El programa económico de Javier Milei tiene al dólar barato como uno de sus pilares, pero es también una de sus grandes debilidades. Por ahora, la decisión de Lula da Silva de devaluar el real golpea de costado con un aluvión de argentinos que encuentran precios atractivos para veranear en Brasil, lo que deriva en salida de dólares por turismo.
Pero, si en 2025 el presidente brasileño decidiera apostar por un tipo de cambio más competitivo, se transformaría en un problema comercial profundo en déjà vu: una segunda edición de lo que se conoció como el “efecto Caipirinha ”.
Desde comienzos de año, la moneda del país vecino fue depreciándose de a poco. En enero, la relación real/dólar estaba 4,9 reales por moneda estadounidense. El viernes pasado, llegó a seis reales.
El ajuste de Lula da Silva
El déficit fiscal financiero (después de pagar los intereses de la deuda) de Brasil está por llegar a los diez puntos del PBI. El viernes, el ministro de Economía, Fernando Haddad, anunció un paquete de medidas para ahorrar 327.000 millones de reales (unos u$s54.800 millones) hasta 2030 a través de recorte de gastos.
El ajuste busca reducir a cero el rojo del país a partir de 2025, una meta con la que el presidente brasileño se había comprometido para 2023 y fue aplazando indefinidamente.
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Lula da Silva y Javier Milei
La principal medida es la que limita el ajuste anual del salario mínimo, que es utilizado como referencia para el pago de pensiones y jubilaciones y cuyo aumento real (por encima de la inflación) dispara anualmente los gastos del Gobierno con seguridad social.
La inflación, esa es la cuestión
La inflación en Brasil se aceleró al 4,7% anual y, en consecuencia, hubo suba de tasas de interés hasta el 11%, pero el mercado no le cree tanto y eso provoca presión sobre las reservas internacionales: pese a estar robustas y poder afrontar los vencimientos en dólares, la tensión no cesa.
Haddad salió a calmar aguas. "No podemos hacer todo lo que se necesita con una bala de plata. Este conjunto de medidas no es la gran final de lo que tenemos que hacer", dijo el ministro en un encuentro de la Federación Brasileña de Bancos. ¿Puede haber más medidas fiscales? El ministro no las descarta.
“El impacto de las medidas parece estar demasiado aplazado para lo que la economía necesita en este momento”, dijo Alberto Ramos, economista jefe de Goldman Sachs para América Latina, en un informe. “El paquete no implica recortes de gasto, sino sólo medidas para frenar el fuerte aumento del gasto obligatorio y evitar una presión excesiva sobre el gasto discrecional”.
La pregunta es hasta cuánto Lula está dispuesto a devaluar. Es lo que se está preguntando el ministro Toto Caputo. Si el brasileño da un golpe de timón y enciende la motosierra, Milei sonríe y tiene un respiro. Si está dispuesto a dejar correr la especulación contra el real, entonces un 2025 con crecimiento de la actividad económica en Argentina, aunque es una buena noticia, puede ser, a la vez, un problema.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el PBI local caerá 3,5% este año y crecerá 5% en 2025. Este lunes, Milei dijo que la actividad económica puede terminar en punto “neutro”, es decir, sin bajas ni subas. No hay datos que lo respalden, por ahora.
La economía argentina es ultra dependiente de los bienes importados para llegar a la producción de un bien final. Por lo tanto, si las máquinas vuelven a prenderse o aumentan su capacidad productiva el próximo año, las importaciones serán más necesarias. Si para ese entonces Brasil continuó su camino devaluatorio, entonces la ecuación es la siguiente:
Argentina con dólar barato (es más fácil importar) + compras a Brasil (que estará más competitivo) = ola de productos brasileños y deterioro de la balanza comercial.
Déjà vu brasileño
Esto ya pasó. En 1999, el entonces presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso, decidió devaluar el real frente al dólar con el objetivo de mejorar la competitividad de los productos brasileños en un contexto de fuga de capitales, desaceleración económica y un elevado déficit fiscal.
Este panorama afectó negativamente a la economía argentina, que experimentó una caída en las exportaciones hacia Brasil, lo que profundizó la crisis económica local. El impacto de la crisis brasileña en Argentina fue denominado "efecto Caipirinha" por la Fundación Capital, un término que luego fue adoptado por economistas y medios de comunicación.
El entonces presidente argentino Carlos Menem decidió no salir del esquema de la convertibilidad pese a la pérdida de competitividad con su principal socio comercial; una de las presiones más grandes que tuvo la balanza de pagos, que entró en una severa crisis y terminó estallando en diciembre de 2001.
Tal como lo viene contando Letra P, algunos efectos ya se sienten: “85 de cada 100 autos que se importan en Argentina son brasileños”.