El odio y la violencia no van a frenar el poder transformador de los feminismos. Aunque el sentimiento de estos últimos días sea la perplejidad y el “sálvese quien pueda”, los feminismos seguimos en alerta. Tenemos muy en claro quiénes son nuestros enemigos y quiénes quieren hacer de las cuestiones de la violencia de género un uso político para dar la batalla cultural que vienen proponiendo desde el 10 de diciembre de 2023. Como siempre les decimos: no pasarán.
Pasaron muchas cosas en estos meses. Hacer un recuento de cada acontecimiento me remueve muchas emociones, desde lo personal y desde lo político. Estamos en un momento de angustia del que no podemos salir. Porque mataron a tres lesbianas en Barracas, por odio y por ausencia del Estado. Porque atacaron violentamente en redes a una boxeadora por “presuponer” que era una persona trans. Porque desapareció Loan y porque escuchamos al vocero presidencial decir que la muerte de Catalina es una muerte más, no una muerte por violencia de género. También vemos, diariamente, ataques a periodistas o referentes de La Libertad Avanza hablar de que las personas gays están enfermas.
Todo eso pasó y más en estos nueve meses de gobierno. Y no pasa en nuestro país solamente. La ultraderecha es un movimiento en el mundo que viene a disputar el territorio de los derechos de las sociedades en pos del crecimiento de unos pocos. La ultraderecha disputa el terreno digital y, desde ahí, construye los discursos de odio, la desacreditación constante y la desmoralización de determinados sectores para intentar gobernar en nombre de la libertad. De libertad, NADA. En un país donde por ser lesbiana te asesinan o si sos jubilada no llegas ni a la mitad de la canasta básica, está claro que la libertad es sólo de unos pocos y, sobre todo, varones.
Medios y trolls para la violencia de género
La desacreditación mediática que sufrí estos días, así como los ataques coordinados de trolls de los que soy víctima desde antes de asumir como ministra (miren mis redes y verán), no tienen la finalidad de desacreditar o atacar a Ayelén Mazzina como persona ni como política; atacan, en realidad, a una mujer, una mujer lesbiana, una mujer lesbiana política, una mujer lesbiana política feminista, una mujer lesbiana política feminista y joven que fue ministra... Es decir, a esa estructura de poder no solo le resulta peligroso que un gobierno promueva políticas de género, les resulta peligrosa una identidad y un movimiento que viene a desarmar las estructuras de poder para equilibrar la balanza.
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La ex primera dama Fabiola Yañez denunció por violencia de género al expresidente Alberto Fernández.
Lo sucedido entre el expresidente y la ex primera dama ha generado una catarata de ataques, por momentos casi insostenibles para mí. Aunque ya haya contado la verdad de los acontecimientos que se me acusaban, aunque me haya presentado a la Justicia, no hay verdad que se pueda sostener en el entramado de odio, fake news y posverdad que fomenta el sistema corporativo de trolls del gobierno nacional.
Todos los días recibo cientos de mensajes de odio que me afectan a mí, a mi familia, a mis amigas y amigos, compañeras y compañeros. Pero hay algo que los violentos no pueden afectar: yo elegí dedicar mi vida a la política que cambia necesidades por derechos. Y eso no va a cambiar. Tengo muy claro quién soy y de dónde vengo. También tengo claro que esto no es personal, es político, y, desde ahí, me van a encontrar siempre en el mismo lugar: del lado del movimiento popular, democrático y que cree en la justicia social.
El Ministerio de Mujeres, en números
Quieren instalar que el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad fue marketing y fracaso. Los datos matan los relatos: 1.600.000 mujeres y diversidades fueron alcanzadas por alguna política del ministerio. No sólo eso: la línea 144 que desmantelaron recientemente, a la que le cambiaron la lógica de la atención, ya que atienden a “cualquier persona” víctima de violencia, recibió más de 340 comunicaciones diarias, más de 10.400 mensuales y alrededor de 125.000 llamadas anuales de urgencia.
Podría dar cuenta de muchos resultados más, pero para eso existen los informes de gestión anual que cada organismo hacía para rendir cuentas. No lo digo yo, es información oficial que algunos periodistas no se interesan siquiera en buscar.
libro_informe_de_gestion_2023_ministerio_de_mujeres.pdf
¿Hubo cosas que se hicieron mal? Sí, como en todos los gobiernos, pero advierto: los problemas que tuvimos tienen más que ver con dilemas no resueltos por la política argentina desde antes de que las mujeres pudiésemos votar, que con el feminismo en el Estado.
Por citar un solo ejemplo: apenas asumí como ministra, tuve que tender y recomponer puentes con organizaciones de mujeres de todas las provincias para pensar políticas con un panorama federal. Y el centralismo no es un problema de los feminismos, precisamente. Así entiendo la política, desde la periferia al centro.
Es momento de despabilar
Los feminismos tenemos una oportunidad clara: entre tanta desidia y desolación, entre tanto odio y desprecio, nosotras construimos de las ruinas, un edificio. Siempre hemos podido hacerlo. En los peores momentos de este país. Pudimos lograr que hoy, públicamente, todos acordaran que la violencia de género existe. Y eso no lo hizo Ayelén Mazzina ni el Ministerio de Mujeres, eso lo hizo el inmenso pueblo feminista, con sus virtudes y sus desaciertos, con sus desencuentros y diferencias.
Pero siempre supimos que, cuando el enemigo es un león, tenemos que convertirnos en hienas para atacar desde todos los frentes. ¿Quieren la batalla cultural? Bienvenidos. Hace siglos disputamos ese terreno. Estoy convencida de que los feminismos tenemos para aportar no sólo una forma de resistir y construir, sino también el horizonte hacia donde hay que ir, una sociedad más igualitaria, con una justicia confiable (igualdad y justicia) y, sobre todo, donde nadie quede afuera.
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8M: una marea verde protesta contra el ajuste de Javier Milei.
Esta es, precisamente, la razón de los ataques del poder hacia los feminismos: nosotras tenemos la fórmula. Hay que volver a hablar y fortalecer lazos entre nosotras, entre las organizaciones que logramos la IVE y tantos otros derechos, y también sumar a los varones que están sufriendo las políticas devastadoras social y económicamente que este gobierno hambreador y cínico está llevando a cabo.
Desde el peronismo también tenemos que barajar y dar de nuevo. La elección de noviembre del año pasado expuso grietas en todos los engranajes de lo que fue Unión por la Patria y sectores periféricos, pero no está todo roto, para nada. Todavía falta que actores fundamentales del panperonismo nos marquen algunas coordenadas. A Sergio Massa lo votaron 11 millones y medio de argentinas y argentinos. Es una base más que suficiente para empezar a barajar y dar de nuevo. Pero hay que dar de nuevo.
Es momento de romper nuestros propios límites, atravesar la etapa de “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” y ponernos de horizonte “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. Pero, para llegar a eso, tenemos que trabajar desde la humildad, empezando desde cero: autodefinirse como peronista no te hace mejor que nadie. Hay que explorar nuevos caminos, nuevas formas de agrupamientos políticos; la escucha y la empatía de las juventudes y los feminismos tienen la llave.