Aunque ajeno a las grandes estructuras del poder eclesial, Robert Prevost mantuvo una relación estrecha con el papa Francisco, marcada por audiencias privadas semanales en la Casa Santa Marta. Esta constancia y esta cercanía, sumadas a su rol clave en la Curia romana, refuerzan la idea de que fue el elegido in pectore de Jorge Bergoglio.
Prevost llegó al centro del poder eclesial cuando fue designado prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los organismos más importantes de la Iglesia. Desde ahí, ayudó a moldear el mapa episcopal del mundo, un encargo que Francisco no delegaba a cualquiera. Lo ubicó en este lugar, lejos de los equilibrios tradicionales del poder romano.
Sin retórica brillante ni gestos de autocomplacencia, Prevost cultivó un liderazgo sereno, más vinculado a la decisión práctica que a la oratoria doctrinal. Esta actitud no sólo le hizo ganar el respeto del papa, sino, también, de obispos de distintas latitudes y vertientes eclesiásticas internas.
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Robert Prevost con la argentina Emilce Cuda
Emilce Cuda en X
“Es una persona de gran decisión, que no es fácil encontrar”, apuntó Emilce Cuda, teóloga argentina y secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, el organismo que presidía el cardenal estadounidense-peruano antes de ser ungido papa.
Audiencias semanales con el papa Francisco
Durante dos años, Prevost mantuvo audiencias semanales con Francisco. Apenas interrumpidas durante los 38 días de internación de Bergoglio en el hospital Gemelli, la rutina volvió a repetirse tras el regreso al Vaticano y pese a la convalecencia. El propio cardenal contó que, en ocasiones, al llegar a las 7.30, ya encontraba al papa esperándolo.
Esta constancia habla de un vínculo que fue más allá del protocolo. “Francisco dio muchas señales de que depositaba en él su confianza”, aseguró Cuda y agregó: “No se puede hacer un culto de la figura de Francisco; hay que seguir el proceso. Prevost tiene la virtud de sostenerlo con hechos y palabras”.
Robert Prevost, un colaborador de confianza
El ascenso de Prevost no fue improvisado. En 2023, Francisco lo llevó a Roma, lo nombró arzobispo, luego cardenal y lo integró a los viajes apostólicos y a la Asamblea General del Sínodo de los Obispos. Pasó de ser colaborador de confianza a protagonista del tramo final del pontificado.
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El papa Francisco crea cardenal a Robert Prevost
Vatican Media
Desde una perspectiva geopolítica, como la que marcó buena parte de las decisiones de Bergoglio, la elección de un estadounidense como sucesor no implica una claudicación ante el Norte global. Más bien, señala una jugada estratégica.
“Hoy el mundo se distribuyó de otro modo; quien puede dialogar con la nueva fase de Estados Unidos es alguien que entienda esa lógica”, explicó Cuda y no dudó en afirmar: “Fue el elegido de Francisco".
Del Sur al Vaticano
Antes de su desembarco en Roma, Prevost desarrolló un trabajo misionero en América Latina. Fue obispo de Chiclayo, en Perú, y dejó una huella pastoral en la región andina. Ese tránsito le imprimió una sensibilidad afinada con los ejes del papado de Francisco: la periferia, el diálogo intercultural, el compromiso social...
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El papa Francisco con el obispo Robert Prevost
Vatican Media
A este bagaje latinoamericano se suma un carácter afable y reservado. “Cuando lo conocí, no pensé que podía ser papa, pero me llamó la atención su frescura. Siempre tiene una sonrisa”, recordó Cuda tras conocerse que el estadounidense-peruano era el nuevo pontífice.
¿Un nuevo perfil para el papado?
Los últimos papas encarnaron proyectos distintos: Juan Pablo II, la cruzada ideológica contra el comunismo; Benedicto XVI, el dogma teológico; Francisco, el pastor del Sur global. En este recorrido, el perfil de Prevost parece abrir una cuarta etapa.
En un mundo marcado por tensiones tecnológicas, conflictos bélicos y desplazamientos del poder global, la elección de un papa estadounidense puede leerse menos como una sorpresa que como una apuesta por la interlocución.
“No se trata de ganar espacios, sino de llevar adelante procesos”, decía Francisco. Tal vez no hubo un dedo explícito que lo señalara, pero, si existió un elegido en el corazón de Bergoglio, todo indica que fue Prevost.