El lunes, Letra P señaló que el 14A, el tan temido día después de las PASO, sobre la Argentina de la devaluación del 22% se posó una inquietante sensación de acefalía dada por un combo explosivo formado por un presidente rengo de las dos piernas, decisiones económicas drásticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) -morigeradas por la resistencia local, dirá después la narrativa oficial- y un escenario electoral abierto que no consagra ninguna figura que ofrezca certezas sobre el rumbo que tomará el país a partir del 10 de diciembre. A esa coyuntura le seguirían tres jornadas de descalabro financiero con ausencia total del ministro de Economía, el hombre fuerte que le queda al Gobierno a pesar de que se trata de un funcionario designado para ese cargo, no votado para ejercerlo: cual juez, Massa solo hablaría por sus fallos. En la noche del miércoles, el candidato presidencial, atrapado en el cuerpo del jefe del Palacio de Hacienda, rompió el silencio para pinchar la burbuja de vacío, inflada más aun por el fuelle amigo de dirigentes del oficialismo que pedían su renuncia. En un punto, el hincha de Tigre logró su propósito; en otro, echó más leña a la hoguera.
En una entrevista que brindó en los estudios de la señal Todo Noticias, Massa confirmó lo que Gabriela Pepe había adelantado horas antes: renuncia, no. Además, asintió enfáticamente cuando le preguntaron si tenía decidido seguir en su cargo "hasta el 10 de diciembre".
El punto es cómo lo dijo o, más aun, qué se abstuvo de decir. En ningún momento mencionó, al menos para guardar ciertas formas, influencia alguna en esa decisión de la voluntad del presidente Alberto Fernández, el funcionario consagrado por el voto popular como la máxima autoridad legítima de la Nación, el único con facultades para nombrar o remover piezas del gabinete.
Sergio Massa: "Me quedo hasta el 10 de diciembre"
Acaso no haya real malicia en la omisión del ministro. Quizá sea la inercia lo que empuje al funcionario a ignorar olímpicamente a Fernández. El acostumbramiento. Sin embargo, como pensar mal siempre es un ejercicio de prudencia, es lícito barajar la posibilidad de que haya estrategia en la indiferencia. Acá mando yo.
Sin embargo, así como Massa dice una cosa -con sus omisiones-, también dice otra, cuando le conviene. "Yo no soy el Presidente, eh, yo soy candidato a presidente", atajó cuando el periodista Marcelo Bonelli le dijo que el descalabro actual es consecuencia del "pésimo gobierno" del Frente de Todos.
"Yo no me escapé" Sergio Massa, candidato a presidente por Unión por la Patria
Es cierto: el presidente saliente no colabora en nada. Más allá de un tuit con conceptos políticamente correctos que publicó el lunes, se mantuvo absolutamente ausente en las horas aciagas que siguieron a la peor derrota electoral de un gobierno peronista.
Este jueves, la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, fue consultada, justamente, sobre la actividad del mandatario en estas jornadas calientes. Después de no ratificar ni negar que Fernández vaya a asistir a la cumbre de los BRICS, prevista para la semana que viene, porque "nunca estuvo confirmado que fuera a ir", y de informar que a ese encuentro concurrirá "el canciller u otro funcionario", aseguró que "el Gobierno entendió el mensaje del voto bronca" y que “el ministro de Economía, junto con el Presidente, está trabajando desde el lunes mismo en la situación general del país, en todos los temas que hay que llevar adelante”.
Si así fuese, nadie lo ve, lo que no es un problema menor. Con su gobierno más debilitado que nunca por el revés electoral y la aceleración de la crisis financiera, Fernández ni siquiera se tomó el mínimo trabajo de producir una foto que lo mostrara revisando papeles con el ministro en la Quinta de Olivos, como para que al menos pareciera, aunque no sea.
PD: También la subpilota, Cristina Fernández de Kirchner, brilla con fuerza por su ausencia en este cielo de turbulencias.