"Es insólito, nos pidieron dos semanas y le dimos dos meses", repiten en el entorno de la vice, que esta vez ni siquiera se preocupó en disimular su fastidio. Los plazos a los que hacen mención se refieren a un diálogo que mantuvo Villarruel con Guillermo Francos después de la aprobación del proyecto en Diputados, en la madrugada del 5 de junio.
En aquel momento, el jefe de Gabinete le solicitó a la vice 15 días para iniciar gestiones con la oposición dialoguista, con la esperanza de realizar modificaciones. Francos le encomendó la tarea a José Rolandi y María Ibarzabal Murphy, el dúo de negociadores del Ejecutivo con el Congreso, quienes curiosamente empezaron el diálogo en Diputados, previendo un eventual retorno del proyecto.
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En esos días, Villarruel se reunió con los jefes de la oposición dialoguista en el Senado -menos Unión por la Patria- y les pidió una tregua hasta después del receso invernal. Cumplieron: el 4 de julio, la UCR votó una preferencia para tratar la reforma previsional en la próxima sesión, pero no aceptó debatirla ese día, como pedía el peronismo.
La vicepresidenta esperó que el receso invernal alcanzara para acercar posiciones, pero luego le pasó lo de siempre: ella quedó fuera de las negociaciones, que lideró el jefe del bloque, Ezequiel Atauche, en contacto con la Casa Rosada y los bloques dialoguistas. Sorprendió que el jujeño acelerara el debate en comisión la primera semana de agosto, cuando se esperaba que lo cajoneara un tiempo más, hasta tener un mejor panorama.
Atauche convocó a un plenario para que funcionarios expusieran las propuestas que Rolandi ya había esgrimido en Diputados: que el aumento del 8,1% no fuera a retroactivo a abril; y desestimar la suba anual por variación del Ripte -salarios- y el piso de la canasta básica. Tampoco Milei quería asistir a las provincias. El planteo fue rechazado por la mitad del bloque de la UCR, pese a los esfuerzos de su jefe, el correntino Eduardo Vischi.
El siguiente plenario de comisiones fue un fracaso: cuatro radicales y el santacruceño José María Carambia firmaron el dictamen de Diputados. Villarruel entró en zona de riesgo, tal como le pasó en enero con el DNU 70/23: si convocaba a sesión, debía incluir la reforma jubilatoria. Sólo le servía el recinto cerrado.
El premio consuelo para el Gobierno era que la sanción no fuera con dos tercios, para de ese modo tener garantias de poder sostener un veto. Fue imposible, hasta en los artículos que el Gobierno quería modificar.
La pelea con los trolls
La última negociación del Gobierno fue en plena sesión, con un nuevo llamado de Rolandi e Ibarzábal a los dialoguistas para acercar posiciones. Ambos insistían en modificar los tres artículos que resiste Milei (el 2, el 4 y el 10) , lo que obligaba al texto a volver a Diputados. Nadie de la oposición quería pagar el costo de dilatar el debate.
Las negociaciones fueron en un cuarto intermedio, en el recinto y en los pasillos, y el oficialismo se mostró incómodo porque empezaba a ver que la ley sería sancionada por dos tercios, un golpe que Milei no esperaba. A la escalada en contra de los aliados se sumó la del PRO, decidido a votar a favor en general, como parte de la pelea de Mauricio Macri con el Presidente.
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Villarruel ya estaba fuera: ni llamaba ni recibía a nadie. Tenía decidido la semana pasada convocar a sesión, pero la demoró para esperar avances en la negociación de la Boleta Única, que sigue empantanada.
Desde su despacho, volvió a molestarse con los trolls libertarios que le pedían demorar la sesión. "¿Qué más íbamos a hacer? ¡Pasaron dos meses!", repetía. Su decisión de abandonar el recinto sorprendió a quien tuvo que reemplazarla, el presidente provisional Bartolomé Abdala.
El último discurso que escuchó Villlarruel fue el del jefe de Unión por la Patria, José Mayans, con quién intercambió ironías sobre su interna con Milei.
Fue cuando el formoseño recordó la definición de "jamoncito" que la vice le dio al Presidente, en alusión a qué está en el medio de las peleas entre ella y su hermana.
"Gracias por el favor, Mayans. Gracias por traerme a colación. Un amigo”, ironizó Villarruel, entre risas.
"A mí me gustó el adjetivo calificativo. Tenemos que profundizar la amistad Presidenta”, respondió Mayans. “Gracias por su incendiario discurso, senador”, lo despidió Villarruel minutos después y se fue del recinto para no volver. Tampoco estuvo en el debate de las dietas. Nadie la esperaba.