo son.
Javier, el nombre del miedo
¿Por qué hablamos de un Riesgo Milei? ¿Es el candidato "anarcocapitalista", acaso, el único exponente de una derecha radical, erosiva del pacto democrático firmado por la sociedad argentina, tal como lo "redactó" Raúl Alfonsín en 1983 y que, a pesar de las zozobras del camino, rige hasta hoy?
Claro que no. Diversos posicionamientos de corte maximalista, negadores de la vigencia de la política de memoria, verdad y justicia; ignorantes de la necesidad de que exista un efectivo control civil sobre las fuerzas armadas y de seguridad; impulsores del "meter bala" –una pena de muerte extrajudicial– como respuesta al problema de la inseguridad; agitadores del discurso asfixiante de la grieta y defensores de un ajuste fiscal en ciernes que, si bien resultará inevitable, no debería prescindir de mínimas condiciones de equidad también forman parte de la ola.
En los últimos años, otras referencias políticas han tocado algunas de esas cuerdas. Sin ir más lejos, lo ha hecho Patricia Bullrich, una de las presidenciables más expectables. Sin embargo, a diferencia de Milei, una eventual presidenta Bullrich contaría con condiciones de gobernabilidad que harían menos irresponsable el salto hacia "el cambio".
Para empezar, porque es candidata de una fuerza política que ya tiene un camino recorrido, el PRO, y es respaldada por otra, de tradición centenaria, como la UCR.
De la mano de lo anterior, en los cuadros que la acompañarían hay experiencia de gestión, por más que la experiencia nacional de Mauricio Macri haya arrojado resultados tan malos.
Juntos por el Cambio tiene amplia capilaridad territorial, administración efectiva de provincias y municipios y, por lo tanto, un interés en la preservación de la estabilidad política, presupuesto de la paz social.
Esa misma red limitaría, es de esperar, mesianismos o excesos de personalismo por basarse en mecanismos de toma de decisiones más corales.
Enfrente queda LLA, una fuerza nacida hace solo dos años, basada en el impulso individual de un candidato y un entorno ínfimo y oscuro, señalada por la compra y venta de lugares en las listas, sin presencia en territorios, que llegaría al Congreso, si mejorara mucho su desempeño de las PASO, con –digamos– unas 50 diputaciones y unas diez senadurías. La precariedad alarma.
Así, Milei sintetiza mejor que nadie el riesgo de un liberalismo liberticida, una suerte de agujero negro antidemocrático.
¿Es para tanto?
Sí, lo es, en la medida en que, para Milei, las personas de pensamiento progresista o izquierdista serían, en su Argentina, "zurdos de mierda" a quienes habría que "aplastar".
Sí, en cuanto una definición de apego a la democracia depende del "teorema de la imposibilidad de Arrow", y la venta de órganos y de criaturas, presuntas normalidades en un mercado libre.
Sí, en tanto su sector reivindica la libre portación de armas como "solución" a la inseguridad.
Sí, dado que promete redención y libertad a condenados por aberrantes violaciones a los derechos humanos, a espaldas de la jurisprudencia adoptada por la Corte Suprema en arreglo con los principios internacionalmente aceptados que indican que los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles y, por tanto, no amnistiables ni indultables.
Sí, si el alcance de un Estado que debe ser mejorado pero no cancelado se tacha con prepotencia en una pizarra televisiva.
Sí, en la medida en que lo anterior se basa en los conceptos de que "la justicia social es una aberración", los impuestos un robo, el respeto a la diversidad de género y la educación sexual "un adoctrinamiento", el cambio climático "un invento del socialismo" y la inversión en ciencia y tecnología, un curro que urge liquidar. Cualquier liberal que se precie de tal debería sentir vergüenza al constatar que un pensamiento tan retrógrado se apropia de sus banderas. ¿Qué pensarían sobre este oscurantismo Domingo Faustino Sarmiento –el fundador de la escolaridad–, Julio Argentino Roca –el autor de la ley 1.420 de educación común, gratuita, laica y obligatoria– y Juan Bautista Alberdi –el padre de nuestra tradición constitucional–?
