El día después de las PASO más temido llegó y Unión por la Patria tuvo que recalcular. Mientras el Sergio Massa ministro de Economía convalidaba una devaluación del 22% del peso que ordenó el Banco Central, como primera medida preventiva para sortear la ola libertaria que el dólar cripto presagió con los primeros resultados del domingo, el Sergio Massa candidato comenzó a retocar su estrategia para forzar un ballotage con Javier Milei. La opción que agita su equipo, que trata de reponerse del golpe a tiempo, es "Massa o la locura".
Tuvo la madrugada para prepararse para la apertura de los mercados. "Había que mover primero", explicó una fuente de Gobierno el anticipo devaluatorio, una medida que el propio Massa resistió durante meses a pesar de la presión inflacionaria y evitarlo formaba parte de su contrato societario con Cristina Fernández de Kirchner. La metáfora de la curita es repetida: mejor ahora, rápido, para dejar tiempo para la recuperación en octubre.
La campaña para las generales ya arrancó, colándose en medio de la devaluación. En rigor, comenzó a las 18.11 del domingo. A esa hora, como contó Letra P, las usinas massistas ya abrían el paraguas y le rezaban a la polarización con Milei. Unas 14 horas después, la estrategia futura estaba más completa.
"Hay una nueva oposición: Milei. Hay que construir una nueva mayoría: Massa", es el leitmotiv que elaboraron en un sector de UP. Resta conocer la reacción del socio restante, el kirchnerismo, que tuvo una celebración amarga con los resultados en la provincia de Buenos Aires. El concepto de "nueva mayoría" acompaña al tigrense desde 2019, cuando lo usó para reconciliarse con el kirchnerismo para enfrentar a Cambiemos.
Primero, la licuación
Conocedor del paño, porque lo sufrió en 2015, cuando se quedó fuera de la segunda vuelta, Massa apuesta a que Bullrich se diluya frente al libertario, que salió no sólo competitivo de las PASO sino fortalecido como opción opositora. Con el objetivo de que ambos se neutralicen -"Quedan peleando por esos votos para ver quién llega al ballotage", aducen-, en UP descuentan el ganador de esa pulseada. Para sostenerlo, apelan a los números: "Mauricio Macri sacó 32% en las PASO de 2019 y ayer JxC sacó menos que ese Macri".
Hablando de oficialismos de capa caída, el Gobierno no llegó al techo de 30 puntos que pretendía tocar con los dedos, un resultado que ya hubiera sido malo. La tesis de "hacer la plancha" que en el búnker le atribuyen al consultor Antoni Gutiérrez Rubí resultó un salvavidas de plomo: la idea es que peor no les podía ir (30%) y al final sí podía ocurrir.
Algo de eso hay en la estrategia reeditada: en el massismo se jactan de que, "contra viento y marea, en días muy complicados", con la economía y la inseguridad al tope de la agenda, "dimos la primera batalla y quedamos en carrera". El vaso medio lleno.
Segundo, Francia
El espejo en el que se mira Massa vuelve a ser Francia. Al ponerse el traje de precandidato, el ministro de Economía recordó el antecedente de Emmanuel Macron como un funcionario que manejó las finanzas de su país y luego asumió la presidencia (hubo renuncia de por medio, dato que el massismo prefería obviar). Ahora el francés vuelve a ser referencia: en 2022, a pesar del descontento social, Macron se impuso en el ballotage ante la ultraderecha, representada por Marine le Pen, a quien ya le había ganado en 2017 y parecía que no podría hacerlo de nuevo.
"Se va a realinear el peronismo", es el mantra del massismo para permitirse soñar. No es difícil acertar a dónde está mirando: el objetivo es que se distribuyan los votos de Juan Schiaretti en Córdoba, provincia que le dio a Milei el primer puesto, y que parte del electorado moderado huérfano de Horacio Rodríguez Larreta vaya a UP en las generales y no a Bullrich, campaña del miedo mediante.
La demonización libertaria está en marcha. "Es Massa contra la locura", es el grito de la guerra que comienza.