El candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, se propuso embarrar la transición que protagonizan en armonía los peronistas díscolos Juan Schiaretti y Martín Llaryora. Durante el debate presidencial, le dijo a su rival de Hacemos por Nuestro País que ya había acordado con el gobernador electo un mecanismo de actualización automática de los giros a las Cajas de Jubilaciones de Córdoba, también de Neuquén, por medio de una ampliación del Presupuesto 2024. La picardía tiene nombre de “puenteo”, un golpe bajo para un mandatario que está con un pie afuera de la gobernación.
El aludido, que seguía la deliberación desde la tribuna de la Facultad de Derecho, dejó trascender otra versión para ecualizar, si es que hay hacerlo, los ruidos dentro del cordobesismo. Avala la explicación de Schiaretti que, en resumidas cuentas, recuerda que la jurisdicción inició una presentación en la Corte Suprema de Justicia por un desfasaje en los giros: a valores actuales, la Nación gira $1.070 millones cuando debería desembolsar $7.000 millones.
El cumplimiento de la ley vigente de compensación a las provincias que no transfirieron sus cajas es el punto que Schiaretti planteó y el exponente del oficialismo respondió con una fuga hacia delante. No es un tema saldado para Llaryora.
“La actualización del Presupuesto del año que viene es hablar sobre la nada misma, porque no se sabe quién va a ganar las elecciones. No tiene sentido hacer algún acuerdo con Massa si no se sabe si va a ganar; es más, es muy probable que él no llegue”, retrucan en la mesa chica de Llaryora.
¿La puerta se cerró de manera definitiva? No. En la sede del gobierno capitalino en la que ya se empieza a acomodar el sucesor, Daniel Passerini, afirman que volverán a hablar con Massa “cuando se saque de encima la mochila del kirchnerismo”.
https://publish.twitter.com/oembed?url=https%3A%2F%2Ftwitter.com%2FMartinLlaryora%2Fstatus%2F1711172045050925407&partner=&hide_thread=false
Fisiología del candidato
Adjudicándose una suerte de clarividencia política y con la campaña ingresando en el sprint final, el llaryorismo asegura que Massa no ve la hora de romper con el cristinismo duro que lo apaña. La lectura que hacen hoy es bastante diferente a la inmediatamente posterior a las PASO.
Hace menos de un mes, el círculo del gobernador electo anticipaba que la eventual explosión de Unión por la Patria se llevaría puesto a Massa. La rapidez de reflejos, la capacidad de mantenerse en pie tras recibir los golpes por la inflación, los casos de corrupción y otras perlas negras de la campaña, generan una cierta admiración peronista, una expresión del hambre de poder que Llaryora comparte.
En términos directos, el PJ de Córdoba empieza a ver que la cosecha electoral de Massa será de su entero mérito y sabe que el tigrense lo hará valer en la reconstrucción que siga del peronismo nacional. Será ese momento y bajo esas condiciones las que habilitarían ese encuentro político que el cordobesismo esquiva.
Hay un elemento que no puede colocarse en el orden de la casualidad: Massa achicó su agenda en la provincia al límite de lo necesario. No caminará el territorio cordobesista, donde se fijaron como objetivo que Schiaretti quede detrás de Javier Milei y salve su presencia en el Congreso, una meta que -otra vez- Llaryora comparte. El intenso peregrinar mediterráneo de Massa será para el ballotage, si logra su pase. En política, ese gesto vale.
Hasta entonces, Llaryora seguirá pidiendo el voto para Schiaretti. La campaña de Hacemos por Nuestro País le sirve más de lo que se sospechó inicialmente porque no arranca de cero en su plan de instalación nacional. Después, volverá a desplegar una rutina que tiene aceitada: el diálogo transversal.