Gran parte del círculo rojo santafesino reacio al actual oficialismo encontró una justificación para decir que tolera la precandidatura de Sergio Massa para la presidencia. Podría resumirse en la frase “es el mejorcito de los otros”, como reconocen por lo bajo sectores del establishment, por ejemplo, el Grupo de los 6 en la Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco). Esa frase sugiere algo de resignación que no es tal cuando hacen cuentas y ven las posibilidades de sus negocios. ¿De los otros o de los suyos?
Allí entra el sector agroexportador en su conjunto y hasta parte del sector primario del campo que nunca lo reconocerá, tal como sucedió en 2011 cuando la ruralidad de la zona núcleo sumó al 54% de Cristina Fernández, aún con la 125 fresca, pero al otro día nadie confesó. Algunos sectores más reaccionarios del campo reconocen que “se puede hablar con Massa” y que su equipo plantea cuestiones con conocimiento; es decir, demuestran un contraste del componente ideológico con el kirchnerismo duro, no con la oposición. Algunos dirigentes rurales de alto rango pensaban si no será posible que esté presente en la apertura de La Rural en Buenos Aires entre toros con picardas y una tribuna hostil.
Por otro lado Massa arrima con el desarrollismo, de ideología de centro, que acepta al que apuesta a la innovación y a los negocios. Esto último está descontado con el tigrense, quien posee contactos fluidos en varias áreas, como por ejemplo, la agroindustria y el biocombustible, fuerte en Santa Fe. Los industriales santafesinos festejan que el ministro se venda como pro producción y que no se vuelque a lo financiero, aunque en las demandas suena fuerte el régimen de importaciones que no ha sido prolijo y no sólo por la frazada corta de los dólares.
En tanto, la industria de la tecnología asociada al campo, el Agtech, podría entrar en ese new desarrollismo que no se detiene en hacer diferencias entre un macrismo o un peronista equilibrado, pero que le va a pedir ciertas garantías básicas de orden comercial y social. Si las agtechs en el gobernador Omar Perotti encontraron un aliado, porque no en Massa que ya empezó a meterse en el tema, y, además, pasa sin tocar timbre en los mercados de Estados Unidos donde muchas empresas se reflejan y algunas hasta cotizan.
Hay otro enfoque que advierte el ojo empresario: sin capacidad de gestión no se puede gobernar esta Argentina incendiaria. Hace once meses asumió como ministro de Economía y en medio del tembladeral, su figura despertó aceptación de ese círculo empresario. Con el examen medianamente aprobado por haber logrado que no se vaya al demonio todo, le arriman una ficha y sueñan con estabilidad cambiaria, superávit comercial y orden fiscal, donde el exministro tiene varios sabuesos.
Lo que pretende el círculo empresario en general son dos cuestiones vinculadas: estabilidad macro sin trabas. “No ven mal que se debata con la persona más competitiva del oficialismo, el mejor candidato del oficialismo, porque forzará a la oposición a ser más realista en sus planes. Muchos no ven del otro lado ideas claras de qué hacer con la economía”, explicó off the record un ejecutivo agroexportador de talla. Quizás esto avale el acierto del peronismo de volver hacia el centro procapitalista.
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El ministro con el sector agroexportador en un acto presentación del dólar soja
Un amor ¿de verano?
Las cerealeras y aceiteras están en una posición particular con el precandidato porque ya han hecho un recorrido juntos desde que es ministro. Las versiones del dólar soja negociadas y acordadas con cerealeras, al menos la versión 1 y 2, para incentivar la liquidación y darle oxígeno a las reservas fueron una muestra del entendimiento que puede lograr Massa con el poder económico a diferencia de otros dirigentes.
Sin embargo, se viene una etapa de enfriamiento del vínculo público. Ya en la tercera versión del dólar soja, en abril, las agroexportadoras de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y del Centro de Exportadores de Cereales (CEC) no quisieron firmar, ni que el ministro le agradezca públicamente en la presentación del programa porque se acercaba el cierre electoral. Massa no sólo le agradeció en el acto, sino que lo hizo dos veces en su discurso.
Ahora directamente rechazarán una posible cuarta versión del programa. Claro que por decreto y con algo de lobby, el ministro de Economía lo puede lograr, pero esa es otra historia. Nadie quiere quedar pegado a ese esquema en este momento. Es que llega el año electoral y el empresariado reduce o merma posicionamientos políticos y fotos, algo que significa una reducción de riesgos a futuro. Las adhesiones son subterráneas.
Ahora bien, podría ser a la inversa: te bancamos todo lo que pudimos cuando fuiste ministro, ahora es tiempo de cobrar. En ese punto, el sector agroindustrial, nucleado en el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) donde las cerealeras y las bolsas de comercio tienen el peso mayor, cree que es momento para que el oficialismo apruebe la ley de exportaciones para incrementarlas en 40 mil millones de dólares con reducción impositiva a diez años.
De paso que le sirva a Massa para mostrarle al FMI con hechos que la ley le serviría para pagar con crecimiento la deuda. Según supo Letra P, hace unos meses le presentó el proyecto al staff, pero no convenció al no estar aprobada. Creen que eso sería una señal de diálogo con el agro.
Ni lento ni perezoso, el massismo ya mandó gestos, por ejemplo con el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, que respondió con algo más de expectativas sobre una reducción de retenciones. Si antes la descartaban, ahora la pone en estudio, pero vaya a saber para cuándo.
Santa Fe es una provincia generadora de dólares, de negocios y con una matriz agroexportadora que no sólo le sirvió para mantener a flote a la economía en este año, sino que es una de las llaves para una eventual presidencia. De los dos lados del mostrador se piropean, aunque desconfianzas hay.