Las condiciones del Riesgo Milei
El programa paleolibertario es una praxis de la disolución: la disolución irrestricta del Estado en el mercado, aun cuando este sea monopólico; del peso, ya derruido por la inflación, en el dólar; de "la casta", esto es del sistema político realmente existente, en la vorágine del tsunami que jura barrerla; del sistema democrático en la aventura del plebiscito permanente y la ingobernabilidad; de la sociedad entendida como una red de lazos solidarios... ¿Qué resultado cabe esperar de una propuesta tal, intrínsecamente disolvente, que no sea, precisamente, la disolución nacional?
Sin embargo, más allá del propio tenor del programa, se alza un segundo riesgo: el de la ingobernabilidad. En otros términos, la distancia que media entre el maximalismo de lo que se propone y la escasez de herramientas de poder para llevarlo a cabo.
Un sector de la política, sin embargo, encuentra atajos para esta brecha.
Mauricio Macri se ha entregado a un juego a dos puntas que ha demorado el ordenamiento post-PASO de Juntos por el Cambio, en el que actúa como un impulsor de Bullrich pero, a la vez, como un simpatizante de Milei, a quien le propone el armado de una alianza para gobernar en los próximos años.
Ambivalente según el día y la hora, filtra en diálogos reservados su disposición a "gobernar a través de Javier", para lo que se le ofrece al ultraderechista como un dador de gobernabilidad, prometiendo a una eventual gestión del minarquista bancas en el Congreso, respaldos territoriales y hasta contactos con el Círculo Rojo empresarial de los que aquel carece. Tan evidente es el juego, que Bullrich debió salir a aclarar que "Macri es del PRO y de Juntos por el Cambio". Milei, por su parte, diferencia a su competidora Bullrich –quien, dice, lo ha defraudado– del expresidente, quien podría sostenerlo. Escucha, calcula y abre puertas.
Lo que podría pensarse como un requiebre más de la política es, sin embargo, una amenaza de defraudación a la sociedad. El 22-O, Bullrich captará un voto convencido, pero también uno estratégico: el de la prole huérfana de Horacio Rodríguez Larreta y el de ciudadanos y ciudadanas que podrían encontrar en ella una elección ideológica seductora, pero diferente del salto al vacío de la ingobernabilidad y de la erosión de la república y la división de poderes que plantea Milei.
Si la posibilidad de una alianza con el ala macrista de Juntos no se hiciera explícita antes del 22 de octubre, se estaría consumando un atraco a la confianza del electorado, que en esa fecha elegirá, además de la jefatura del Estado, diputaciones y senadurías que podrían terminar sirviendo a personas y a programas diferentes que los propuestos. ¿Quién habría votado, validado electoralmente, ese cogobierno pergeñado entre sombras?
"No seamos boludos. Nosotros no le regalamos el poder a nadie para que esté dos meses y regrese el peronismo", dijo Bullrich, cerca de declararse traicionada por su mentor.
Si se postula que la dirigencia política debería armar un dique de contención democrático, este debería comenzar, antes de la primera vuelta, por un sinceramiento sobre alineamientos en un eventual ballotage. Así quedaría claro el sentido que cada argentino y cada argentina le dará a su voto.
En la hipótesis de que el segundo turno fuera entre Milei y Sergio Massa y si Macri jugara, como lo sugiere abiertamente, a favor del primero, incluso al extremo de pactar una coalición de gobierno, ¿qué posturas habría que esperar de las principales referencias de Juntos por el Cambio? Una fractura de esa alianza quedaría a la orden del día, pero las líneas de esas fracturas podrían ser un tanto anárquicas.
Podría pensarse que la Coalición Cívica no acompañaría una aventura de ultraderecha. También, que primaría el rechazo del grueso de la Unión Cívica Radical, aunque referentes de ese partido como el diputado Martín Tetaz ya señalaron que preferirían al minarquista antes que al actual ministro de Economía. ¿El PRO acompañaría en su totalidad la reconversión ultra o, acaso, hay allí sectores realmente liberales que no confunden libertad con devastación del pluralismo y la convivencia social?
¿Un ensayo bolsonarista?
