Protocolar, fría, sin sobresaltos, pero con las ausencias significativas del gobernador bonaerense Axel Kicillof y del diputado Máximo Kirchner fue la recepción que el cristinismo le dio a Alberto Fernández en el Congreso de la Nación, donde llegó para dar su discurso de inauguración del 141° período de sesiones ordinarias, el cuarto de su mandato como Presidente.
Fernández llegó al Congreso apenas pasadas las 11.30, acompañado por el flamante jefe de Gabinete, Agustín Rossi. El resto de los integrantes del Gabinete ya estaba en el recinto. El Presidente viajó primero desde la Quinta de Olivos en helicóptero hacia la Casa Rosada, donde lo esperaba el santafesino, el único funcionario a quien le pidió que lo escoltara. El nuevo ministro coordinador estuvo con el mandatario el martes en la residencia presidencial ultimando los detalles del mensaje.
El encuentro con Cristina Fernández de Kirchner, al final de la escalera de ingreso al Palacio, fue breve. Apenas un beso de bienvenida al Presidente y un saludo más afectuoso a Rossi, que caminaba unos pasos por detrás. De diálogo con la vicepresidenta, el extitular de la AFI ofició como amortiguador en el encuentro. La vice estuvo acompañada por la presidente de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, y la presidenta provisional del Senado, Claudia Ledesma Abdala de Zamora. El recorrido, la firma del libro de honor y las fotos se cumplieron según el protocolo.
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Fernández ingresó al recinto a las 11.35, acompañado por Cristina, Moreau y Ledesma. La recepción fue tibia. En las bancas había una ausencia notoria, la del diputado Kirchner, que también había pegado el faltazo en la apertura de sesiones de 2022, un mes después de su renuncia a la presidencia del bloque del Frente de Todos (FdT). En aquella ocasión, se ausentó con una excusa familiar. Le hizo saber a entonces presidente de la Cámara, Sergio Massa, que se quedaría en Río Gallegos para acompañar a su hijo en el comienzo del año escolar. Esta edición no demandó explicaciones. Kirchner es uno de los principales representantes de las críticas del cristinismo al Presidente. La fractura ya no tiene disimulo.
El caso del gobernador Kicillof fue más llamativo. También discípulo de CFK, el bonaerense compartió un acto con el Presidente apenas 24 horas antes. Desde su entorno explicaron que lamentablemente tenía “un día muy intenso”, ya que por la mañana debió abrir el ciclo lectivo, luego tuvo el cierre de paritarias y por la tarde deberá encabezar el inicio de sesiones de la Legislatura provincial.
En el entorno del Presidente la lectura fue claramente política. Tanto en el caso de Kirchner como en el de Kicillof entendieron que se trató de un mensaje del cristinismo, que clama por la renuncia pública de Fernández a sus posibilidades de reelección. El primer mandatario todavía resiste.
Más allá del caso de Kicillof, fue notoria la ausencia de la mayoría de los mandatarios provinciales. En un sector reservado de la Cámara baja estuvieron el pampeano Sergio Ziliotto, el santiagueño Gerardo Zamora, el entrerriano Gustavo Bordet, el puntano Alberto Rodríguez Saá, el catamarqueño Raúl Jalil y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. También asistió la vicegobernadora riojana Florencia López.
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Los palcos tampoco estuvieron concurridos. La organización del evento estuvo a cargo del Senado, que conduce Cristina, y en el albertismo generó suspicacias el mensaje sobre la limitación en la cantidad de invitaciones que recibió la Casa Rosada. "Obviamente lo hicieron para vaciarle la última asamblea a Alberto", se quejaron cerca del Presidente. La Cámara alta justificó la medida en cuestiones de "seguridad", reforzada a partir del intento de homicidio que sufrió la vicepresidenta.
Como contracara, en el recinto estuvieron todos los legisladores y legisladoras cercanos a Cristina. Desde las senadoras Anabel Fernández Sagasti y Juliana Di Tullio, hasta Oscar Parrilli, y todos los representantes de La Cámpora en Diputados. También asistieron la titular de la Anses, Fernanda Raverta, del PAMI, Luana Volnovich, y el viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, entre otros.
Después del discurso se develó el misterio de dónde estaba Máximo Kirchner: el diputado recorrió La Matanza y visitó el Centro de abuelos y abuelas ubicado en el nuevo Parque de la Integración Tierra, Techo y trabajo.
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La recepción pública K del discurso de Fernández fue tibia. Cristina no se plegó a ninguno de los aplausos que generaron algunos pasajes en los bloques oficialistas. La vicepresidenta apenas asintió ante las durísimas críticas que el Presidente le dedicó al Poder Judicial, que generaron la ovación de diputados y senadores propios y la furia de la oposición, mientras los cortesanos Carlos Rozenkrantz y Horacio Rosatti ocupaban la pantalla de la transmisión oficial.
Fernández fue un paso más allá con sus alusiones directas a Cristina: mencionó el intento de asesinato en su contra y pidió “justicia” y “premura” en la investigación. Luego se refirió a su situación judicial y criticó su condena en primera instancia. “Lo hicieron tras simular un juicio en el que no se cuidaron las formas mínimas del debido proceso y se formularon imputaciones que rayan con el absurdo jurídico buscando su inhabilitación política”, dijo. Cristina hizo un gesto de aprobación. Fue Moreau quien contuvo de forma permanente al Presidente con ademanes de apoyo mientras la oposición lo confrontaba.
Aunque no mencionó la palabra “proscripción”, que el cristinismo agita, cerca de la vicepresidenta entendieron que el discurso de Fernández estuvo “bien, sin estridencias”. En medio de la tempestad política, en el bloque del FdT lo celebraron como un logro. “Como está la situación interna, bastante bien salió todo”, dijo, resignado, un vocero oficialista.