Las diferencias personales e ideológicas, y hasta la mala relación personal entre Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva no impiden que Argentina y Brasil avancen, a través de funcionarios de las respectivas áreas de energía, en acuerdos comerciales mutuamente ventajosos. El gas de Vaca Muerta encuentra en el vecino un primer cliente a gran escala.
Los desencuentros políticos han estado a la orden del día en la previa de la Cumbre del Grupo de los 20 (G20) de Río de Janeiro y en el propio plenario de jefes de Estado y gobierno. Sin embargo, al margen de la reunión, el ministro de Minas y Energía de Brasil, Alexandre Silveira, reveló que se acaba de cerrar un entendimiento para que la Argentina multiplique por 15 las exportaciones de gas que le realiza a ese país, lo que demandaría hasta 2030 –el punto de llegada en principio óptimo para el negocio– la realización de importantes obras de infraestructura.
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Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva: desencuentros políticos, acuerdos comerciales.
El funcionario del país vecino lo reveló así en una entrevista con el diario O Globo.
"La apertura del mercado de gas de Brasil generaría beneficios a largo plazo, lo que incluye inversiones, empleos y reducción de los precios de los alimentos", dijo su cartera en un comunicado tras firmar el acuerdo respectivo con Toto Caputo.
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"La demanda estimada es de hasta 30 millones de metros cúbicos por día hacia 2030", añadió.
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Toto Caputo, junto a Alexandre Silveira, ministro de Minas y Energía de Brasil.
El acuerdo maduró en los últimos meses gracias al negociaciones encaradas por el propio Silveira y sus técnicos con los de la Secretaría de Energía que comandó hasta el 1 de noviembre Eduardo Rodríguez Chirillo, reemplazado entonces por María Carmen Tettamanti.
La próxima etapa será la puesta en funcionamiento de un grupo binacional para estudiar las mejores vías para que el recurso llegue a Brasil.
Para los negocios de envergadura no hay diferencias ideológicas que valgan, afortunadamente. La gran industria del sudeste brasileño es una demandante voraz de gas proveniente de Bolivia, pero la declinación de la producción en ese país la obliga a buscar alternativas. Vaca Muerta surge entonces como una bendición no sólo para una Argentina que encuentra una oportunidad histórica tras otra, sino también para el país vecino.
Más allá de la producción industrial en general, del gas nacional dependería la chance de qué ambos países avancen en un sendero que garantice a sus respectivos sectores agrícolas el autoabastecimiento de fertilizantes, lo que supondría también un importante ahorro de divisas.
Brasil viene pagando por el gas que hoy importa un promedio de 13,82 dólares por millón de BTU, mientras que el que fluya desde la Argentina podría llegar a un costo máximo de ocho dólares. El ahorro sería sustancial.
Este año, el país le vende a Brasil a un ritmo de 2 millones de metros cúbicos diarios y la idea es que el flujo llegue a 30 millones hacia 2030.
En el medio, se juega la posibilidad de que la Argentina termine por exportarle a Brasil hasta 6.000 millones de dólares anuales a valores de hoy, lo que contribuiría no sólo a incrementar el ingreso de dólares a la economía nacional, sino también a equilibrar un comercio bilateral crónicamente desfavorable a nuestro país.
El detalle es que ese objetivo de 6.000 millones de dólares anuales se concretaría a través de una expansión plena del negocio, lo que dependerá primero de un despliegue aun más veloz del yacimiento no convencional y luego de la ejecución veloz de ambiciosas obras de infraestructura.
Del grupo binacional que debe conformarse dependerá que se encuentren las vías más eficientes para la llegada del fluido a Brasil. En ese sentido, el ministro Silveira citó en la mencionada entrevista cinco opciones que deben ser estudiadas.
Los caminos del gas de Vaca Muerta
La primera y más directa es la utilización del Gasoducto Brasil-Bolivia, subutilizado en la actualidad por la declinación de la producción boliviana. Según explican en Brasil, aquel ducto tiene una capacidad de transporte de alrededor de 30 millones de metros cúbicos por día, pero que hoy traslada apenas entre 12 y 15 millones. Esa diferencia podría ser cubierta por la Argentina en un plazo relativamente corto.
Sin embargo, ese proyecto se vincula a la reversión del gasoducto Norte, recientemente completado después de una decisión inicial del gobierno de Milei de congelar las obras por motivos presupuestarios. El mismo permitirá abastecer al norte de nuestro país de gas neuquino, que también reemplazará al boliviano.
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El gobierno de Javier Milei debió dar marcha atrás y reactivar las obras para la reversión del gasoducto Nortepara evitar un daño económico para el país.
Para que esa obra se pueda conectar con Brasil será necesaria la construcción de un gasoducto paralelo a través de territorio boliviano, lo que, si todo saliera bien, podría completarse en menos de dos años.
La segunda alternativa es la construcción de un gasoducto a través del Chaco Paraguayo, un proyecto por ahora totalmente en pañales.
Una tercera implicaría la conexión del sistema de gasoductos argentinos con la ciudad brasileña de Uruguayana, lo que dependería de la terminación de la segunda fase del exgasoducto Néstor Kirchner –rebautizado Perito Moreno– y la construcción de un tramo de conexión en el norte de Entre Ríos.
Frente a esta alternativa, Brasil también debería hacer los deberes: vincular la mencionada ciudad con la de Porto Alegre, principal vía de entrada del Gas que abastece a la industria del sudeste rico de Brasil.
Una cuarta posibilidad sería la construcción de un ducto a través de Uruguay y la quinta, un proyecto para la conversión del gas natural en gas natural licuado (GNL), de costo evidentemente más elevado.
Una dificultad adicional es la decisión del gobierno paleolibertario de retirar totalmente al Estado de la obra pública. Brasil tiene mecanismos estatales de financiamiento de infraestructura, pero la idea argentina pasa por atraer capital privado en base al Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), la gran apuesta para el inicio de un ciclo fuerte de Inversiones que cambie definitivamente el perfil productivo del país.