Más allá de la cuidada estética trumpista de Milei –una de la que el magnate procesado en Estados Unidos por un intento de golpe de Estado no debe estar demasiado al tanto–, el bolsonarismo es un modelo para el paleolibertarismo criollo.
En 2018, la emergencia de Jair Bolsonaro fue un shock enorme para Brasil, que debió atravesar la pandemia en medio de un oscurantismo antivacunas homicida. Le tomó cuatro años al país vecino armar su dique de contención democrático, para lo que fue necesario que Luiz Inácio Lula da Silva, tras superar el encarcelamiento y la proscripción judicial, ejerciera su indiscutible liderazgo para armar una amplia coalición desde la izquierda hasta el conservadurismo democrático que, no se debe olvidar, de cualquier modo venció al excapitán por apenas un puñado de votos. En el medio quedó una población más precarizada, una usina formidable e inédita de fake news, un envenenamiento de la convivencia social, una prédica falsa contra la limpieza del proceso electoral, un acampe de militantes de extrema derecha frente a los cuarteles y el copamiento violento de las sedes de los tres poderes el último 8 de enero, una embestida que siguió el guion escrito en enero de 2021 en el Capitolio de Washington.
Entre las herramientas de poder que Bolsonaro tenía y Milei –por ahora– no tiene se cuentan el bloque evangélico conservador y el poder militar-policial, pero eso está en construcción.
El primero de esos factores no tiene en Argentina la potencia ni la unidad con las que cuenta en Estados Unidos y en Brasil, pero hay aquí una apuesta incipiente a generarlo. Sobre el segundo, hay que poner la mira en la figura de la diputada Victoria Villarruel, compañera de fórmula de Milei e integrante de la "familia militar".
El problema no es su condición de hija de un oficial del Ejército –más allá de cuál fue su actuación: participó en el Operativo Independencia y en 1987 se negó a jurar la Constitución–, sino su propia militancia en el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV). Este lobby trabaja a favor de la "memoria completa", con lo que pretende equiparar acciones terroristas de grupos irregulares con crímenes de lesa humanidad que, por definición, solo se pueden cometer desde el Estado. El negacionismo la lleva a olvidar que miles de militantes fueron desaparecidos, asesinados o encarcelados largamente sin juicio por una maquinaria criminal que llegó a la atrocidad del robo de bebés, lo que lleva a preguntarse a quiénes pretende hoy hacerles caer el peso de un nuevo castigo.
Candidata de Javier Milei, en televisión: "Con 40 años de milicos estaríamos mejor"
En Brasil hay una trama institucional más densa que la de la Argentina, con una prensa que no se concentra en un solo polo excluyente, un empresariado más fuerte y conciente de sus intereses, un Congreso altamente corporativo y un Supremo Tribunal Federal (STF) que puede seguir por un rato la corriente del populismo judicial, pero que, a la hora de la verdad, actúa. "La casta", diría Milei. ¿Hay en la Argentina fuerzas de ese calibre para contener eventuales atropellos a la democracia? ¿Es el Poder Judicial del 2x1 un escudo contra asaltos al orden constitucional?
Es ahora el momento de pensar en preservar un legado democrático de 40 años que, pese a todo, ha sobrevivido a crisis graves. Urge que la dirigencia aclare cómo actuaría en un eventual escenario posterior a la primera vuelta o, en su defecto, cuál sería su rol en un posible gobierno de Javier Milei.
Para que millones de compatriotas que sienten desesperación no crean que un salto al vacío es su mejor opción; para que no se separen más familias y para que la juventud encuentre aquí, en casa y cerca de sus seres queridos, el futuro que merece; para no buscar por caminos inviables lo que nos ha faltado, resignando lo efectivamente conquistado, el momento es ahora.
Cada argentino y cada argentina, cada dirigente tiene la palabra y debe darla a conocer. Omitir esa responsabilidad podría resultar doloso.
Con todo, la esperanza debe ser sostenida. Aun en el caso más extremo, la democracia no caduca cuando se terminan de contar los votos. La manifestación, el derecho de petición a las autoridades y de protesta y la libertad de expresión son formas de resistencia inherentes a ella.
La cuestión pasará, sin embargo, por los costos que podría suponer su ejercicio.
Argentina espera por sus líderes.