Maximiliano Pullaro hizo historia grande. Es el primer gobernador electo en la historia de Santa Fe en superar el millón de votos. No lo había logrado el peronista Carlos Reutemann ni la tríada socialista que lideró el Frente Progresista. Pullaro lo hizo. Debajo de semejante número, el radical se quedó con todo el poder real de la provincia. No es para nada exagerado afirmarlo. Liderará el Ejecutivo y Unidos comandará los destinos de la Legislatura toda. La coalición de 15 partidos gobernará también Rosario y Santa Fe, las dos ciudades más pobladas de la Bota. Gimme todo el poder.
A Pullaro no le quedó nada enfrente. El nacido en Hughes cabalgará cuatro años de gestión con una oposición absolutamente fragmentada y un peronismo partido en mil pedazos. Santa Fe quedó, a primera vista, sin liderazgos en la oposición. Es más probable que las tensiones políticas le aparezcan a Pullaro con mayor fiereza desde adentro del frente debutante que desde justicialismo.
Las PASO lo colocaron en otro lugar. Haber superado a Carolina Losada en aquel picante enfrentamiento le ensanchó la espalda. Desde ese momento, adquirió estatura de gobernador. Aun sin serlo de modo oficial, el radical empezó a moverse como futuro jefe de la Casa Gris. Su primaria huracanada lo llevó a concentrarse también en levantar a Clara García y a Pablo Javkin.
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Muy sereno, se movió casi en otro plano. No entró en el barro, lo delegó. Empezó a sondear elementos para su gabinete. Adelantó los tiempos, pero con mesura, y priorizó lo suyo, su victoria, su logro. Las urgencias de ayer, de Horacio Rodríguez Larreta, y de hoy, de Patricia Bullrich, nunca fueron las suyas.
Desde la victoria de julio, Pullaro empezó a hablar de “transformaciones necesarias”. Para eso quería mayorías en ambas cámaras. Ahora que lo logró, no tiene excusas: puede hacer lo que quiera. Desde su idea de desfederalizar la persecución penal del narcomenudeo en Santa Fe hasta alcanzar la reforma constitucional que la provincia se debe. Tiene todo en la palma de su mano.
En el escenario, rodeado de una centena de figuras provinciales y nacionales, Pullaro empezó a dar una muestra gratis de su futuro como conductor. “Vos tenés huevos, amigo”, le gritó un militante desde el campo. Martín Lousteau asintió con la mirada. Pullaro se rió y se abrazó al porteño. Prometió trabajo “las 24 horas del día, los siete días de la semana”.
La estatura de gobernador electo que ya traía no le permitió desaforarse. Nunca levantó el tono de la voz y remarcó que le costaba “festejar o alegrarse cuando la mayoría de los santafesinos está sufriendo”. “Sabemos las penas y angustias que todos tienen”, sintetizó.
Ahora, como jefe de Unidos, le tocará administrar el poder interno de la coalición. Tiene decidido que el socialismo y el PRO, líderes de la coalición junto a la UCR, tendrán ministerios. Que esos partidos deberán resolver su interna de manera ordenada; caso contrario, intervendrá. Sobre los amarillos, tiene bien en claro que la nueva jefa santafesina es Gisela Scaglia, su compañera de fórmula.
Si quiere, de yapa, puede ser líder nacional de un radicalismo a la deriva. Él asegura que no le interesa y que su cabeza está puesta sólo en Santa Fe, pero, ante un Juntos por el Cambio que languidece y la UCR en proceso de introspección, Pullaro, gobernador de la tercera provincia más importante del país, puede asomar la trompa con holgura en el mapa político argentino. Más un millón de confianzas y acompañamientos lo avalan.