Desde 2011 la implementación de la boleta única por categoría restringió el efecto arrastre de “arriba hacia abajo” y modificó la motivación del voto en la categoría para diputados y diputadas: se pasó de un voto identitario o por fuerza política a un voto basado en atributos personales.
En las últimas tres elecciones, la contienda a diputados provinciales transcurrió con cierta independencia de lo que sucede en la carrera por la gobernación: al tradicional “menor protagonismo” natural se le sumó la posibilidad que tiene el electorado de segmentar con mayor facilidad su voto, jerarquizando de manera diferente sus preferencias según se trate de una categoría ejecutiva o legislativa.
En Santa Fe, las elecciones que se produjeron desde la reforma electoral muestran un evidente desacople entre el rendimiento electoral de las candidaturas a gobernador y el acompañamiento que recibe la lista para la Cámara baja del mismo frente o alianza. Sin embargo, no puede identificarse una regla respecto a en qué categoría se obtiene mayor caudal de votos. Es decir, esto no implica que los votos recibidos en una categoría (gobernación) sea en todos los casos mayor al recolectado por la otra (diputaciones provinciales), sino que, por el contrario, aparecen situaciones diversas que pueden marcar una tendencia de qué factores determinan el voto en la elección legislativa y cuáles en la ejecutiva.
• Entre 2011 y 2019, en las tres elecciones el escenario fue de "ganador anticipado", triunfando la candidatura de mayor nivel de conocimiento, trayectoria y competencias electorales protagonizadas, independientemente de la fuerza que triunfó a la gobernación.
• En 2015, la excepcional paridad de la elección a la gobernación no se replicó en diputados y diputadas: Antonio Bonfatti obtuvo más de 400.000 votos de diferencia sobre el inmediato seguidor. Ni Héctor Cavallero ni López Molina lograron retener más del 55% de los votos que Miguel Del Sel y Omar Perotti registraron a gobernador.
• En 2019, el triunfo de Miguel Lifschitz revistió similares características: una diferencia de 380.000 sobre la segunda lista más votada. En esta oportunidad, tanto la candidatura del Frente de Todos (Leandro Busatto) como la de Juntos por el Cambio (Gabriel Chumpitaz) conservaron menos del 45% de lo obtenido por Perotti y José Corral.
• Finalmente, aunque María Eugenia Bielsa en 2011 triunfa de manera ajustada en diputados y diputadas (+3%), su candidato a gobernador quedó relegado al tercer lugar. Es decir, como no se registra arrastre de “arriba hacia abajo”, tampoco se produce de “abajo hacia arriba”. Bielsa obtuvo 200.000 votos más que Agustín Rossi.
Otro cambio sustancial se presenta al analizar la oferta electoral de los candidatos a diputados provinciales. Sin arrastre hacia abajo, las fuerzas minoritarias no necesitan desgastarse en disputar la gobernación para obtener representación parlamentaria. Así, de solo dos listas con representación parlamentaria en 2007 pasamos a seis en 2019.
La boleta única favoreció además la dispersión del voto entre mayor cantidad de listas y la atomización de la representación legislativa. Antes de la reforma, el arrastre provocado por la boleta papel exigía que, para ser competitiva, cada lista presentase además una candidatura a la gobernación. Como la disputa en esta categoría solo es protagonizada por dos o tres fuerzas, el resto de las listas perdían posibilidad real de ingresar al cuerpo legislativo. Existía en ese entonces un fuerte arrastre “de arriba hacia abajo”. La elección de 2007 lo muestra con claridad: mientras que Hermes Binner y Rafael Bielsa acumularon más del 90% de los votos, los resultados se replicaron en la categoría para la Cámara baja. Como consecuencia de ello solo las dos fuerzas mayoritarias obtuvieron representación legislativa.
La última década nos muestra cómo en Santa Fe, reforzado por el instrumento de votación, la elección de diputados y diputadas transita por caminos diferentes de la de gobernación. Puede suceder que una candidatura competitiva no consiga trasladar su potencial a su cabeza de lista en diputados (escenario del Frente de Todos en 2019 o Cambiemos en 2015), tanto como que, al ser menor la competitividad real de la elección, el comportamiento de los votantes se encuentre atravesado por otras motivaciones y el candidato de mayor conocimiento y recorrido electoral gane con comodidad la elección (Frente Progresista en 2015 y 2019).
Hasta el momento, habiendo transcurrido tres elecciones, esta dinámica ha favorecido un escenario de baja competitividad real en diputados y de “ganador anticipado”: en definitiva, diferentes incentivos y voto “por costumbre” o “conocimiento” se imponen al voto estratégico e identitario.
Con estos antecedentes, las estrategias electorales (y los nombres propios que la protagonicen) adoptadas por cada fuerza política que compita en la provincia debe ser diferente según se trate de la carrera por la gobernación o la disputa por la mayoría en la Cámara de Diputados.
*Roque Cantoia es titular de la consultora Doxa Data (@doxadata__)