El gobernador Juan Schiaretti y su sucesor desde el 10 de diciembre, Martín Llaryora, van por la presidencia del Partido Justicialista en dos años. La información ratifica lo que ya contó Letra P el pasado viernes: el cordobesismo piensa salir de las fronteras de Córdoba y, para ello, la dupla jugará en tándem para mejorar la posición relativa en el elenco nacional.
Para el peronismo mediterráneo, si Javier Milei no gana en la primera vuelta, lo hará en la segunda. Con esa convicción, Schiaretti y Llaryora planifican los próximos movimientos que, por supuesto, ya exceden la elección del 22 de octubre.
En concreto, la primera señal material se registrará este jueves en Rosario, donde el candidato presidencial de Hacemos Unidos por la Patria se reunirá con el desolado peronismo santafesino.
En el Panal, como se conoce a la casa de gobierno provincial, aseguran que dos años son suficientes para sentar a Llaryora en la vidriera de potables conductores de la muchachada peronista de todo el país.
La debacle de las figuras del peronismo alineadas con la Casa Rosada en provincias como Santa Cruz, Chaco, Chubut y Santa Fe, entre otras, colocaría a Llaryora en una dimensión de fortaleza, según dicen en el entorno inmediato de los convivientes líderes del cordobesismo. ¿Milei es un problema en estos anticipados cálculos? En la mesa chica del PJ provincial afirman que la capacidad de liderazgo y de vinculación política de Llaryora harán el resto del trabajo entre las filas libertarias. "Llaryora es un líder, sabrá como convertirse en un imprescindible para el futuro gobierno", lo endiosan.
Schiaretti habló del Partido de la Argentina, la extrapolación nacional del Partido Cordobés que impulsa Llaryora con la incorporación de radicales y macristas. Ambos albergan alguna ilusión de reimpulsar una liga transversal de gobernadores, aunque el plan es más complejo y será una tarea posterior.
El probable estado de orfandad en el que quedará la decena de mandatarios de Juntos por el Cambio y el ya comentado repliegue del peronismo en las provincias son factores que animan a la línea renovadora que surge desde el centro del país. Ni siquiera el radical Maximiliano Pullaro califica para el cordobesismo como una competencia directa en la disputa por la vidriera nacional. Alegan razones de estricto sentido común: la imposibilidad de ser reelecto que impone la Constitución santafesina lo obligaría a quemar todos los cartuchos en la gestión. Además, dan por descontado que el entrerriano Rogelio Frigerio, a quien consideran un peronista en JxC, asumirá la batuta aliancista. Llaryora ya lo mira como interlocutor.
Más allá del reordenamiento de las provincias y sus posibles alianzas estratégicas, que el cordobesismo anticipe que su objetivo es el PJ nacional es una manera de ratificar una obviedad: su pertenencia primaria al justicialismo, en medio de fuegos cruzados con el kirchnerismo. Alfiles de Sergio Massa en Córdoba han deslizado la funcionalidad de Schiaretti a Milei.
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Réplica massista
Schiaretti y Llaryora han dado muestras claras que realmente creen que este supuesto futuro con Milei a la cabeza supone la fagocitación de JxC y el kirchnerismo. Esto implica -siempre bajo la mirada cordobesista- una palada de tierra encima de Massa. El deseo mediterráneo sería completo si Axel Kicillof cayera ante la libertaria Carolina Piparo en la provincia de Buenos Aires.
Altas fuentes del massismo califican de “lineal” esta lectura del futuro tablero político que se escucha en empoderados despachos del Panal y el Palacio 6 de Julio, sede de la Municipalidad de Córdoba. Recuerdan la versatilidad política del ministro-candidato y avisan que poco harán para construir los puentes con históricas referencias del PJ del país para que Llaryora logre ese objetivo.
“Llaryora puede quedar bien con nosotros barato, pero eligió no hacerlo. ¿Por qué ayudaríamos a un dirigente que no jugó para el peronismo?”, plantean en la mesa chica del exponente de Unión por la Patria. Subyace una palabra clave del diccionario peronista: la lealtad.
Este apoyo low cost que el massismo dice que no tiene de Llaryora es una confirmación práctica de que el gobernador electo juega a fondo para Schiaretti. Confirma que el autor de la frase “pituquitos de Recoleta” no habilitó ni medio guiño a figuras de tercera o cuarta líneas para que trabajen a cara cubierta por Massa. En las canteras con base en Buenos Aires dan fe de lo dicho e insisten en que puede que el kirchnerismo implosione, pero ponen al resguardo al líder del Frente Renovador.
Como aquí, allá también confían en la capacidad de adaptación de su líder.